Sonríe con la mirada. Ana Cárcamo es una mujer dulce cuyos ojos desprenden un brillo especial al hablar del norte de India. Coordina los proyectos de Manos Unidas en esta región y ha viajado varias veces a la zona, por ello conoce bien la situación de las mujeres a quienes apoyan, los niños y las comunidades en general. En esta entrevista, habla de todas estas realidades para recordar que todavía hoy la intocabilidad permanece intacta, pese a que se abolió en 1950, una situación que condena a más de 160 millones de personas a malvivir “en condiciones de marginación y opresión”. Entre ellas, los menores son los más vulnerables, a menudo “expuestos a enfermedades, riesgos y peligros, como mafias, tráfico de drogas, abusos sexuales o redes de prostitución”. Hace apenas unas semanas, Manos Unidas se comprometió a aportar 130.000 euros para la adquisición de un edificio que permitirá dar un nuevo hogar a 140 niños y niñas de la calle. Ana Cárcamo recuerda, además, la importancia de apoyar a la mujer para asegurar el futuro de los pequeños y mejorar su escolarización. “Trabajar por y con la mujer es trabajar por la aldea entera”, subraya.
Tan solo ocho estados indios concentran más personas pobres que los 26 países africanos más pobres juntos, según el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), que revela que en Bihar, Chhattisgarh, Jharkhand, Madhya Pradesh, Orissa, Rajasthan, Uttar Pradesh y Bengala Occidental viven 421 millones de personas pobres. Por ello, desde Manos Unidas llevamos más de 50 años trabajando por cambiar esta injusta realidad, apoyados en el permanente análisis de la realidad y de los resultados que vamos obteniendo de las experiencias de cooperación.
Más de 160 millones de personas en India consideradas intocables e impuras carecen de derechos cívicos y malviven en condiciones de marginación y opresión. Están llamadas a realizar los trabajos más sucios y duros, como limpiar alcantarillas, enterrar a los muertos, barrer las calles, etc. No pueden mezclarse con otras castas y su condición se determina por el nacimiento; la familia en la que nace cada individuo marca la casta a la que ha de pertenecer durante toda la vida. El sistema de castas se basa en la ley del karma, según la cual, toda acción tiene un efecto positivo o negativo y decidirá la casta en la que se nacerá en la siguiente vida. A grandes rasgos, existen cuatro: en el escalafón mas alto, los sacerdotes, llamados a interpretar los textos sagrados; los guerreros y nobles; mercaderes y negociantes; y los campesinos, obreros y artesanos. Estas cuatro castas se dividen a su vez en subcastas y, fuera de esta división, están los intocables o dalits.
“La intocabilidad, aunque abolida por la Constitución india de 1950, se sigue practicando hoy en día”
La intocabilidad, aunque abolida por la Constitución india de 1950, se sigue practicando hoy en día. Así, a los dalit se les niega la propiedad de la tierra, trabajan en condiciones degradantes y soportan la violencia de las castas superiores. En las aldeas, viven a las afueras de los poblados, separados del resto de las castas, en chabolas de adobe y muchas veces no pueden sacar siquiera agua del pozo común. Trabajan como jornaleros para terratenientes en condiciones de semiesclavitud, sin derechos ni contratos, y recibiendo a cambio salarios ínfimos. En las grandes ciudades, se hacinan en los barrios marginales o slums, aislados y abandonados por las autoridades públicas, en casas de metal y cartón carentes de las mínimas condiciones de higiene y salubridad y malviven con la venta de basuras que recogen.
Aproximadamente dos tercios de los dalits son analfabetos y alrededor de la mitad son campesinos sin tierra. Solo un 7% dispone de agua potable, electricidad y retretes. Y también son dalits la mayor parte de los 40 millones de trabajadores forzados, que trabajan como esclavos para pagar sus deudas, incluidos 15 millones de niños. Aunque India ha procurado superar las desigualdades adoptando medidas de discriminación positiva -como la fijación de cuotas en la educación, en la Administración y en las instancias políticas-, lo cierto es que esos paliativos solo benefician a unos pocos.
Varanasi, la ciudad más sagrada del hinduismo y centro de peregrinación, alberga en contraste más de 200 slums o barrios marginales, algunos organizados a lo largo de las vías del tren, que esconden una realidad atroz, con miles de niños que malviven en sus aledaños y subsisten con la venta ambulante, en el mejor de los casos. Los habitantes de los slums son, en su mayoría, descastados y tribales (o población aborigen), emigrantes de otros estados de India y Bangladesh. Muchos son analfabetos y viven en unas condiciones higiénicas pésimas, se dedican a la recogida y venta de basura y desechos, y algunos consiguen trabajo como conductores de rickshaws. Los menores son el colectivo más vulnerable, expuestos a enfermedades, riesgos y peligros, como mafias, tráfico de drogas, abusos sexuales, redes de prostitución, etc.
“Los niños son los más vulnerables en los slums, expuestos a enfermedades, riesgos y peligros, como mafias, tráfico de drogas, abusos sexuales o redes de prostitución”
DARE se creó en 2010 bajo el paraguas de la congregación IMS (Indian Missionary Society-Sociedad India de Misiones) para atender y apoyar a estos niños, rescatándoles de la calle y alojándoles en su centro o devolviéndoles en su caso a su hogar e insertándoles en el sistema de educación formal, para darles la posibilidad de un futuro mejor. Manos Unidas colabora con DARE en un programa de educación y reinserción durante tres años, que incluye la acogida y escolarización de 50 niñas, la creación de un centro de apoyo y coordinación en la propia estación, el acompañamiento y clases de alfabetización a 50 pequeños que malviven en las vías del tren, así como la mejora de sus condiciones sanitarias. Asimismo, 120 niños y niñas serán devueltos a sus familias de origen. El proyecto está beneficiando directamente a 220 niños y niñas.
Muchas son huérfanas o han sido abandonadas por sus familias. Otras habitan en el barrio de chabolas que se extiende a lo largo de las vías del tren. En ambos casos, se enfrentan a una situación de abandono, exclusión social, soledad… Malviven del robo y muchas caen en redes de prostitución y drogas. Por falta de un entorno estable, así como de una alimentación básica, sufren desnutrición y todo tipo de problemas de salud. A pesar de su corta edad, ya han sido víctimas de todo tipo de abusos físicos y psíquicos.
Estas niñas han vivido situaciones tan dramáticas y complicadas, que solamente el amor y la constancia del trabajo de DARE pueden lograr su reinserción. No están acostumbradas a horarios ni disciplina, por lo que muchas huyen del centro para volver tiempo después. Es un trabajo lento y duro, pero que poco a poco va logrando cambios en ellas. La mayoría continúa con DARE, estudiando en colegios de los alrededores y viviendo, por fin, una infancia feliz. Pueden, por primera vez en sus vidas, ser niñas.
Aquellas niñas que tienen familia mantienen el contacto con ella. En este sentido, las puertas de DARE están siempre abiertas para estos familiares.
Durante estos últimos cuatro años, DARE operaba en un edificio cedido por la Diócesis (inicialmente para dos años), y en julio tenían que abandonarlo. El equipo de DARE ha encontrado un edificio que se adapta a sus necesidades, cerca de la estación de Varanasi, con 232 metros cuadrados, una planta baja y un sótano, con posibilidad de construir más plantas superiores en el futuro. Con este proyecto de Manos Unidas a DARE, se beneficiará a unos 140 niños en edades comprendidas desde los 3 hasta los 16 años, quienes viven en las vías del tren. De ellos, se prevé que 50 sean acogidos en régimen de internado, 50 en acogida temporal y el resto asistirán a los distintos programas y cursos que DARE organice en el centro.
* Las personas interesadas en colaborar con el proyecto de DARE pueden realizar sus aportaciones en la cuenta corriente ES08 0030 1008 5408 6506 5273, con la referencia o concepto INDIA 67948.
DARE inició su andadura hace cinco años, por lo que aún no tienen casos de niñas que hayan cumplido la mayoría de edad. Pero con la preparación y formación que están recibiendo, además de la autoestima, la seguridad y el amor que se respira en su centro, esperan que puedan llevar una vida digna, encontrar un empleo estable. El centro es como una gran familia, donde todos cuidan de todos.
Ellos son el pilar. La cercanía y el trabajo constante de su director, Father Abhi, y de la coordinadora, Sister Manju, con los niños, familias y comunidades, hacen que los resultados obtenidos sean cada vez más provechosos. Recibir educación les conduce a querer y desear ser actores de su desarrollo y seguir educándose, siendo a su vez ejemplo para otros niños que cada vez se muestran más abiertos y confiados a conseguir una nueva vida a través del programa de inserción. El amor y el cariño con que ambos tratan a los niños y niñas, la pasión que ponen en su trabajo y su dedicación exclusiva a esta causa son la garantía del éxito del programa.
En India hay 906 mujeres por cada 1.000 hombres. Este índice inverso de sexos también se da en China y Vietnam, pero mientras en estos dos países se debe a la política gubernamental de un solo hijo (China) y dos (Vietnam), en el caso indio se debe a una cuestión social y cultural. Por tradición, en la familia india, es el hijo varón mayor quien se queda en la casa paterna y cuida de sus padres. Las hijas suponen una carga económica enorme, ya que para casarlas tienen que darles una gran dote, fruto de negociaciones con la familia política. Una vez casada, pasa a ser propiedad de la familia política y su única oportunidad de salir de esa situación es tener un hijo, que la mantendrá en su vejez. Tener una niña supone una carga y, en familias pobres, muchas veces la ruina, lo que provoca la práctica del feticidio e infanticidio femenino y no invertir nada en su educación. Por otra parte, la mujer en India en general, y en la India rural en particular, tiene una carga de trabajo enorme, y todo esto sin tener ninguna capacidad de decisión.
Por ello, las mujeres son un colectivo prioritario para Manos Unidas. Apoyamos proyectos dirigidos al cambio y a la concienciación, que se inician con una primera fase, en la que se intenta que las mujeres se unan en grupos, intercambien sus problemas y se empiecen a dar cuenta de que no están solas y de que juntas podrán resolver estos problemas, comunes a todas ellas. A partir de aquí, empiezan a tomar conciencia de su situación y a intentar cambiarla. Se les conciencia sobre la importancia de la educación, de que sus hijos vayan a la escuela, de que ellas mismas se alfabeticen y, finalmente, comienzan a ahorrar, a establecer un sistema de préstamos entre las miembros del grupo para que, con esos préstamos a bajo interés, puedan iniciar actividades generadoras de ingresos y contribuir así a mejorar su economía. Uno de los principales problemas de estos grupos es que no tienen acceso al crédito oficial, ya que los bancos exigen garantías y avales que no pueden presentar, de ahí que recurran a usureros prestamistas que les cobran intereses elevadísimos que nunca pueden devolver y les convierte en semiesclavos de por vida.
En nuestros viajes al terreno, hemos podido comprobar el éxito de este tipo de proyectos, los logros que se alcanzan y las diferencias entre unas aldeas en las que ya se han iniciado programas de animación y otras en las que todavía no. En las aldeas intervenidas, las mujeres son libres de reunirse y de expresarse, y al aportar ingresos a la economía familiar, están mejor consideradas socialmente. Las aldeas contaban con sistemas de alcantarillado y agua potable, gracias a la presión de los grupos de mujeres, las escuelas públicas funcionaban correctamente y la mayoría de los niños estaban escolarizados. Funcionaban los programas de salud, las mujeres sabían leer y escribir, participaban en los sistemas de gobierno locales. Son cambios lentos pero muy profundos, que para ellas suponen una esperanza de futuro, sobre todo para sus hijos e hijas.
Sin duda. Ellas son fuertes, valientes y solidarias. Trabajar por y con la mujer es trabajar por la aldea entera.
El trabajo que Manos Unidas lleva a cabo en India es amplio, ya que en sus objetivos está la mejora de la calidad de vida en varios ámbitos. Las líneas generales que se apoyan son:
- Educación formal, primaria y secundaria. Construcción y equipación de escuelas e internados, que facilitan la educación a estudiantes de zonas muy alejadas, junto con formación técnico-profesional para facilitar empleo y generación de ingresos.
- Salud. Apoyo a programas de salud comunitaria, prevención, formación de promotores de salud y construcción y equipamiento de dispensarios rurales.
- Agricultura. Programas de irrigación y de mejora en el aprovechamiento del agua (“watersheds”), mejora de la producción agrícola y ganadera (capacitación, organización, crédito); programas de formación en derechos.
- Social. Programas de desarrollo integral en zonas rurales, animación, concienciación y organización comunitaria; viviendas, infraestructuras comunitarias (pozos y suministros de agua, centros comunitarios, puentes, etc.).
- Mujer. La equidad de género es un eje transversal en todos los proyectos. El principio de cooperación aceptado que dice que “si desarrollas a una mujer, desarrollas a toda una familia”, se constata en India, donde Manos Unidas mejora su situación económica, social, educativa y sanitaria y su papel en la comunidad.