Las mujeres en la India se enfrentan a una doble discriminación: “la de pertenecer a un grupo social sin un lugar propio dentro de la sociedad india y la de ser mujer, con todos los problemas añadidos que esto conlleva en un país en el que las mujeres no son dueñas de su propio destino”. Estas palabras, expresadas por la Fundación Vicente Ferrer en el marco de una nueva campaña, esperan remover conciencias y animar a defender el papel de quienes se erigen como el motor del cambio. Desde 1996, una ley india impide que los padres conozcan el sexo del bebé antes del nacimiento para evitar que, en caso de ser niña, interrumpan el embarazo. Es la realidad de un país, el segundo más poblado del mundo, donde las mujeres se abren camino a base de mucho esfuerzo.
Cuando nace una niña en la India, la alegría no siempre reina en el hogar. Algunas sufren el rechazo de la familia, e incluso, esta falta de apoyo se extiende a las madres, a quienes se culpa del nacimiento de las pequeñas. Ser niña se entiende como una carga económica para los padres, que han de pagar una dote elevada cuando se casan, «pese a que la legislación prohíbe la dote desde el año 1961», recuerda la Fundación Vicente Ferrer (FVF). En un país donde más del 34% de los habitantes -unos 349 millones de personas de un total de 1.028- vive con menos de 0,80 euros al día, las familias intentan casar a sus hijas cuando aún son niñas. El papel de la mujer india en la sociedad se relega así a un segundo plano, supeditado a la voluntad del hombre: primero, del padre y los hermanos; luego, del marido.
Rechazo a las mujeres antes de nacer
El rechazo a las mujeres comienza incluso antes de nacer. Doce millones de abortos selectivos en 30 años lo atestiguan. Las cifras se han disparado de tal manera en la última década, que las autoridades aprobaron en 1996 una ley que prohíbe las pruebas de determinación de sexo del bebé, así como revelarlo cuando se conozca por realizar otras pruebas que lo confirmen. Si bien los avances en medicina y tecnológicos permiten ahora tener más información del bebé antes de nacer, esto se ha convertido en un arma de doble filo, ya que esta revelación es el argumento utilizado por los padres para interrumpir algunos embarazos.
Las mujeres en India carecen del control de la propiedad de la tierra y la agricultura
«La India es el cuarto país más peligroso del mundo para nacer mujer, solo superado por Afganistán, la República Democrática del Congo y Pakistán», señala la FVF. La ONU pone número a esta tragedia: «los feticidios, infanticidios y feminicidios han hecho que hoy falten en la India 50 millones de niñas«. No obstante, preocupa que esta práctica sea más común entre las clases altas y medias, con más recursos para afrontar el coste de un aborto, que entre las clases bajas. Evitar que nazca una niña significa esquivar una futura carga económica que puede afectar de manera importante a la economía familiar. Pero llama la atención que las clases más pudientes sean las menos dispuestas a combatir esta lacra.
Mujeres y pobreza
La pobreza asociada a las mujeres tiene diversas consecuencias. Se traduce en falta de medidas sanitarias, higiene, alimentos y educación, que impiden que cubran sus necesidades mínimas y alcancen la dignidad que merecen como seres humanos. Debido a esta situación, algunas familias deciden vender a sus hijas o las casan a cambio de dinero. Son jóvenes privadas de infancia cuyo futuro se escribe desde demasiado pronto.
Algunas familias optan por vender a sus hijas o las casan a cambio de dinero
Tras esta decisión, llegan a menudo los embarazos, ante la negativa del hombre a utilizar métodos anticonceptivos. Las menos afortunadas se enfrentarán, además, a una situación de violencia y abuso sexual. Las peores condiciones se registran en la India rural, donde las mujeres son las principales productoras agrícolas y trabajan en el campo durante toda la jornada, pero «no poseen ningún control sobre la propiedad de la tierra y la agricultura». La FVF explica que «tienen menos acceso y control de los recursos productivos», pero su carga de trabajo es importante y «se mantienen las bajas remuneraciones, las malas condiciones laborales, una escasa cobertura en la seguridad social y largas jornadas«.
La Fundación Vicente Ferrer ha iniciado una nueva campaña nacional de sensibilización de género, “Mujeres: la fuerza del cambio en la India“, que recorrerá 22 ciudades españolas en forma de exposición fotográfica itinerante. La muestra se compone de fotografías que “narran la historia de siete mujeres de la India rural -Hemavathi, Yellamma, Kanthamma, Nagamma, Vani, Durgamma y Likita-, del contexto de discriminación que han tenido que superar y de su afán de superación”, explica la entidad. Además, “a través de la mirada de la mujer”, se analiza el programa de desarrollo integral que la Fundación lleva a cabo, se han diseñado elementos interactivos, infografías y explicaciones sobre el día a día de las mujeres en Andhra Pradesh y se han organizado mesas redondas y cineforums para animar a reflexionar sobre el papel de ellas como motor de desarrollo.
Kanthamma está casada con su primo. Tiene tres hijas (la mayor está casada) y un hijo. Su marido enfermó y ella se encarga de sacar adelante a la familia, gracias al cultivo de arroz, cacahuetes y árboles frutales. La Fundación Vicente Ferrer le ayudó a adquirir una vaca, “que le ha proporcionado una fuente de alimentación y de ingresos”. Vende la leche de la vaca y aprovecha los excrementos del animal para producir biogás o adobo para los campos de cultivo, que también vende, indica la organización.
Hemavathi tiene tres hijos y dos hijas, todos acuden a la escuela. Trabajó desde niña y se casó en esta etapa de su vida. Ahora, junto con su familia, construye su casa con la ayuda del vecindario -Hemavathi prepara la comida para todas las personas que le ayudan- y dos personas de la FVF: “La casa estará registrada a nombre de Hemavathi, tal como determina el programa de construcción de viviendas de la Fundación Vicente Ferrer”. Esto asegurará su autonomía.
“Por falta de asistencia sanitaria, Yellamma contrajo la poliomielitis a los cinco años. Las secuelas de la enfermedad le redujeron la movilidad de una pierna”. Por este motivo, su marido la devolvió a la familia a los tres años de casarse. Ahora vive con su madre, a quien cuida, y trabaja en casa, donde elabora productos de yute para los talleres artesanales de la FVF. “Tener un trabajo remunerado no solo le garantiza autonomía y acceso a recursos económicos, sino que la posiciona socialmente, recuperando el respeto de la comunidad y su autoestima”, explica la entidad.
En India, casi un millón de mujeres están infectadas por el VIH. Vani es una de ellas. Su marido murió a causa de esta enfermedad y ella vive ahora con su hijo en casa de sus padres. Es trabajadora social en el Centro de Atención y Cuidados a Personas con VIH del Hospital de Bathallapali de la Fundación Vicente Ferrer. En este centro recibe tratamiento y desde allí “se desplaza a las zonas rurales para sensibilizar, informar y acompañar a personas que tienen la misma enfermedad que ella”. A la vez, trabaja con mujeres embarazadas portadoras del virus, a quienes enseña cómo evitar la transmisión a sus hijos.
Su comunidad la escogió como profesora. Desde entonces, Durgamma, que estudió hasta bachillerato, imparte clases de refuerzo en una escuela complementaria de la Fundación Vicente Ferrer y estudia a distancia. Enseña a leer, escribir y dibujar, y ayuda a los niños de la comunidad a mejorar sus resultados en matemáticas. Desde su experiencia, explica a los padres la importancia del estudio y transmite a los niños el valor de cuidar la higiene personal. Durgamma puede considerarse afortunada. Más de 7 millones de niñas indias no han ido nunca a la escuela
Se casó cuando tenía quince años, es madre de tres niños y una niña y, sin saber leer ni escribir, Nagamma se ha esforzado por salir adelante. Trabaja de cuatro de la madrugada a once de la noche. Realiza las tareas del hogar, trabaja en el campo y es propietaria de una vaca y una búfala que pudo comprar gracias al Fondo de Desarrollo y que le permitieron montar una lechería. Además, “ejerce de comadrona en su comunidad, asesora sobre planificación familiar y se encarga de sensibilizar para desarticular prácticas como la dote, los matrimonios precoces, los infanticidios femeninos o la violencia contra las mujeres”.
Vive con sus padres porque aún tiene solo nueve años. Likita quiere ser ingeniera y acude a la escuela con más niñas, cuyas vidas ya han comenzado a ser diferentes a las de sus madres. También la de su hermano ha cambiado. “Sus padres han decidido no pedir la dote a la familia de la chica que en un futuro se case con él, contribuyendo, de esta forma, a erradicar una de las prácticas hindúes más arraigadas en la sociedad india”, señala la FVF.