Consuelo Crespo Bofill (Barcelona, 1953) acaba de ser nombrada presidenta de UNICEF-Comité Español después de 10 años como presidenta del comité del País Vasco. Con ella comienza una etapa nueva no sólo porque es la segunda vez que una mujer ocupa la presidencia de esta organización en 40 años de mandatos masculinos, sino porque esta institución encargada de velar por el cumplimiento de la Convención sobre los Derechos del Niño ha pasado de ser una asociación a fundación. Entre sus objetivos inmediatos se encuentra el de “reforzar la profesionalización del voluntariado, mejorar hasta la excelencia la comunicación y seguir avanzando hacia la máxima eficiencia”. Anima a reflexionar sobre las causas de los problemas que afectan a la infancia y a la juventud y pide que se “adquieran compromisos que, aunque sean difíciles, se cumplan, además de que se cumpla el compromiso adquirido por los gobiernos”.
Nuestra organización se divide en oficinas de terreno, con presencia en 158 países y territorios del mundo, y en Comités Nacionales, que se encuentran en los países industrializados y cuya misión fundamental es la recaudación de fondos y la movilización social. Uno de estos Comités Nacionales es UNICEF-Comité Español. En este mandato quisiera lograr una mayor integración del Comité Español en la estructura de UNICEF. La interdependencia actual exige una mayor coordinación y trabajo en red para lograr la máxima eficacia, UNICEF está haciendo ese esfuerzo y quisiera que nuestro Comité participara eficazmente en ello. Internamente, me propongo reforzar la profesionalización del voluntariado, mejorar hasta la excelencia la comunicación y seguir avanzando hacia la máxima eficiencia. También quisiera que fuésemos capaces de transmitir a nuestra ciudadanía los resultados que logra UNICEF en su trabajo, el rigor y la experiencia con que lo hace.
Creo que es importante que las mujeres podamos tomar decisiones en nuestra sociedad. El desarrollo no se entiende, ni es posible sin una acción real de la mujer a todos los niveles y en todos los sectores.
El desarrollo no se entiende, ni es posible sin una acción real de la mujer a todos los niveles y en todos los sectoresEspero que esta etapa sea positiva para UNICEF y para la infancia. Cuento con todos mis compañeros y compañeras para ello.
Somos una organización instaurada en España desde hace 50 años. Toda nuestra labor se rige por la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada por las Naciones Unidas en 1989 y convertida hoy en el primer tratado de Derechos Humanos aceptado casi universalmente, puesto que ha sido ratificado por la práctica totalidad de los países del mundo. El Comité tiene el mandato de velar por el cumplimiento de la Convención sobre los Derechos del Niño en España y de recaudar fondos para invertirlos en los programas de Desarrollo Humano que UNICEF lleva a cabo en todos los países empobrecidos del mundo. También debemos recaudar para las emergencias, que desgraciadamente cada vez son más numerosas. En todas nuestras acciones, los niños y niñas son la prioridad, y en concreto, los que viven en situaciones más desfavorecidas: aquellos que han sido víctimas de la guerra, de desastres, de violencia o explotación, los que viven en situaciones de extrema pobreza y los menores con discapacidades. Por ello debemos trabajar informando y sensibilizando en nuestro entorno sobre las causas de la pobreza y sobre cómo cree UNICEF que debe erradicarse.
Parte de mi respuesta está en su primera pregunta: tras una reflexión conjunta se ha decidido ese cambio para facilitar una estructura acorde con la homologación que UNICEF busca entre los 37 Comités que hay en el mundo. Cada uno, obviamente, dentro de la legislación propia de su país. El marco legal de Fundación ofrece unas ventajas de gobernabilidad y control que facilitan nuestra labor y la confianza de los donantes. La Fundación, como institución llamada a realizar fines de interés general, goza del mayor prestigio y aceptación social, incluso superior a una asociación, aunque ésta sea declarada de utilidad pública. También ofrece mayor seguridad jurídica. La Ley de Asociaciones establece un régimen abierto, regulado enteramente por los asociados donde el Estado se limita a dar publicidad de esta institución. Por el contrario, en las Fundaciones, el órgano del Estado, llamado Protectorado, cumple una función de vigilancia y control de la legalidad de la constitución y del funcionamiento de una Fundación que, aunque supone un mayor intervencionismo, ofrece una garantía jurídica mayor para la sociedad en general. Es un modelo que simplifica los mecanismos de gestión y de decisión sin menoscabar la posibilidad de adoptar esquemas participativos en el seno de la propia organización.
Una profunda reflexión sobre las causas de los problemas que afectan a la infancia y a la juventud. Y que tras ello se adquieran compromisos que aunque sean difíciles, se cumplan. Esa reflexión debe ir más allá de nuestras fronteras, por supuesto. En este sentido, los Objetivos de Desarrollo del Milenio son una oportunidad única. Por primera vez las grandes promesas realizadas en las cumbres internacionales se han concretado en acciones
Por primera vez las grandes promesas realizadas en las cumbres internacionales se han concretado en accionesy han puesto a los gobiernos, tanto de los países que llamamos ricos, como de los países empobrecidos, en la vía para avanzar. Son propuestas de mínimos, efectivamente, pero lo fundamental es que son alcanzables. No se pide a los gobiernos que adopten nuevos retos, sino que cumplan lo que han prometido.
Que participe en ese proceso y que, facilite, impulse y exija a las instituciones públicas a que lo lleven a cabo. Si los objetivos marcados no se logran es porque alguien no cumplió su compromiso, y los ciudadanos debemos reclamar.
En los países más pobres las carencias son básicas: las niñas y niños mueren por falta de agua potable, por un sarampión o por una infección respiratoria, causas que aquí serían impensables. Carecen además de educación básica, especialmente las niñas, y todo ello les lleva a padecer una vulnerabilidad trágica ante cualquier tipo de explotación y maltrato. La labor de las organizaciones humanitarias ha logrado avances relevantes en la cobertura de esas necesidades, pero la brecha entre zonas desarrolladas y empobrecidas es cada vez mayor y eso multiplica los problemas. El objetivo debe ser trabajar desde todos los frentes y a todos los niveles para terminar con la exclusión y la marginalidad. Para acabar, en definitiva, con la pobreza.
En los países que llamamos ricos, además de las bolsas de pobreza que crecen de forma alarmante, las niñas y niños sufren las consecuencias de una sociedad individualista y cuyos valores son fundamentalmente materiales. El alarmante aumento de la obesidad infantil, las excesivas horas que pasan ante la televisión muchas veces en soledad, y vulneraciones tan graves como la explotación sexual o laboral, son algunos de los problemas de nuestras sociedades.
Conociendo y dando a conocer las situaciones con el máximo rigor, interiorizando la gravedad del problema y sus consecuencias, destinando los recursos necesarios para resolverlos, y movilizando a toda la sociedad con la pedagogía necesaria para trabajar en ello como máxima prioridad. Deberíamos hacerlo por ética, pero si no es así, hagámoslo por necesidad, porque estamos todos en el mismo barco y si no cambiamos el rumbo…
Debería ser la última solución. Todos tenemos derecho a vivir en nuestro entorno, con nuestra familia y nuestra comunidad, partiendo de nuestras raíces y nuestra cultura.
Abandonarlo obligatoriamente significa que la situación es inhumana y el trabajo debe comenzar por facilitar el desarrollo universal.
Se reacciona muy generosamente ante las llamadas de emergencia y ante cualquier catástrofe, aunque deberíamos mejorar en ser conscientes de que la solidaridad exige un compromiso constante que permita trabajar con planes establecidos y resultados concretos, para, como decía antes, avanzar en la lucha real contra la pobreza. La solidaridad es, al fin y al cabo, una actitud permanente.