En la incesante búsqueda de alimentos, bebidas y formatos que respondan a las necesidades del consumidor, una empresa norteamericana ha desarrollado una enfriamiento, como neveras eléctricas, mientras que las isotermas con acumuladores de frío, cuya capacidad de enfriamiento disminuye con el tiempo, son incómodas de transportar. Mediante este nuevo sistema, tampoco será necesario añadir hielo para enfriarlas, un gesto que, aunque enfría, también modifica el sabor y textura de la bebida.
«La Era del Hielo ha terminado» («The Ice Age is Over») es el eslogan elegido por los responsables del producto, una bebida energética que, de momento, solo podrán disfrutar los consumidores del sur de California y Las Vegas. El invento, resultado de años de investigación, ha despertado gran expectación en el sector de bebidas refrescantes y son varias las organizaciones que han alabado su funcionamiento. Uno de los aspectos más interesantes de este avance es el mecanismo de enfriamiento, muy respetuoso con el medio ambiente. El proceso trabaja con CO2 (dióxido de carbono) obtenido por métodos no contaminantes y carbón activado procedente de la cáscara de coco. Según parece, otras empresas ya trataron con anterioridad de aplicar sin éxito sistemas de enfriamiento en sus bebidas, pero no fueron viables, ni desde el punto de vista económico ni medioambiental.
La lata «autoenfriable» dispone de un botón de activación que permite disminuir la temperatura de la bebida en 30ºC en cuestión de minutos. Es una solución que puede revolucionar la industria de las bebidas ya que, además de que es rentable, puede llegar a cambiar la forma de consumo de las bebidas frías. Hasta el momento, los envases de bebidas disponibles en el mercado solo permitían las «autocalentables», es decir, capaces de generar calor en el momento deseado para utilizarse con productos como sopas, chocolates o cafés. Este sistema también se empleaba para calentar alimentos infantiles envasados que podían consumirse a la temperatura adecuada en cualquier lugar. La nueva tecnología, aplicada a la lata, completa el círculo, ya que también permite enfriar bebidas, una necesidad que, en ocasiones, es una tarea difícil, pero que ahora parece que dejará de serlo.
Envases comestibles para bebidas
El futuro de los envases parece no tener límites y las novedades son a cada cual más sorprendente. Lo último: un envase comestible realizado con polímeros naturales, que imita la piel de frutas como las uvas y que podría sustituir a los envases plásticos. Es una idea desarrollada por un ingeniero de la Universidad de Harvard, basada en una membrana elaborada a partir de un polímero líquido y partículas de alimentos.
Un envase comestible para bebidas imita la piel de frutas y podría sustituir a los envases plásticos
Esta membrana, llamada Wikicells, forma una sustancia comestible, pero muy resistente como material, debido a un sistema de cargas eléctricas. El envase es capaz de contener tanto alimentos líquidos como sólidos y se puede consumir o, si se prefiere, desechar, ya que es biodegradable.
Aunque de momento está en fase de desarrollo y es solo un prototipo, sus creadores ya piensan en comercializarlo tanto en restaurantes como en supermercados y tiendas especializadas. Se pretende que puedan crearse envases comestibles a la carta, como si se tratara de un ingrediente más.
Funciones de los envases de bebidas
En su origen, los envases de alimentos y bebidas, además de ayudar a almacenar o transportar los alimentos, los protegían de agentes ambientales perjudiciales como el agua, el aire o la luz. Los preservaban en el tiempo. Sin embargo, este papel inicial ha evolucionado a lo largo del tiempo hacia aspectos mucho más sofisticados y tecnológicos. La incorporación de materiales más seguros y adecuados que proporcionan el ambiente adecuado para preservar el alimento y evitar su deterioro ha facilitado el aumento de su vida útil. En la actualidad, algunos envases han dejado de ser una mera barrera física y se han convertido en sistemas activos que interactúan con el producto.
Cuentan con materiales o sistemas activos de control de parámetros como humedad o contenidos de gases, o bien destacan por tener sustancias bacteriostáticas que impiden el crecimiento de microorganismos. Además, el desarrollo de envases inteligentes permite evaluar y transmitir en todo momento la calidad organoléptica y sanitaria del alimento y vigilarlo durante su conservación a través de sensores. Y no solo los conservan y vigilan, sino que también los mejoran y hacen posible alcanzar, en el momento deseado, las condiciones de refrigeración/calentamiento óptimas para su consumo. Pero este desarrollo tecnológico parece haber encontrado en los envases comestibles un excelente ejemplo para imitar: la propia naturaleza.
La historia de las latas para bebidas comienza durante la primera década del siglo XX, cuando se realizaron los primeros intentos de envasar cerveza en lata, un envase que, según sus impulsores, podría conllevar grandes ventajas de resistencia, fácil transporte, comodidad y ligereza. Sin embargo, y en paralelo a las ventajas, se apuntaban algunas dudas, como que un envase metálico fuera adecuado para la cerveza, lo que retrasó su desarrollo. Los principales obstáculos se debían a la interacción entre el contenido y el material metálico y a la dificultad de encontrar un cierre capaz de soportar la presión interna. Salvados los inconvenientes iniciales, la primera lata de cerveza comercial se desarrolló a principios del año 1935 en una pequeña cervecería de Nueva Jersey, que en unos pocos meses multiplicó sus ventas por cinco. La lata, que tenía cuello cónico, contaba con una gran superficie decorable, lo que permitía atractivos diseños que la diferenciaban de sus competidores.
Tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se detuvo el creciente desarrollo de la lata de cerveza, llegó la normalidad y, junto con ella, los refrescos envasados en lata, sobre todo de cola, en el mercado norteamericano. El objetivo era popularizar el consumo de estas bebidas en actividades de ocio al aire libre, algo que pronto ocurrió y se convirtió en todo un icono cultural.
La lata para bebidas es, desde sus inicios, un elemento en constante evolución cuyos cambios, salvo algunas excepciones, han sido inapreciables para el consumidor. Desde las primeras latas de cuello cónico con tapón de rosca o corona a las tapas planas de aluminio de fácil apertura en todo momento, este objeto ha ido en constante evolución en cuanto a materiales y procesos de fabricación, además de mejorar su comportamiento medioambiental. Ha llegado a ser, con gran diferencia, el envase para bebidas más reciclado en el mundo. Uno de los avances claves ha sido la introducción de la anilla que no se separa de la tapa. Así se eliminaba una pequeña pieza de metal, que podría tragarse o contaminar el medio ambiente.
El paso siguiente fue agrandar el agujero de apertura para que la bebida pudiera consumirse directamente a tragos y facilitar su consumo. Pero la evolución de la lata como envase no ha terminado. Además de transportar y proteger la bebida, los refrescos en este caso, el envase es capaz de enfriarla y proporcionar un producto en su punto óptimo de consumo.