Casi siete de cada diez personas que viven en la calle no tienen acceso al sistema de salud. La única vía por la que acceden a la atención sanitaria es el servicio de urgencias de un hospital. El deterioro físico y psíquico que padece gran parte de las “personas sin techo” es tanto una causa como una consecuencia de la vida en la calle. Sin embargo, aunque esta circunstancia parece constatada, las soluciones para remediarla son escasas. Algunas organizaciones y centros que atienden a este grupo disponen de unidades móviles o profesionales médicos que recorren las calles para prestar una atención personalizada, pero reclaman la implicación de todos los sectores sociales para derribar las barreras de acceso a la cobertura sanitaria, que es un derecho de todos los ciudadanos y ciudadanas. Entre otras cosas, piden horarios más flexibles en la atención médica y un incremento de los espacios de recuperación de las personas convalecientes.
Enfermedades más frecuentes entre las personas sin techo
Los problemas de salud pueden ser una causa de exclusión o un efecto de la misma. Se estima que en la Unión Europea hay unos 3 millones de personas sin hogar y otros 15 millones que habitan en viviendas precarias. De ellas, casi siete de cada diez (66%) no tienen acceso al sistema sanitario y, en la mitad de los casos (51%), la atención médica que reciben es deficiente. Así lo destacan los organizadores del Día de los Sin Techo -que se celebra hoy-, quienes han elegido como lema “Por una salud digna para todos”. El objetivo es llamar la atención sobre la situación de vulnerabilidad de las personas que viven en la calle o en infraviviendas. “Lo que estamos reclamando no es el derecho a la salud, que es un derecho reconocido en la Constitución, sino el acceso a la salud”, aclara el responsable del programa Personas sin Hogar de Cáritas Española, Sergio Barciela.
Según los datos de la Campaña Sin Techo, quienes carecen de un hogar ven reducida su esperanza media de vida en 20 años, con respecto al resto de la población. No obstante, el acceso al sistema de salud no está garantizado ni para quienes carecen de un espacio físico para vivir o duermen en albergues nocturnos (personas sin techo), ni para quienes tienen un alojamiento pero, por razones económicas u otras barreras sociales, no consiguen que éste obtenga el calificativo de “digno” (personas sin hogar). “El auténtico problema que denunciamos es la exclusión social residencial. Las personas sin hogar viven una auténtica negación del derecho a la salud. Tienen 50 veces más problemas de salud que el resto y éste es un dato muy preocupante”, precisa Barciela.
En España, la salud es un derecho básico desarrollado en la Ley General de Sanidad de 1986. Por lo tanto, todas las personas deben tener garantizado este derecho, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define como un “estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de dolencia o enfermedad”. Esta definición implica que todas las necesidades sanitarias de las personas deben estar cubiertas, así como la universalidad, gratuidad y acceso al sistema de salud. “Sin embargo, el estado de salud en los hogares que se encuentran en situación de pobreza es malo (30, 8%) y muy malo (32%)”, denuncian los impulsores de la Campaña Sin Techo.
Problemas de salud física, abuso de sustancias y problemas de salud mental
En cuanto a las enfermedades que padecen las personas sin techo y sin hogar, éstas se relacionan con problemas de salud física, abuso de sustancias y problemas de salud mental. En el primer caso, se considera que este grupo sufre entre 2 y 50 veces más problemas de salud físicos que la población en general. Los más frecuentes son: heridas no tratadas (úlceras), lesiones físicas, enfermedades respiratorias (bronquitis, asma), de la piel (pediculosis y sarna), de huesos, cardiacas, problemas dentales y de pies.
Las personas sin hogar ven reducida su esperanza media de vida en 20 años, con respecto al resto de la población
Respecto al abuso de sustancias, el consumo de alcohol (40,8%) es uno de los que más preocupa, puesto que las consecuencias que acarrea son enfermedades tan graves como hepatitis, cirrosis alcohólica y pancreatitis alcohólica. Incluso, aumenta el riesgo de padecer tuberculosis y hepatitis. Además, el 41,5% ha consumido alguna vez drogas, especialmente, marihuana (48,5%) y cocaína (19,4%). La heroína, considerada tradicionalmente una “droga marginal” es consumida por un 5,8% de las personas que viven en la calle. Por último, los problemas de salud mental afectan a entre un 25% y un 35% de las personas sin hogar. La tasa de prevalencia es casi el doble entre las mujeres y las enfermedades más comunes son esquizofrenia, trastornos de personalidad, depresión y dificultades de aprendizaje.
Los hábitos y condiciones de vida del denominado “sinhogarismo” suelen implicar una dieta deficiente, poco descanso, falta de alojamiento y de higiene, lo que debilita el organismo y expone a las personas a un mayor número de focos de infección. La estigmatización, la discriminación, las agresiones que padecen en la calle, el desempleo y la dependencia de sustancias son otras circunstancias que agravan su situación y aumentan la incidencia de enfermedades, mayor en las mujeres (49,8%) que en los hombres (36,4%).
Barreras de acceso a los servicios sanitarios
La última encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre los centros que prestaron servicio a las personas sin hogar durante el año 2006, indica que éstos ofrecieron 13.033 plazas diarias de alojamiento, con una ocupación media del 83,1%. Respecto a las prestaciones más frecuentes que se ofrecen, revela que las habituales son información y acogida (80,6% de los centros), restauración (80,6%), alojamiento (76,1%) y orientación (73,1%). Nada de servicios de asistencia sanitaria.
Para Barciela, en la actualidad existe “una falta muy grande de recursos”, aunque también denuncia otras barreras como la falta de espacios de recuperación de las personas que padecen trastornos mentales. “Cuando una persona sin hogar está en un hospital y tiene que abandonarlo, no existen recursos de convalecencia que garanticen que pueda tener un seguimiento y una recuperación adecuada a su problema. Esto es un vacío fundamental”, denuncia el presidente de la Federación de Asociaciones de Centros para la Integración (FACIAM), Antonio Rodríguez.
El principal obstáculo es la ausencia de recursos para enfermos mentales (37%), situaciones administrativas legales (24%) y servicios sanitarios no adaptados (19%)
Las críticas más duras se dirigen hacia la inexistencia de sistemas públicos “adecuados” que garanticen el acceso a la salud de las personas que viven en la calle, pero tampoco se respaldan ni el presupuesto ni los recursos asignados a la Sanidad y que se consideran insuficientes. Además, se reclama una solución para aquellas personas que, por carecer de documentación legal, como las personas inmigrantes en situación irregular, no pueden acceder a los servicios sanitarios excepto a través del servicio de urgencias. “Se ven privados de un derecho social, no porque no esté reconocido en la Constitución, sino porque no se garantiza un acceso adecuado”, insiste Barciela.
La Campaña Sin Techo 2007 considera como principales barreras para el acceso a la salud la ausencia de recursos para enfermos mentales (37%), situaciones administrativas legales (24%), servicios sanitarios no adaptados (19%), falta de coordinación sociosanitaria (15%) y discriminación de los profesionales (5%). Asimismo, asegura que estas barreras tienen su origen tanto en el sistema de salud (91% de los casos), como en los profesionales (5%) y en las propias personas sin hogar (4%). “Las barreras son múltiples”, constata el presidente de FACIAM.
Desde el Sistema. La falta de información (3%) conlleva que las personas no sepan qué médico les corresponde, lo que dificulta el acceso al sistema sanitario. Además, quienes carecen de DNI o tarjeta sanitaria y no están empadronados sólo pueden acceder por la vía de urgencias. Por otro lado, el idioma (2%), los servicios sanitarios no adaptados (14%) -horarios inflexibles en atenciones médicas, ausencia de domicilio fijo para asignar un médico…- y la falta de coordinación sociosanitaria (11%) entre el sistema de salud y los servicios sociales tampoco facilitan una atención adecuada.
Desde los profesionales. Las organizaciones que trabajan con las personas sin hogar aseguran que, en algunas ocasiones, éstas no son atendidas debido a su aspecto físico (5%). El hecho de estar “mal aseados o sucios” complica la posibilidad de ser atendido por un facultativo, por lo que reclaman medidas para facilitar la higiene de estas personas, en lugar de rechazarlas.
Desde las personas. En ocasiones, las propias personas sin hogar son quienes carecen de interés por acudir al sistema sanitario, ya que sienten desconfianza hacia estos servicios. Esta desconfianza tiene su origen en experiencias negativas que han vivido con anterioridad y que les llevan a rechazar tanto la atención como los tratamientos que se les ofrece.
Medidas necesarias
Desde FACIAM, su presidente, Antonio Rodríguez, reconoce que ha habido una evolución tanto en los cuidados prestados por los servicios sociales como en los dispositivos de atención a personas sin hogar en general, pero hace hincapié en una reclamación histórica: un plan nacional para las personas sin techo. “Este plan -explica- debería garantizar una política integral, unir y coordinar las competencias regionales y locales, y garantizar un alojamiento a todas aquellas personas que, por diferentes circunstancias, se encuentran en situación de sinhogarismo”. “El autentico problema -prosigue Barciela-, es que al no existir este plan no hay un recuento de personas que viven en la calle”.
En este contexto, es preciso buscar alternativas. La citada encuesta del INE ya subraya que los centros de acogida y albergues no disponen de los recursos sanitarios ni del espacio suficientes para implantar servicios de convalecencia, por lo que cada vez más se apuesta por servicios itinerantes o campañas específicas “contra el frío”. Estas campañas se ponen en marcha en invierno, coincidiendo con la época de temperaturas más bajas, y permiten aumentar el número de plazas de acogida a personas que viven en la calle. Una vez que llegan a los centros, se aprovecha para que estas personas introduzcan en sus vidas una rutina (levantarse, ducharse, desayunar) y participen en talleres ocupacionales o retomen las relaciones con familiares y amigos.
Se pide un sistema de salud equitativo, acceso a los medicamentos, recursos residenciales intermedios y modos de intervención ligados a la calle
En cuanto a los servicios itinerantes, resultan muy útiles cuando las personas no muestran interés por acudir a estos centros. Los equipos itinerantes de calle se encargan de buscarles, generar un primer vínculo y crear la confianza necesaria para que finalmente accedan a un centro. Los itinerarios que se siguen suelen ser personales, según el estado de cada persona. No hay un protocolo común, puesto que cada situación es diferente. “Se trabaja de manera individual tratando de crear un vínculo y un trabajo personal”, afirma Barciela, que constata que el éxito de estos programas “es muy elevado”. “En uno o dos años se puede recuperar a la persona”, añade.
Las expectativas son menos positivas cuanto más tiempo lleva una persona en la calle. En estos casos, aumenta el riesgo de consumo de alcohol o droga, así como la posibilidad de padecer un trastorno mental, lo que dificulta la recuperación. Por ello, con ocasión del Día de los Sin Techo, se exigen medidas eficaces para garantizar un acceso al sistema de salud a todos y a todas, “especialmente a aquellas personas, ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho en situación de vulnerabilidad y exclusión”.
- A las autoridades públicas. Se les pide un sistema nacional de salud universal, gratuito y accesible, políticas en salud mental y contra la discriminación, y medidas legales que les permitan a las personas sin techo acudir a los centros de salud y tener acceso a los medicamentos.
- Al servicio de salud. Se le pide formación del personal sanitario en áreas como psiquiatría, psicología clínica, drogodependencias y alcoholismo, priorizar las citas de personas sin hogar, crear recursos residenciales intermedios y fomentar el tratamiento de enfermedades mentales con modos de intervención más flexibles y ligados a la calle, como los equipos itinerantes y una red de acompañantes para enfermos mentales.