Cada 9 de mayo, con motivo del Día Mundial del Comercio Justo, se elige un tema sobre el que sensibilizar a la población. Este año, los reproches han caído sobre el sector textil. El 80% de las personas que fabrican nuestra ropa son mujeres, con frecuencia sometidas a jornadas de hasta 14 horas diarias, salarios míseros y condiciones laborales peligrosas, advierte la Coordinadora Estatal de Comercio Justo. Sin embargo, rara vez nos lo cuestionamos al comprar una prenda. Este artículo lo ha hecho y estas son las conclusiones.
Así se fabrica nuestra ropa
Todos los ciudadanos deberíamos conocer el origen de la ropa que adquirimos. En lugar de quejarnos cada vez que compramos una prenda con etiquetas kilométricas, deberíamos aprovechar para leer la información que contienen y conocer dónde se ha fabricado y qué materiales se han utilizado en su elaboración. La razón es sencilla: buena parte de nuestra vestimenta viola derechos humanos.
El sector textil mueve cada día 34.000 millones de euros a costa de salarios míseros y hasta 14 horas diarias de trabajo
Con motivo del Día Mundial del Comercio Justo, la Coordinadora Estatal de Comercio Justo (CECJ) ha lanzado un informe centrado en el sector textil. En él señala las injusticias que se cometen en este sector y pone de manifiesto algunos datos relevantes. Entre otros, destaca que en nuestro país cada persona gasta al año 437 euros en ropa, buena parte de ella fabricada por «mujeres asiáticas, jóvenes, que trabajan entre 12 y 14 horas diarias».
«Salarios míseros que no cubren las necesidades básicas, jornadas extensas, condiciones laborales inhumanas y peligrosas, trabajo infantil o ausencia de sindicatos legalmente constituidos son algunas de las violaciones de derechos fundamentales que se producen en este sector, que mueve cada día 34.000 millones de euros solo en Europa», advierte Mercedes García de Vinuesa, presidenta de la CECJ.
Se pretende concienciar a la sociedad sobre el origen de las prendas que viste y las condiciones en que se fabrican. Hace poco más de dos años, las imágenes del derrumbe del Rana Plaza, en Bangladesh, dieron la vuelta al mundo y quebraron algunas conciencias: 1.138 personas fallecieron y más de 1.500 resultaron heridas. Pero, con el tiempo, la tragedia parece haberse olvidado. Y es que pocas cosas han cambiado. Si bien tras lo ocurrido el sueldo mínimo se incrementó un 77%, en la actualidad solo llega a 50 euros mensuales, una cantidad insuficiente para cubrir las necesidades básicas. Bangladesh es el país con el salario mínimo más bajo del mundo.
Esclavitud moderna en el sector textil
«El textil y la agricultura son los dos sectores donde esta explotación extrema se encuentra más generalizada», afirma la CECJ en relación a la esclavitud laboral. Recuerda que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que 21 millones de personas realizan trabajo forzoso. Este organismo también advierte de que, precisamente, los trabajadores del textil forman en gran parte el grupo de 910 millones de «trabajadores pobres», es decir, «personas que, aún teniendo un empleo, viven con menos de un dólar diario».
Por si fuera poco, esta situación contribuye a la feminización de la pobreza por distintos motivos. A las mujeres que trabajan en el sector textil se les paga entre un 10% y un 50% menos que a los hombres por realizar trabajos similares. De ahí que el 80% de los empleados del sector textil sean mujeres, que la organización sindical sea inferior a la de otros sectores, por periodos de tiempo más cortos y en peores condiciones.
A esto se añade el trabajo infantil. «A pesar de que se ha reducido, en India en la recogida de algodón participaron casi 400.000 menores en la campaña de 2010. La mitad tenía menos de 14 años. En Marruecos, miles de niñas se incorporan durante sus vacaciones a talleres, supuestamente como aprendices. Sin embargo, realizan la misma labor que las adultas aunque cobrando un 40% del salario mínimo», lamenta la CECJ. Los niños están presentes a lo largo de toda la cadena de valor.
El algodón es una materia prima fundamental en el sector textil. Según datos de la CECJ, casi 100 millones de hogares participan en la cosecha mundial, de los que solo 73.400 personas trabajan en el cultivo del algodón justo, esto es: cobran salarios dignos, en condiciones de trabajo seguras y sin poner en peligro su salud, sin explotación infantil; se promueve el trabajo de la mujer para mejorar su situación económica y favorecer su independencia y autoestima; se trabaja a través de procesos que no dañan el entorno natural; gran parte de las organizaciones textiles de comercio justo son asociaciones o cooperativas; se establece un prepago de al menos un 50% a los grupos artesanales; las organizaciones productoras e importadoras mantienen una relación de largo plazo; y se establece lo que se conoce como prima social, una cantidad adicional al salario que se paga a las organizaciones para invertirla en el desarrollo económico, social o ambiental de las propias organizaciones y la comunidad.
Para concienciar sobre las diferencias entre el sector textil tradicional y el de comercio justo, el Centro Cultural Galileo de Madrid acoge la exposición ‘Tira del hilo del algodón más justo’, compuesta por 24 imágenes del prestigioso fotógrafo y periodista Sean Hawkey. En ellas se recoge el trabajo de 10.000 personas que cultivan algodón bajo los criterios de comercio justo y se benefician de los impactos positivos del mismo. Un dato llamativo: los costes laborales de una camiseta de comercio justo representan un 1.272% más que los de una camiseta del comercio convencional. Esto da una idea de lo que se esconde detrás de la ropa que vestimos.