Los moken son diferentes. Desconocen las prisas, el estrés, el concepto del tiempo… Saben lo que es un reloj pero ignoran el modo en que se usa. Habitan en las costas de Tailandia, donde también se les conoce como “gitanos del mar”, por su sabiduría acerca de la vida en el agua. En 2004, cuando un tsunami provocó miles de víctimas en el sudeste asiático, los moken huyeron a tiempo gracias a sus conocimientos sobre el mar. Entonces, los medios se fijaron en ellos, y comenzaron a recibir atención y ayuda.
Imagen: Wikimedia
Residen en Tailandia con las mismas tradiciones que aprendieron de sus ancestros. Los «gitanos del mar» o, lo que es los mismo, la tribu de los moken, son un pueblo de costumbres. Aunque el paso del tiempo ha introducido pequeños cambios en su modo de vida, los rasgos básicos se mantienen enraizados en el pasado.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) recuerda que los moken vivían «hasta hace pocas décadas» en sus propias embarcaciones. Son una tribu del mar. Siempre han permanecido cerca del agua y de ahí su conocimiento de este medio.
Sin embargo, esta situación les ha traído consecuencias negativas: «No están reconocidos como ciudadanos tailandeses, por lo que no tienen derecho a poseer tierras ni a estudiar en las escuelas públicas». Un proyecto puesto en marcha por la UNESCO en 1997, denominado Andaman, intentó conseguir su integración en el desarrollo de la región sin que perdieran las tradiciones. Se estudiaron sus costumbres, los efectos del turismo en su entorno y la función que podrían tener los propios moken en esta actividad.
Influencia del turismo
Coincide que el turismo fue el factor que puso a estos particulares gitanos en contacto con una realidad desconocida para ellos. El antropólogo Narumon Hinshiranan, de la Universidad Chulalongkorn de Bangkok y especialista en los moken, aseguró hace unos años que, gracias al turismo, «los bocadillos, los tallarines preparados y la leche condensada se convirtieron en alimentos muy apreciados» para ellos, mientras que el paracetamol pasó a ser «un medicamento corriente».
Los moken han conocido el paracetamol y algunos han cambiado el trabajo en el mar por la construcción
El contacto con el exterior ha introducido cambios en su vida tradicional, aunque los rasgos esenciales permanecen intactos. Algunos moken han comenzado a trabajar en la construcción para responder a las necesidades del turismo y otros son «temporeros en las plantaciones de caucho que abundan en esta zona».
La idea, según la UNESCO, es que mejoren el nivel de vida «sin renunciar a su forma de existencia tradicional». El futuro de esta tribu que habita en las islas Surin, compuesta por unas 5.000 personas, depende de ello. Hay que intentar su integración, sin que pierdan protagonismo en la conservación de la región que habitan.
El pasado año, Cáritas Tailandia, con la ayuda de la sección española, participó en la construcción de 40 viviendas en Theparat, muy cerca del mar. «Desde entonces su vida ha cambiado», explica la entidad, «han abandonado su estilo de vida nómada y han diversificado su trabajo, tienen una escuela y un dispensario».
El tsunami que afectó al sureste asiático en 2004 les sacó a la luz. Dio a conocer su historia al mundo y favoreció la llegada de ayuda. “Los moken de las islas Surin -recuerda la UNESCO- han integrado desde tiempos inmemoriales en su modo de vida la escucha de las señales transmitidas por la naturaleza”. De ahí que se adelantaran a la llegada de “la ola que come personas” y tuvieran tiempo de huir: “La comunidad moken no registró ni un solo muerto: los conocimientos seculares que tienen del mar les salvaron la vida”.
Lo que no pudieron evitar fue la pérdida de sus casas y la emigración a lugares más seguros. Cáritas colaboró en la construcción de nuevas viviendas para los damnificados. Cuando el agua cubrió los poblados moken, nadie quedaba en ellos, “incluso las personas mayores y los padres con hijos en sus espaldas habían huido hacia las montañas”, pero fue imposible salvar los refugios.
Los moken conocen los secretos del mar porque han vivido siempre en él. Sus casas primigenias eran botes de madera construidos con un árbol local, mai pan, que se utilizaba también para salir a pescar, como paritorio y, en ocasiones, como lugar para morir. El mar es su hogar. Son una tribu de pescadores y buceadores. ¿El secreto? Su vista bajo el agua es más aguda que la de cualquier otra persona.