En las sociedades avanzadas, el concepto de progreso significa una mayor calidad de vida y un futuro mejor. Sin embargo, esta percepción no es la misma en los pueblos o tribus indígenas, para quienes el progreso impuesto por los países más desarrollados puede suponer el fin de su existencia.
La organización Survival International ha presentado un informe de 61 páginas en el que denuncia los impactantes efectos que la separación de sus tierras y el progreso forzoso tienen en la salud de los pueblos tribales. «El progreso se cuestiona hoy menos que nunca; simplemente se piensa que es bueno para todos. Sin embargo, se ha demostrado que la imposición del desarrollo ha destruido a muchos pueblos indígenas y amenaza a muchos más», señala la ONG.
El informe, titulado «El progreso puede matar: cómo el desarrollo impuesto sobre pueblos indígenas destruye su salud», revela que el sida, la obesidad, la diabetes, la adicción al alcohol, el suicidio o las muertes por inanición son en la actualidad problemáticas extendidas entre muchos pueblos ancestrales.
«Los que vienen de fuera siempre dicen que traen el progreso. Pero todo cuanto traen son promesas vacías. Por lo que realmente luchamos es por nuestra tierra. Por encima de cualquier cosa, es lo que necesitamos», dice Arau, hombre penan, tribu originaria de Borneo.
Poder elegir
Miguel Ángel del Ser, portavoz de Survival, aclara que los indígenas no es que rechacen el progreso, sino que lo que quieren es poder elegir y que el cambio no les venga impuesto. Sostiene, además, que estas tribus pueden ser más pobres que los sectores más avanzados del país donde se asientan, «pero su calidad de vida es superior a la media nacional».
Del Ser recuerda las palabras de Davi Yanomami, uno de los líderes indígenas más reconocidos del mundo: «Lo que no queremos son las empresas mineras que destruyen la selva, o a los mineros que traen tantas enfermedades. Queremos progreso sin destrucción».
Para muchos indígenas resulta además dramático situarse en un mundo nuevo. «Pierden su sentido de vivir, no encuentran sentido a su vida. Por eso muchos niños de pueblos aborígenes se suicidan». Los índices son alarmantes, como lo demuestra que en zonas del Amazonas, Brasil o Canadá los suicidios de indígenas que ya no viven en sus tierras ancestrales «superan diez veces las tasas de suicidios nacionales».
El representante de Survival estima que, según las zonas, han desaparecido entre el 30% y el 80% de los pueblos o tribus indígenas por el contacto con las sociedades occidentales.
– El 90% de los indígenas americanos murió tras el contacto con los europeos, la mayoría por enfermedades.
– De promedio, los indígenas que viven en su propia tierra tienen una esperanza de vida 10 años mayor que la de aquellos que están en reasentamientos.
– La esperanza de vida de los aborígenes australianos al nacer es entre 17 y 20 años menor que la del resto de australianos y tienen 22 veces más probabilidades de morir de diabetes.
– En 2002, un 40% de las muertes de bosquimanos gana y gwi en un campo de reasentamiento se debieron al sida.
– Los guaraní mbyá de Iguazú, Argentina, pierden anualmente el 10% de sus tierras, y no pueden cultivar alimentos suficientes. En 2006, 20 niños de esta tribu murieron de inanición en sólo tres meses.
– En Australia, un 64% de los aborígenes urbanos padece obesidad.
– En la reserva de Pima (Arizona), más de la mitad de los indígenas mayores de 35 años son diabéticos.
– Entre 1985 y 2000, unos 300 guaraní-kaiowá (Brasil) se suicidaron. El más joven tenía sólo nueve años.
– Un tercio de los niños innu (noreste de Canadá) inhala gasolina. Muchos comienzan con sólo cinco años de edad.