Eduardo García (Sevilla, 1927) no tiene asignaturas pendientes porque cumple todas sus aspiraciones. A sus 81 años se siente una persona activa y acude a clases de informática, como muchos otros mayores. Fue precisamente esta energía la que le llevó hace varios años a fundar la Confederación Estatal de Mayores Activos (CONFEMAC), a partir de una pequeña asociación local que dio paso a un proyecto más grande. Desde entonces, sentado en un despacho o mediante actividades de sensibilización y voluntariado, defiende que la imagen del jubilado en el hogar del pensionista o “apoyado en un bastón” no es la del mayor del siglo XXI. Al contrario. “La figura actual es la de una persona que está en un aula de una universidad asistiendo a una clase magistral”, subraya.
Lo fundamental es que se trata de un factor que no sólo agrega años a la vida, sino vida a los años. Contribuye a prolongar la actividad después de la jubilación y, en consecuencia, prolonga la calidad de vida. El objetivo del envejecimiento activo es ofrecer a los mayores que se jubilan la oportunidad de estar presentes en actividades sociales, igual que lo estaban antes. Los mayores deben participar en la toma de decisiones, aunque a la sociedad y a los poderes públicos les cuesta asimilar esta nueva imagen.
“Algunos de nuestros voluntarios superan los 70 años”
Diría que sí. Por ello, desde el movimiento asociativo impulsamos dos tipos de actividades: unas dirigidas directamente hacia la persona mayor, para que entienda que todavía es útil y mejore su estima personal, y otras a la sociedad. Las personas mayores no sólo pueden ayudar en el ámbito familiar con el cuidado de los nietos o las tareas domésticas, sino que también pueden participar en actividades solidarias.
En nuestro caso, contamos con un catálogo de más de 30 actividades. El voluntariado es más que acudir unos días o unas horas a acompañar a una persona que está sola o trabajar en comedores. Para nosotros, un voluntario puede ser también alguien que sirve en su pueblo de guía turístico, que se ofrece para enseñar los tesoros arquitectónicos de su localidad, o una persona que fomenta las relaciones intergeneracionales. Proponemos una gran diversidad de acciones.
Efectivamente, el voluntariado está regulado por ley y los voluntarios han de tener un seguro, pero, en general, es complicado encontrar una aseguradora que ofrezca pólizas a personas mayores. Algunos de nuestros voluntarios superan los 70 años.
Los mayores buscan, cada vez más, mantenerse activos y ser útiles en la sociedad
Sin duda. Los mayores buscan, cada vez más, mantenerse activos y ser útiles en la sociedad. No pretenden que toda su actividad se limite al hogar del pensionista. Estos locales fueron un logro y nos parece muy bien que se mantengan, pero no son el único horizonte para los mayores. Hay quienes piden más.
Así es, pero con la jubilación llega la plenitud personal. Por supuesto que la capacidad física varía, pero la cabeza está igual. Una muestra de las inquietudes de los nuevos jubilados es la masiva asistencia a las aulas de la universidad de mayores. Las plazas se cubren inmediatamente y quienes imparten clases se encuentran muy satisfechos con la atención y el aprovechamiento de los cursos por parte de los alumnos.
Claro que no. Yo mismo tengo 81 años y asisto a un curso de informática impartido por profesores jubilados voluntarios.
“La alfabetización digital de las personas mayores ofrece unos resultados muy gratificantes”
Nadie puede afirmar eso. La alfabetización digital de las personas mayores ofrece unos resultados muy gratificantes. A través de fundaciones y otros organismos recogemos equipos informáticos que todavía están en buen estado pero se desechan y los aprovechamos para dar clases de iniciación a la informática. Preferentemente, formamos a personas mayores del medio rural, a quienes enseñamos a navegar por Internet. En este terreno, estamos experimentando resultados espectaculares.
Voy a contar una anécdota. En una ocasión, la monitora de un curso que se impartía en una pedanía de menos de cien habitantes me dijo que una de sus alumnas era prácticamente analfabeta. Semanas después, cuando le pregunté qué tal llevaba el curso aquella señora, me contó que estaba aprendiendo a leer en el teclado del ordenador.
Son un tren que está pasando y no hay más remedio que coger porque, quien lo deje pasar, se puede quedar excluido de la sociedad. El pensionista del siglo XXI quiere algo más. Cuando formamos a esta población del medio rural, tan humilde, modesta y vulnerable, cuando le enseñamos a manejar ordenadores y a navegar por Internet, les acercamos a una cantidad de información que antes no tenían. Y cuando se tiene mucha información se tiene la capacidad de elegir y se hace a la persona más libre. Estos son nuestros objetivos prioritarios.
Ofrecemos alternativas para quienes no se conforman con que se lo den todo hecho, para aquellos que no siguen la flecha que dirige al hogar del pensionista
Proponemos una serie de actividades muy gratificantes para las personas. Ofrecemos alternativas para quienes no se conforman con que se lo den todo hecho, para aquellos que no siguen la flecha que dirige al hogar del pensionista. La imagen de las personas mayores en 2008 no es la de una persona decrépita apoyada en un bastón, sentado en un banco en la plaza del pueblo o jugando una partida de dominó. La figura del mayor en la actualidad es la de una persona que está en un aula de una universidad asistiendo a una clase magistral. Ésta es la imagen que queremos que se dé, porque la que se ofrece en este momento está distorsionada.
No. Tampoco quiero decir que las generaciones nuevas desprecien a la persona mayor, pero hoy la juventud, sobre todo los universitarios, se forma más en el uso de la tecnología que en la humanidad. Creo que eso no es bueno. Los jóvenes deben estar actualizados y acceder a todos los avances científicos y tecnológicos que el progreso nos brinda, pero nunca deben abandonar las materias de humanidades porque son muy importantes para la convivencia.