Hace unos días, la Agencia de Inspección Alimentaria de Canadá retiró del mercado una serie de productos tras detectar un error en el etiquetado. Eran semillas de albaricoque que se comercializaban enteras y en forma de harina. En principio esta noticia no parece tener nada de particular y, de hecho, pasó desapercibida. No es de extrañar. A diario se apartan de la venta cientos de productos en todo el mundo por razones similares. Sin embargo, este caso merece especial atención. Y por varios motivos. Veámoslo.
En los albaricoques, la semilla se encuentra encerrada en el interior del hueso, así que normalmente no podemos verla. Si se dan las condiciones idóneas para que germine, el hueso se separa en dos mitades y entonces la semilla sí es fácilmente visible y accesible. En ese caso podremos apreciar que se parece mucho a una almendra de tamaño pequeño y, más en concreto, a una almendra amarga, ya que ambas comparten ese sabor. Esto no es casualidad. Se debe a que contienen una sustancia llamada amigdalina.
Cuando masticamos o trituramos una almendra amarga o una semilla de albaricoque, conseguimos poner en contacto la amigdalina con una enzima denominada emulsina que la rompe en tres moléculas más pequeñas: una de ellas es un azúcar (D-glucosa); la otra, benzaldehído, que aporta ese sabor amargo; y el tercer compuesto es ácido cianhídrico, también conocido como cianuro de hidrógeno, muy popular debido a su elevada toxicidad.
Muchas personas saben que esta sustancia se asocia a las almendras amargas y que, por eso, no es recomendable consumirlas. Pero no es tan conocido que la amigdalina también está presente en otras semillas, como la de manzana o la de pera, aunque es en la de albaricoque donde se halla en altas concentraciones, lo que hace que su consumo sea potencialmente peligroso para la salud. Probablemente esa sea la razón por la que esta fruta se conoce en algunas zonas con el nombre de «matachicos».
Hay que aclarar que el consumo de albaricoques es seguro y saludable. Son las semillas las que plantean problemas de toxicidad. De hecho, su ingesta ha provocado numerosos casos de intoxicación en todo el mundo, motivo por el cual está prohibida su venta en lugares como Australia o Nueva Zelanda. En Europa el riesgo asociado al contenido de cianuro en estas semillas no estaba categorizado hasta hace pocos años. En 2016 la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) publicó un informe en el que se detallaban varios aspectos sobre este tema.
De este modo pudimos conocer que el contenido de cianuro en las semillas de albaricoque varía mucho entre las que son dulces (donde es bajo) y las que son amargas (donde es mucho más alto), de manera que la concentración media es de 3,8 g/kg. Conocer este dato es fundamental, ya que los efectos tóxicos dependen en gran medida de la dosis. Así, una persona adulta puede sufrir una intoxicación aguda con tan solo consumir tres semillas pequeñas o menos de la mitad de una grande, mientras que para un niño sería suficiente una sola semilla de pequeño tamaño.
Los síntomas que se manifiestan en estos casos son variados: náuseas, dolores de cabeza, musculares y articulares, fiebre, insomnio, nerviosismo o letargo. Además, si la cantidad de semillas ingerida es excesiva (en torno a 100 unidades en el caso de una persona adulta) puede llegar a provocar la muerte.
A pesar de todos estos datos, quizá sorprenda saber que en Europa y en otros países como Canadá la venta de estas semillas está permitida. Eso sí, para evitar los riesgos mencionados, la legislación establece unos límites máximos que, en el caso de Europa, se encuentra en 20 mg de cianuro por cada kilo de semilla (recordemos que la concentración media es de 3.800 mg/kg). Es decir, solo se permite la venta de semillas con baja concentración de cianuro, que tradicionalmente se han empleado para hacer productos como el persipán, una masa elaborada a partir de azúcar y harina de semilla de albaricoque que se emplea a veces en repostería como sucedáneo del mazapán debido a que es más barato.
En cualquier caso, el uso de estas semillas en la cocina es prácticamente anecdótico, por lo que llama la atención que en los últimos años su venta haya aumentado de forma significativa. Esto se explica porque se comercializan como supuesto remedio contra el cáncer, debido a su contenido en amigdalina.
No curan el cáncer
La amigdalina se conoce en el entorno médico como laetrilo. Esta sustancia se empleó hace años como posible tratamiento contra el cáncer, pero, dados sus efectos adversos y, sobre todo, su falta de eficacia, no fue aprobada para este fin por organismos como la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA). Sin embargo, su fama como supuesto agente terapéutico aún perdura en la actualidad y es aprovechada por algunas empresas que comercializan esta sustancia bajo diferentes nombres (amigdalina, laetrilo, vitamina B17) y con distintos formatos (semillas de albaricoque, cápsulas, gotas, etc.).
Muchas de las compañías que venden semillas de albaricoque con estos fines publicitan su alto contenido en amigdalina, así que es de suponer que no respetan los límites máximos establecidos por la legislación para este producto. En muchos casos llegan a recomendar un consumo de entre 10 y 60 semillas al día, con el riesgo que eso supone para la salud (recordemos que la dosis letal para una persona adulta se halla en torno a las 100 semillas). En el caso que abre este artículo se aconsejaba la ingesta diaria de 10 semillas, con la especificación de no tomar más de tres por hora, pero esta dosis es suficiente para provocar una intoxicación aguda. Así pues, este fue el motivo que llevó a las autoridades sanitarias canadienses a retirar este producto del mercado.
En definitiva, nos encontramos una vez más con un supuesto remedio contra el cáncer que se suma a una larga lista en la que abundan los alimentos: jengibre, limón, brócoli, guanábana, cúrcuma, té verde… En principio, la mayoría de estos productos son inocuos, pero no hay evidencias de que tengan efectividad alguna contra el cáncer.
Depositar demasiada fe en la utilidad de estos remedios puede llevar a la idea de abandonar tratamientos médicos que sí tienen fundamento y efectividad. En el caso concreto del que hablamos, nos encontramos ante algo mucho más grave, ya que las semillas de albaricoque, además de no ser efectivas, pueden suponer un serio riesgo para la salud debido a su contenido en cianuro. Por eso, en esas situaciones, más que en ninguna otra, conviene acudir a fuentes de información rigurosas y tener presente que, si algo parece demasiado extraordinario como para ser verdad, probablemente no lo sea.