La banca comunal es fundamental para numerosas familias de América del Sur. Sobre todo en estos países, organizaciones o comunidades se alían con las personas más necesitadas para prestarles una pequeña cantidad de dinero que les ayude a montar su propio negocio o a poner en marcha una actividad que genere ingresos.
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Los bancos comunales se aprovechan de las ventajas de la microfinanciación. Las personas de una comunidad que viven en condiciones de vulnerabilidad pueden solicitar microcréditos para emprender una actividad económica que les ayude a superar las dificultades. Para ellos supone una alternativa a los canales convencionales, que a menudo se les cierran.
Nuestras Huellas desarrolla su labor desde 2007 en Buenos Aires (Argentina). Promueve el desarrollo integral de las personas en sus comunidades mediante programas de finanzas solidarias. Apoya «acciones participativas, autogestivas y éticamente responsables» y se asienta en valores de solidaridad, libertad, autonomía, respeto por la diversidad, confianza y equidad.
Muchos bancos se organizan por barrios y en ellos se da prioridad a las mujeres emprendedoras
Entiende los bancos comunales como organizaciones de barrio que se autogestionan. El equipo mínimo es de siete personas (socios) y se da prioridad a mujeres que ya cuentan con un negocio en marcha. Cada socio recibe una línea de crédito de crecimiento progresivo, realiza un ahorro periódico y se le imparte capacitación. «El destino del crédito puede ser para fortalecer el emprendimiento o para mejorar la vivienda», precisa la entidad.
Control interno y externo
Este tipo de entidades cuenta con varios mecanismos de control que aseguran un funcionamiento correcto. En general, organizaciones sin ánimo de lucro asesoran a los socios y siguen sus operaciones. Es el caso de Economistas sin Fronteras, que en 2008 tomó parte en un proyecto de estas características en Perú. Además, Nuestras Huellas recuerda que cada banco cuenta con una organización interna, cuyo máximo órgano es la asamblea de socios.
Una mesa directiva conformada por tres socios con cargos rotativos coordina esta asamblea y la organización correspondiente es corresponsable del funcionamiento de la entidad, sobre todo, en el momento de puesta en marcha. De manera progresiva, los bancos toman las riendas para funcionar en solitario porque la clave es la autogestión. De este modo, a medida que se devuelven los préstamos, ahorran para poder conceder nuevos créditos.
También la Asociación Share España ha tomado parte en el proyecto Bancos Comunales para el Desarrollo Rural de Mujeres en Guatemala, en el departamento de Huehuetenango. La iniciativa ha prestado apoyo a 168 mujeres emprendedoras, a través de 14 bancos comunales destinados a poblaciones de extrema vulnerabilidad y marginalidad, con tasas elevadas de analfabetismo (87,5% de mujeres rurales), desnutrición crónica (superior al 80%) y pobreza extrema (superior al 90%). Se han organizado y formado grupos de mujeres con iniciativas microempresariales, «para que éstas inicien o fortalezcan una actividad productiva que les permita obtener rentabilidad o beneficios económicos». Con estos pagarán su capital financiado y los intereses, además de destinar una parte al ahorro propio.
Las comunidades dan lugar a diversas formaciones que buscan el beneficio de sus vecinos. Una fórmula clásica son los consejos comunales, frecuentes en diversos puntos de Sudamérica. En Venezuela, el Consejo comunal del Archipiélago de Los Roques se centra en el desarrollo de proyectos comunitarios y, en sus estatutos, reconoce la posibilidad de ejecutar un sistema microfinanciero y otorga a la asamblea de ciudadanos el estatus de “máxima instancia de participación”, conformada por los habitantes de la comunidad.
Entre sus acciones para conseguir sus fines, destaca el banco comunal como un órgano controlado por cinco habitantes de la comunidad, electos en la asamblea de ciudadanos y cuyas funciones pasan por administrar los recursos, promover la construcción de cooperativas, impulsar un presupuesto participativo, sensible al género, promover el fortalecimiento de las economías locales y otras formas alternativas y solidarias para el intercambio de bienes y servicios. Se entiende que este banco puede estar regido por un consejo comunal o una mancomunidad de consejos comunales, mediante la figura jurídica de cooperativa. Las bases son en todos los casos dos: participación y solidaridad.