Salud mental como derecho de la infancia
En los últimos años ha crecido la preocupación sobre las cuestiones relacionadas con el bienestar emocional de la infancia y la adolescencia. Este bienestar o salud mental, como parte de la salud general, es un derecho de la infancia y debemos velar por su protección y promoción desde todos los ámbitos.
En todo el mundo, uno de cada siete niños, niñas y adolescentes de 10 a 19 años (el 13% del total) tiene un problema de salud mental diagnosticado. La ansiedad y la depresión son el 40 % de estos problemas. La mitad de los trastornos de salud mental comienzan en torno a los 14 años, y el 75 % de todos esos trastornos se desarrollan a los 24, pero la mayoría de casos no se detectan y, por tanto, no se tratan.
Desde marzo de 2019 a marzo de 2021 los diagnósticos relacionados con trastornos mentales en urgencias pediátricas aumentaron un 10 %, según la Sociedad Española de Urgencias de Pediatría. Además, los datos oficiales reflejan que en 2020 los casos de suicidio en niños y niñas menores de 14 años se duplicaron.
También una encuesta realizada por UNICEF España y la Universidad de Santiago a 40.000 adolescentes de entre 11 y 18 años para el estudio sobre el impacto de la tecnología en la adolescencia reveló que el 15 % de quienes respondieron presentaba síntomas graves o moderadamente graves de depresión, y que la tasa de ideación suicida se sitúa en el 10,8 %.
Estos datos nos urgen a actuar porque no son cifras frías sobre salud mental. Detrás de cada número hay un niño, niña o adolescente que nos necesita y que merece ser escuchado, y tenemos que decirles que estamos aquí para que puedan hablar abiertamente de lo que les ocurre.
Porque el mayor riesgo es mirar para otro lado y autocomplacernos con lo que hacemos. Debemos comprometernos todas las personas, porque acabar con el estigma y la discriminación es una labor conjunta: desde los gobiernos hasta la sociedad, pasando por organizaciones como UNICEF. Es una tarea fundamental para evitar la exclusión de los niños, niñas y jóvenes con algún tipo de malestar emocional o problema de salud mental.
Poner el foco en el desarrollo saludable y pleno de la infancia y adolescencia es invertir en la sociedad del presente y del futuro, es una apuesta segura. No hacerlo supone un impacto en la vida de los niños y niñas incalculable. Y podemos hacerlo a través de medidas tan sencillas como:
- escuchar a los niños, niñas y adolescentes.
- apoyar a sus familias y cuidadores para que entiendan mejor sus necesidades.
- garantizar que las escuelas apoyen la salud mental y sean entornos verdaderamente protectores del bienestar emocional.
Aprender a gestionar las emociones
Ese acompañamiento a niños, niñas y adolescentes para gestionar emociones difíciles contribuirá a superar los momentos más delicados. Porque las emociones son la manera natural en la que los seres humanos reaccionamos a lo que ocurre a nuestro alrededor. Todos y todas tenemos emociones, es importante no reprimirlas ni sentirnos avergonzados y avergonzadas por ellas.
Las emociones van y vienen a lo largo del día, algunas son menos intensas y pasan y otras son más intensas y se quedan, convirtiéndose en estados de ánimo. Hay tantas formas de sentir emociones como seres humanos en el mundo. Es importante que no las etiquetemos, no son ni buenas ni malas. ¡Todas las emociones son necesarias!
A medida que los niños y niñas van creciendo y comienzan su desarrollo hacia la juventud, el cuerpo y el cerebro están experimentando grandes cambios y es natural sentir que hay emociones nuevas o más intensas que aparecen y desaparecen.
- El miedo les muestra que es posible que estén en peligro y deben tener cuidado, o también que algo como un examen o un encuentro con amigos y amigas pueda salir mal. El miedo sirve para estar alerta ante el peligro. Tomar precauciones y hablar con alguien de confianza sobre lo que temen puede ayudarles.
- La frustración les permite ver aquellas realidades que no salen como quieren, y aprender a resolver problemas y a pedir ayuda cuando lo necesiten es una solución.
- La tristeza es la reacción que pueden tener cuando algo les conmueve; como la pérdida de un ser querido o escuchar una canción que les lleve a otro lugar o momento. La tristeza pasará y, si no es así, pueden pedir ayuda.
- La alegría les muestra que compartir lo que piensan y sienten con amistades, con la familia, dibujar, cantar, escribir, o hacer deporte, les hace sentir bien y que deberían hacerlo más frecuentemente.
Todos los niños y niñas deben aprender a manejar sus emociones, porque guardarlas no les servirá para recibir ayuda o sentirse mejor. Y cada uno de nosotros y nosotras tendremos que estar ahí para cuando nos miren y nos lo cuenten.