Este verano la legionela ha vuelto a poner en jaque a las autoridades sanitarias de medio país. En lo que va de mes, la bacteria ya ha causado cuatro muertes. Agosto vive un goteo de casos continuo que está afectando especialmente a la Comunidad Valenciana y Cataluña. En esta última, concretamente en la localidad barcelonesa de Mataró, se encuentra el brote más grave, con dos fallecidos y 89 afectados hasta el momento.
Parece que España tiene dificultades para controlar la infección este año, pese a las medidas de control y prevención que puso en marcha el Ministerio de Sanidad en 2001. Pero expertos en enfermedades infecciosas consultados coinciden en que es casi imposible evitar la aparición de casos por exhaustivo que sea el control.
El doctor Miquel Sabriá, responsable de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Germans Trias i Pujol, de Barcelona, es uno de los especialistas que está convencido de que vivir sin legionela es «una aspiración utópica». Referencia en Europa en el estudio de la legionela, el doctor Sabriá considera que situaciones como la actual entran dentro de lo previsible: «Decir que la legionela es evitable o que no se pueden tolerar brotes como los que estamos viviendo es un total desconocimiento de la enfermedad». Y se pregunta: «¿Cómo se pueden controlar las miles de torres de refrigeración o los cientos de establecimientos termales de todo el país ? Resulta fácil hablar desde un despacho, pero cuando te has metido en el interior de muchas torres de refrigeración te das cuenta de la realidad del problema».
Como el tráfico
Según este especialista, aunque se cumpliera fielmente la normativa de prevención, la legionela seguiría haciendo acto de presencia. «Serían casos esporádicos, brotes pequeños y probablemente no se repetirían situaciones tan graves como las vividas en Murcia el año pasado o en Alcalá de Henares (Madrid). A medida que empiecen a ponerse en marcha las diferentes medidas de control, disminuirán los casos, pero habrá que aprender a vivir con ella durante muchos años».
De la misma opinión es el doctor Emilio Bouza, jefe del Servicio de Microbiología y Enfermedades Infecciosas del Hospital Gregorio Marañón, de Madrid: «Probablemente, podrían mejorarse las medidas de control, aunque, como en el tráfico, es imposible poner un policía detrás de cada persona que corra mucho o de cada curva en mal estado».
El doctor Bouza, que diagnosticó el primer caso de legionela en España, considera que es uno de los precios que deben pagarse por el desarrollo y la calidad de vida.
Las cifras, sin embargo, no incitan a la calma. Desde 1997, año en el que la legionelosis se convirtió en una enfermedad de declaración obligatoria, los casos se han multiplicado por siete. Los expertos explican esta progresión en el mayor conocimiento de la enfermedad: «Siempre ha habido casos, pero antes no salían a la luz. Ahora contamos con un sistema de detección que permite saber si estamos ante una neumonía por legionela con un sencillo análisis de orina», comenta el doctor Antonio Torres, director del Instituto de Neumología y Cirugía Torácica del Hospital Clínic, de Barcelona.
En la mayoría de los hospitales españoles el test se aplica de forma sistemática ante la sospecha de un caso de neumonía. No se actúa de la misma manera en otros países europeos. De hecho, en el Reino Unido, donde la legionelosis también está haciendo estragos, no es una enfermedad de declaración obligatoria. A juicio del doctor Sabriá, España tiene más casos que la media europea, en parte, porque se diagnostica más, «y debemos seguir haciéndolo, aunque asuste el impacto mediático».
Más sanciones
Pese a los últimos brotes, Sanidad es optimista porque han disminuido en un 10% los casos con respecto al año anterior.
Para el director de Salud Pública, José María Martín Moreno, el descenso se explica por las medidas adoptadas en el Real Decreto de 2001 para controlar las instalaciones. «Un buen documento de partida que se revisará en septiembre, porque existe un grupo de trabajo que actualizará periódicamente el decreto y no sólo por los brotes del verano». En esa reunión no se descarta que se intensifiquen las medidas de inspección y control, así como las sanciones.
Nuevas vías de contagio
La tierra húmeda y el agua, estancada o corriente, son los ambientes preferidos por la legionela para asentarse y proliferar. Las conducciones de agua y climatización son las reservas en las que la bacteria se hace fuerte. Después, sólo necesita un medio difusor para dispersarse en el aire y llegar, por inhalación, hasta los pulmones de su víctima. Por eso preocupa tanto el correcto estado de estas instalaciones.
Pero hoy los científicos se están cuestionando si la inhalación es el único mecanismo de transmisión de la enfermedad. El último planteamiento frente a esta bacteria es que la ingesta o gargarismos con agua contaminada también puede ser una nueva vía de contagio.
«En estos momentos nos hemos dado cuenta de que aún nos falta mucho por saber de la legionela. Nos estamos cuestionando aspectos que antes estaban perfectamente establecidos y que, entre otras cuestiones, podrían explicar por qué no siempre somos capaces de encontrar el foco de la infección en todos los brotes», explica el doctor Miquel Sabriá. De momento, ya se sabe que algunos enfermos que utilizan sondas nasogástricas han podido contraer la infección, por microaspiración, al hacerles lavados de boca con agua contaminada.