Desde hace más de una década, las asociaciones de amigos del pueblo saharaui y otras ONG organizan programas de acogida de menores en verano. El objetivo es alejar a los pequeños de las altas temperaturas del desierto, proporcionarles una buena alimentación y, en el caso de los niños y niñas que viven en entornos contaminados por el escape de la central nuclear de Chernobil, alejarles de estas zonas para reforzar su sistema inmunológico. El proceso de selección de los menores suele comenzar en febrero en el mismo lugar donde residen, aunque la elección de las familias se inicia en octubre. Antes de ser admitidas deben asistir a diversas charlas y someterse a varias entrevistas para demostrar su compromiso con esta iniciativa. Posteriormente, corren con la mayor parte de los gastos de transporte y manutención de los pequeños, lo que ha llevado a las asociaciones que gestionan estos programas a reclamar subvenciones más generosas para una iniciativa de la que cada año se benefician más de 10.000 pequeños.
Objetivos del programa
Casi 10.000 niños y niñas saharauis han participado este verano en el programa ‘Vacaciones en Paz’, una iniciativa puesta en marcha por las asociaciones de amigos del pueblo saharaui hace 15 años para que los menores viajen y permanezcan en España durante los meses de julio y agosto. Los pequeños, entre 6 y 12 años, conviven este tiempo con familias de acogida, lo que les permite, según explica el presidente de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Cáceres, Antonio Hernández, “alejarse del verano tan caluroso del desierto, donde se alcanzan temperaturas de hasta 50 grados a la sombra”. Una vez en España, los menores pasan revisiones pediátricas, aunque, precisa Hernández, “no son niños enfermos”. Se trata, más bien, de niños con problemas nutricionales a los que su permanencia en el país les permite mantener una correcta alimentación y reforzar su sistema inmunológico.
El programa Vacaciones en Paz está enfocado como “un premio a los niños que sacan buenas notas”, explica el presidente de la Asociación en Cáceres. Por ello, la selección de los participantes se realiza en el lugar de origen, los campos de refugiados del Sáhara. A los seleccionados se les permite repetir la experiencia durante un periodo de cuatro años. “Posteriormente, las familias de acogida suelen mantener el contacto con ellos y les envían dinero”, añade Hernández.
Otras asociaciones, como la Asociación benéfica Miguel Vacas, se dedican a la organización de programas de acogida de niños y niñas de la región de Kiev afectados por el escape de la central nuclear de Chernobil. La Asociación ha gestionado este verano la llegada a diferentes puntos del país de 204 pequeños, entre seis y trece años, para los que se busca “ofrecerles unas vacaciones, un espacio de ocio y recuperación”, subraya su presidente, Juan Antonio Luna. En este caso, el 90% de los niños residen en orfanatos de Ucrania
“El 90% de los niños residen en orfanatos de Ucrania”
También la ONGD Asociación Chernobil trabaja desde hace una década con menores víctimas de la catástrofe nuclear que viven en entornos contaminados. En total, este verano ha gestionado la llegada al País Vasco de 315 menores entre seis y diecisiete años. La mayoría de edad es el límite para participar en esta iniciativa, “puesto que con dieciocho años mucho de ellos comienzan sus estudios universitarios y deben realizar la prueba de selectividad en verano”, matiza el tesorero de la asociación, Enrique Angulo. En este caso, el acogimiento estival se desarrolla desde finales de junio hasta finales de agosto, “coincidiendo más o menos con la recomendación de la Organización Mundial de la Salud de abandonar ese entorno contaminado 40 días al año para reforzar el sistema inmunológico y estar preparados para tener un invierno con defensas más fuertes”.
Muchas de las familias aprovechan estas semanas de acogida en otras familias para realizar a los pequeños revisiones dentales y vigilan, sobre todo, la alimentación. Así lo refleja Juan Antonio Luna: “Los niños crecen en verano entre uno y dos centímetros y engordan de tres a cuatro kilos. El aspecto físico de los niños y niñas cuando llegan el primer año es totalmente diferente al de los años siguientes. En España mejora su calidad física y psíquica. Pasar tres meses aquí y salir del orfanato, de un centro en blanco y negro, les merece mucho la pena”. “Por ello -agrega Angulo- la idea es no tener límite en cuanto al número de niños y niñas. Lo que suele hacerse es traerles a todos en un vuelo charter, pero si es necesario que otros niños vengan en vuelos regulares, se hace”.
Proceso de selección
Los trámites para acoger a uno de estos niños durante el verano comienzan entre septiembre y octubre. En estas fechas, las familias interesadas acuden a charlas informativas en las que, según explica Enrique Angulo, “se marcan las condiciones en que vienen los niños y se resuelven las dudas de las familias”. “Posteriormente -continúa-, se realiza una reunión individual con las familias, en la que éstas plantean sus dudas particulares, se mantiene una reunión más con toda la familia y el entorno que va a cuidar del menor y, por último, se procede a la formalización del papeleo y a la firma de un compromiso, por parte de las familias, de que no van a iniciar trámites de adopción de los chavales mientras dure su estancia aquí”.
Desde el principio, a las familias se les aclara que el programa de acogimiento “no es un proceso de adopción”, aunque Juan Antonio Luna asegura que este tipo de iniciativas “han sido utilizadas por algunas familias para probar si les gusta un niño y luego adoptarle”. “Cuando acogen niños que viven en orfanatos piensan que puede ser más fácil adoptarles, pero éste no es el fin. Es cierto que de los 3.000 niños que han venido a España dentro de nuestros programas, unos 300 han sido al final adoptados,
“De los 3.000 niños que han venido a España, unos 300 han sido adoptados”
Las familias que acogen por primera vez suelen tener más facilidades para mostrar sus preferencias respecto a la edad o el sexo de los niños, pero tampoco es una elección a la carta. Posteriormente, algunas asociaciones viajan hasta el lugar de origen de los menores para seleccionar a los participantes o, en el caso de los niños saharauis, es un departamento creado específicamente para este fin el que elige a los pequeños. En el caso de la Asociación Chernobil, miembros de ésta viajan hasta Kiev y, con la ayuda de asociaciones locales, conocen a los candidatos, les visitan en su entorno y certifican que los niños cumplen tres requisitos: contar con el carné de Chernobil que acredita que son afectados por el escape de la central nuclear, querer participar en el programa y, tras visitar su vivienda, constatar que la familia no tiene medios económicos para pagar un viaje a un lugar o centro sanitario fuera del entorno contaminado, como recomienda la OMS.
En cuanto a las familias no existe un perfil definido. La mayoría son matrimonios con hijos, que acogen a niños y niñas de edades similares a estos, pero también hay matrimonios o personas solteras sin hijos, matrimonios mayores que se han quedado solos porque los hijos ya no viven con ellos o personas viudas. “El principal requisito que les pedimos es que valoren suficientemente el programa y que se puedan dedicar a los chavales”, especifica Enrique Angulo. Todas ellas deben hacer frente al coste del traslado en avión (entre 350 y 600 euros), aunque se les suele devolver una cantidad (como máximo el 50% del coste) gracias a las subvenciones recibidas desde las instituciones. También es posible que las asociaciones que gestionan los programas les pidan que colaboren en la venta de papeletas de lotería u otros productos, como fuente de financiación. En este sentido, Angulo considera que “son necesarias más subvenciones, porque la mayoría de las ayudas van dirigidas a programas de cooperación”, mientras que Juan Antonio Luna recuerda que con más dinero se podría traer a una mayor cantidad de niños: “Actualmente viven en orfanatos en Ucrania unos 100.000 niños, de los que cada año sólo llegan a España unos 200”.
Una experiencia única
Lo habitual es que la experiencia de acogida resulte positiva para ambas partes y que los niños regresen el verano siguiente con la misma familia. Los que no lo hacen, precisa el tesorero de Asociación Chernobil, “no es porque la experiencia haya sido negativa, sino porque hay algunos niños a los que les cuesta más adaptarse, cada menor es un mundo y siempre puede surgir algún problema de adaptación, aunque la asociación tenga un cuidado exquisito al tratar de encajar a cada niño en una familia. Además, puede ser que las circunstancias de una familia varíen y al año siguiente no puedan hacerse cargo del niño”. Respecto a la comunicación y los problemas de idioma, “los niños saharauis aprenden español en su lugar de origen, por lo que cuando llegan a España tienen nociones del idioma”, señala Antonio Hernández, mientras que el resto tarda apenas dos semanas en aprender alguna palabra. Durante este tiempo, se aprovecha también para enseñar a los pequeños las normas de la nueva casa, “ya que los primeros días suele ser habitual que quieran hacer un poco lo que les apetece”, añade Angulo.
Mientras dura la estancia en España, a las familias se les pide que estén localizables por si surge algún problema. Además, a las familias novatas se les asigna una familia veterana para que les ayude a resolver sus dudas, se realiza un seguimiento de cada caso y se organizan actividades conjuntas como paseos por la playa, excursiones a la piscina, ludoteca, patinaje o marchas al monte. “Se suele aprovechar el fin de semana para que las familias también acudan, puesto que son actividades recomendables tanto para los niños, que se relacionan con otros chavales que hablan su mismo idioma, como para los padres, que comparten sus experiencias con otras familias”, concreta Angulo, quien se refiere al programa como “una experiencia muy enriquecedora para todos, pero sobre todo para los chavales, que en su lugar de origen viven en un entorno bastante gris y aquí aprenden a compartir las tareas domésticas y un montón de valores más que desconocen”.
Una vez concluido el programa de verano, durante el resto del año se organizan viajes de las familias de acogida a la zona donde viven los niños para ser testigos de cómo viven y cuál es su entorno social. “La experiencia se convierte en algo único, porque se genera una solidaridad muy importante y se conoce de cerca la problemática de estos niños”, señala Enrique Angulo. Incluso la Asociación benéfica Miguel Vacas organiza desde 1998 un programa de acogida en Navidad, después de que un grupo de familias así lo reclamara. En este caso los gastos de viaje corren íntegramente por cuenta de las familias. El programa se desarrolla del 20 de diciembre al 20 de enero, cuando los niños tienen vacaciones. “Pedimos a la Administración de Ucrania que les dejen acudir a España una semana antes de las vacaciones y permanecer una semana más”, concreta Juan Antonio Luna, quien confía en que cada vez más personas “se den cuenta de que hay mucha gente que vive peor que nosotros y a los que podemos ayudar”.
Teléfonos de contacto:
- Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Cáceres, 626 250 249.
- Asociación benéfica Miguel Vacas, 957 51 65 00.
- Asociación Chernobil, 670 419 078.