El crecimiento económico de los países desarrollados ha dado origen a lo que se conoce como Cuarto Mundo, un término que engloba a todas aquellas personas que residen en los países más avanzados, pero se encuentran excluidas o en riesgo de exclusión social. Esta situación se produce cuando la riqueza se distribuye de manera desigual y la línea que separa a ricos de pobres se convierte en abismo. Como solución, se propone incluir a los grupos más desfavorecidos en el proceso productivo y aumentar las partidas económicas. “Las ayudas nunca son suficientes”, se quejan las ONG.
¿Por qué surge?
El término ‘Cuarto Mundo’ fue utilizado por primera vez en los años 70 para designar a aquellas personas que viven en situaciones realmente precarias. Su creador fue el padre Joseph Wresinski, criado en un ambiente muy alejado de la opulencia y que fundó en 1957 la primera asociación contra la exclusión de los más pobres. “El Cuarto Mundo es un pueblo formado por hombres, mujeres y niños que, generación tras generación, se ven excluidos de los derechos fundamentales de los que goza el resto de la sociedad. Se ven excluidos de los progresos sociales y de la participación en la vida asociativa, política, religiosa, cultural, sindical… de sus sociedades. No se cuenta con ellos como interlocutores sino, como mucho, como meros beneficiarios de ayudas”. Así define el término Beatriz Rodríguez-Viña, voluntaria permanente de Movimiento Cuarto Mundo en Madrid.
El término fue utilizado por primera vez en los años 70 para designar a aquellas personas que viven en situaciones realmente precarias
¿Pero cuál es la principal característica de este denominado Cuarto Mundo? Lo más curioso es que surge dentro de lo que se conoce como Primer Mundo. Es en los países más avanzados donde la gran diferencia en el reparto de la riqueza da lugar a dos grandes grupos que ocupan un mismo espacio físico, pero no social. No son casos aislados. Según datos de Médicos del Mundo, sólo en Europa residen más de 40 millones de personas pobres. “Otro de los paradigmas es Estados Unidos, que tiene una economía puntera, pero también un gran porcentaje de personas pobres que viven por debajo de niveles aceptables. Esto es todavía mucho peor de digerir”, reflexiona la vicepresidenta de la ONG, Celina Pereda.
La miseria siempre ha estado presente en nuestra sociedad. Siempre han existido ricos y pobres. Pero es ahora cuando esta diferencia se hace más patente. A medida que la economía del mundo occidental crece, también aumenta el número de personas a las que esta riqueza no llega. Se tiende a pensar que los más pobres viven en los países del Sur. Sorprende reconocer la pobreza ‘al lado de casa’, pero la hay. “En todos los países hay pobres, que son los que menos medios tienen para salir adelante”, apunta Rodríguez-Viña.
Combatir la pobreza es uno de los retos de la sociedad en que vivimos. Si no se encuentra una solución, el problema puede cronificarse y entrar en una espiral de difícil salida. Es necesario poner sobre la mesa las diferentes situaciones de exclusión social y afrontar cada una de ellas con las mejores herramientas. Una de las claves podría ser la incorporación de estas personas al proceso productivo o la elaboración de una Ley de Inclusión Social, reclamada desde hace años por la Asociación Pro-Derechos Humanos de Andalucía. “El crecimiento económico espectacular generado en los últimos años no ha contribuido a garantizar los derechos humanos ni a mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos porque el umbral de pobreza no ha descendido”, denuncia la APDHA.
Grupos que lo integran
La identidad de quienes conforman el Cuarto Mundo ha variado en paralelo a los cambios sociales. Personas sin hogar, mayores sin recursos, drogodependientes, mujeres, niños o inmigrantes son los grupos que se enfrentan con mayor frecuencia a situaciones de precariedad. El X Informe de Exclusión Social, publicado por Médicos del Mundo en 2005 para analizar la evolución de los últimos diez años, reconoce que la exclusión social y la pobreza “comparten rasgos”. La primera limita el derecho a participar en la sociedad. La segunda impide acceder a los recursos necesarios para realizar las actividades básicas de la vida.
Personas sin hogar, mayores sin recursos, drogodependientes, mujeres, niños e inmigrantes son los grupos más desfavorecidos
Algunas de las causas que llevan a esta situación son la vulnerabilidad ante las drogas o la dificultad de acceso a una vivienda, a la educación o a un empleo remunerado. Contra todas estas dificultades lucha Médicos del Mundo desde 1992. Esta organización cuenta con varios programas de atención a personas excluidas. Los primeros proyectos tenían como objetivo la prevención de VIH/sida, debido a la alta prevalencia de la infección en España durante aquellos años, aunque en la actualidad la inmigración copa buena parte de sus esfuerzos. “Tenemos una población a la que es necesario prestarle atención”, afirma Celina Pereda.
La mayoría de las personas inmigrantes tienen problemas para regularizar su situación, lo que les dificulta el acceso a los recursos sociales, sanitarios, laborales y de vivienda. En el caso de las personas drogodependientes, el consumo de drogas provoca el rechazo de la población y les expone a la marginalidad, el deterioro físico y mental. Por su parte, quienes carecen de hogar son “el conjunto de población más castigado, no sólo por la falta de vivienda, sino también por el desempleo, la desestructuración familiar, el estigma público, el desarraigo social, la enfermedad, el deterioro de su propia identidad y la falta de acceso a los servicios”, explican desde Médicos del Mundo.
Se puede combatir
Es la eterna pregunta ¿Se puede superar la exclusión social? “La miseria no es una fatalidad y nadie se resigna a ella, ni los que la padecen ni los que la descubren”, responde Beatriz Rodríguez-Viña. “Todas las personas vemos que hay realidades sociales diferentes a la nuestra, otra cosa es que las queramos reconocer”, añade Celina Pereda. Cada día, somos conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor. La llegada de personas inmigrantes a las ciudades, por ejemplo, resulta cada vez más familiar puesto que son estas personas las que en muchos casos se encargan de cuidar a nuestros mayores y pequeños, además de realizar tareas de limpieza del hogar o atender comercios, en mayor medida.
“Todas las personas vemos que hay realidades sociales diferentes a la nuestra, otra cosa es que las queramos reconocer”
En cuanto a los instrumentos para combatir la pobreza, principalmente son dos: hace falta incrementar las ayudas económicas e involucrar a las personas afectadas. “Los esfuerzos sólo pueden ser eficaces si las personas que sufren la extrema pobreza toman parte activa en ellos”, explica Rodríguez-Viña. Quienes se enfrentan cada día a la exclusión social son quienes mejor la conocen y pueden enseñar a superarla. Por ello, hay que otorgarles los medios necesarios para que den a conocer su experiencia y hagan sus aportaciones para adoptar las medidas pertinentes.
“Por su parte -recomienda Rodríguez-Viña-, el resto de la sociedad debe asumir un compromiso económico, político, social y cultural. Crear espacios de encuentro y participación en la lucha contra la miseria y convertir a los más pobres y excluidos en los principales protagonistas de su desarrollo”. El X Informe de Exclusión Social recoge cómo, a lo largo de 2005, se produjo “el más importante proceso de regularización” de inmigrantes en España, aunque el “endurecimiento” de las medidas en las fronteras provocó episodios como la crisis de las vallas en Ceuta y Melilla. Hace hincapié en el alto riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual por parte de quienes no tienen acceso a medidas tan básicas como la utilización de preservativos. Y anima a adaptar la forma de trabajo de las ONG e instituciones públicas a las distintas realidades existentes.
En concreto, se requieren acciones específicas en los ámbitos que más preocupan en la actualidad:
Personas inmigrantes. La inclusión en el sistema público de sanidad de todas las personas que residen en España permitiría mejorar su salud y la de la comunidad en la que viven. Además, es preciso aumentar la inversión en los países de origen para evitar la salida de ellos en busca de un futuro mejor.
Personas drogodependientes. Los programas de metadona, intercambio de jeringuillas y reducción de daños en general limitan los riesgos del consumo de drogas. También hay que abordar las prácticas sexuales no seguras.
Personas sin hogar. Uno de los problemas más frecuentes es la escasez de plazas en albergues, pero también hay que impulsar el desarrollo de programas de integración social, formación y técnicas de búsqueda de empleo.