En 2009 han cosechado grandes triunfos. Los deportistas paralímpicos despiden el año con satisfacción y un buen número de trofeos en las estanterías. Pero no son tan conocidos ni reconocidos como los grandes fichajes de ciertas disciplinas, ni firman contratos millonarios. Su premio es el orgullo de saberse ganadores en la sociedad porque han roto numerosas barreras. Son deportistas con discapacidad, pero no incapacitados.
Ganas de superación
Grandes figuras del deporte cuyos nombres se conocen menos de lo que sería deseable. Richard Oribe, Juanjo Méndez, Esmeralda Sánchez, Jessica Castellano, Jon Santacana, Javier Soto o Rafael Botello acumulan premios, horas de entrenamiento y grandes dosis de esfuerzo y superación, pero son desconocidos para muchos.
Rafa Botello es un atleta catalán que practica deporte en silla de ruedas. Comenzó en mayo de 2003, “después de un accidente de bicicleta el 29 de agosto de 2002”. “Empecé gracias a un chico de mi comarca que practicaba atletismo en silla de ruedas y me ayudó con el material”, rememora. Hacía tres años que se dedicaba a este deporte de manera amateur, pero la silla de atletismo le dio “la oportunidad de continuar este sueño”. El deporte le ha aportado “todo”. Le ha permitido conocer a personas del mundo entero, competir en todos los continentes “habitados” y “vivir de algo que empezó como un hobby, pero que hoy en día es un trabajo”.
Le apasiona el atletismo porque es un deporte sano, divertido y fácil de practicar. Esa pasión le llevó a participar en noviembre en el Maratón de Nueva York, donde quedó entre los 12 primeros clasificados. Para Rafa, como le gusta que le llamen, supuso “prestigio, felicidad y nuevos patrocinadores” ya que, si bien es una carrera abierta, muy pocos atletas toman parte en ella con las condiciones de ‘Wheelchair Athlete’ (atleta en silla de ruedas). “Junto al de Londres, es el mejor maratón. Y es un orgullo que se fijen en mi y decidan invitarme”, explica.
Con 12 años, Javier Soto, Mejor deportista sordo del Siglo XX, ya practicaba cinco deportes en la escuela
Igual de orgulloso se siente Javier Soto, galardonado como el Mejor deportista sordo del Siglo XX y ganador de una medalla de plata en el I Campeonato del Mundo de Atletismo para sordos (subcampeón mundial de 1.500 metros). Atesora 100 trofeos y más de 200 medallas. Con 12 años, ya practicaba cinco deportes en la escuela: fútbol, atletismo, baloncesto, tenis y natación. “Siempre me ha gustado mucho el deporte y se me daba bien, por eso era difícil elegir uno”, detalla.
Al comenzar el bachillerato redujo la práctica a dos disciplinas, fútbol y atletismo. Entonces llegó el momento de tomar la decisión: “Tuve que elegir un deporte para poder compaginarlo con los estudios, que antes de selectividad se hicieron más duros”. Sus deportes preferidos eran el esquí y el fútbol, pero sopesó las ventajas del atletismo -“más libertad, contacto con la naturaleza, individualidad”- y se decantó por él.
Con 19 años comenzaron las competiciones profesionales, dedicado ya en exclusiva al atletismo, y así se mantiene en la actualidad. Entrena con Antonio Serrano, en Madrid, “en un grupo de atletas de élite, como Juan Carlos Higuero, Javier Guerra, Chema Martínez o Juan Carlos de la Ossa”. Es uno más.
El día a día de los entrenamientos
Todo deportista necesita practicar muchas horas antes de participar en una competición. Por este motivo, el apoyo del público y las victorias resultan muy especiales. Javier Soto destaca además una “ventaja”. “Frente a los atletas que oyen, tengo la suerte de no ponerme tan nervioso como ellos debido a los ruidos del público. Puedo concentrarme mejor, aunque los aplausos animan a conseguir mejores resultados”, indica.
La sordera afecta al entrenamiento deportivo porque los atletas deben prestar más atención a la técnica de carrera, debido a las dificultades para controlar el equilibrio por la falta de audición. Así resume Javier el trabajo diario con sus entrenadores. Estos son fundamentales. La comunicación que mantengan, junto con un ambiente propicio, determinan el resultado “y que los deportistas se puedan integrar sin dificultades”.
Otro aspecto importante es la seguridad, entrenar en lugares que no impliquen riesgos. No poder ver ni oír obliga a confiar en el entorno. Hay que saber que se puede practicar deporte con garantías, sin preocuparse de posibles obstáculos. Los espacios deben carecer de barreras. Las personas sordas no pueden escuchar los avisos o advertencias, “algo que imagino que debe ayudar mucho”.
Javier Soto considera que se deberían realizar adaptaciones y reformas en los polideportivos, campos de competición e instalaciones para que las personas con alguna discapacidad los visiten y los utilicen en las mismas condiciones que el resto de personas. No obstante, reconoce que en los últimos años se ha llevado a cabo “un cambio importante” y se han mejorado algunas infraestructuras.
Instinto luchador
El deporte enseña a superarse, demuestra que todas las personas cuentan para la sociedad, permite conocer nuevas gentes y fomenta los intercambios culturales, humanos y técnicos. Javier Soto añade que “fortalece el instinto luchador y hace más rentable el mundo laboral, educativo o social”.
El deporte enseña a superarse, demuestra que todas las personas cuentan para la sociedad
Los deportistas paralímpicos pelean por desterrar diferencias. El principal reto es conseguir las mejores marcas posibles y “acercar al nivel de los deportistas válidos y minusválidos”. “En el caso de los deportistas sordos -recuerda Soto-, en la temporada 2007-2008 vimos al primer jugador sordo de la historia de la NBA, Lance Allred de Cleveland Cavaliers”. Pero ha habido más. En los Juegos Olímpicos de Sidney, un deportista sordo de Sudáfrica, Terence Parkin, consiguió la medalla de plata en 200 metros braza. En las temporadas 2008 y 2009, un jugador sordo del club Olimpia de Eslovenia, Miha Zupan, tuvo el honor de jugar en la Euroliga de Baloncesto.
Para transmitir estos ejemplos, y el suyo propio, Soto participó en la edición del libro ‘Sordo ¡y qué!’, una experiencia que coincidió con su participación en numerosas competiciones atléticas y que le obligó a llevarse los apuntes “en cada viaje para continuar la redacción”. Sin embargo, a pesar del esfuerzo, califica este trabajo como “gratificante” y confía en que el libro “sirva de estimulo para la sociedad, en especial, a las personas minusválidas”.
Reconocimiento
Esfuerzo y superación son dos términos que forman parte del vocabulario de cualquier persona con discapacidad. Resumen su día a día, una cotidianeidad a la que anhelan sumar un concepto que todavía se les resiste: reconocimiento. “La cuestión es que para ser reconocidos tenemos que empezar por nosotros mismos”, subraya Rafa Botello. En su opinión, los deportistas paralímpicos tienen que entrenar al mismo ritmo que los olímpicos y las propias federaciones deben exigírselo.
“Es muy importante compartir Centro de Alto Rendimiento con atletas olímpicos, para que vean que entrenamos igual y que somos iguales”, defiende Rafa Botello
Tras su experiencia en los Juegos Paralímpicos de Pekín 2008, la primera en este sentido, considera oportuna la reforma de los requisitos para acudir a un campeonato internacional, por parte del Comité Paralímpico. Cree que todos los deportistas, sin condiciones, deben cumplir unos mínimos “para respetar al deporte y a ellos mismos”. Los entrenamientos deberían ser similares y, “por ello -admite-, es muy importante compartir Centro de Alto Rendimiento con atletas olímpicos, para que vean que entrenamos igual y que somos iguales”.
Javier Soto considera que en los últimos años se ha avanzado en las ayudas y las adaptaciones “para cualquier deporte”, pero destaca su preocupación porque no llegue el estancamiento, “ya que queda mucho por hacer”. Una de las cuestiones pendientes, a su juicio, pasa porque el movimiento olímpico internacional contemple todas las adaptaciones posibles para que los deportistas paralímpicos puedan competir al mismo nivel que los olímpicos.
Galardonado como Mejor deportista sordo del siglo XX, Soto destaca este título como “una satisfacción muy grande” y uno de los mayores logros de su carrera deportiva por el prestigio que supone. No duda del gran estimulo que representó para él, para su entrenador, su club y, en especial, para su familia. “A ellos les debo todo, por su apoyo y por estar ahí. Si no fuera por ellos, no tendría ese reconocimiento”, afirma emocionado.
Ha superado con éxito el principal problema de los deportistas sordos: la falta del sentido del equilibrio. Aunque con consecuencias. Esta circunstancia les obliga a estar pendientes del entorno y la única forma de conseguirlo, “al margen del aspecto visual”, reside en el contacto con el suelo. “Por eso pisamos con tanta fuerza en cada apoyo, como si zapateáramos, lo que nos provoca muchos problemas de lesiones”, explica. En cada carrera, Soto intenta controlar las dificultades de orientación y la tendencia a mirar de un lado a otro “con el fin de correr bien tácticamente y controlar nuestro cuerpo para no perder un tiempo excesivo”. Gracias a su entrenador, depura sus técnicas y corrige defectos. En las pruebas, se toman otras medidas. Un sistema especial indica la salida con un flash luminoso y un disparo “más fuerte de lo normal”, que los atletas escuchan como un ligero estallido.
Fomentar el deporte escolar
Los menores con discapacidad interesados en practicar deporte no siempre encuentran facilidades. Sería interesante que se fomentara el deporte escolar, sobre todo el deporte inclusivo, para aumentar la calidad y la participación. Soto propone la organización de “Juegos escolares” o “Escuelas deportivas” para enseñar a los niños las diferentes modalidades y que decidan cuáles les interesan y en cuáles pueden sobresalir de acuerdo a su condición física. “En general, se debería diseñar un programa de concienciación social para que los deportistas minusválidos de base nos integremos más en la sociedad, se reconozca nuestra presencia y nos sintamos un poco más protagonistas”, reivindica.
Una persona discapacitada no pierde aptitudes, sino que tiene otras que debe aprovechar
A los futuros deportistas, recuerda que una persona minusválida no pierde aptitudes, sino que tiene otras que debe aprovechar. Son capacidades que les convierten en atletas. “Una frase que tengo expuesta en mi habitación y que me gustaría transmitir a los deportistas válidos y minusválidos es la siguiente”, expone Soto: “Si dejas 1 día de entrenarte, lo nota tu cuerpo. Si son 2 días seguidos, lo notan quienes están a tu lado. Si son 3 días, hasta los espectadores se dan cuenta. Sólo la disciplina y la constancia hacen a los campeones”.