“El trabajo de cada miembro es igual de importante que el del presidente”. Con esta sencilla frase resumen la filosofía de la entidad a la que pertenecen. Los miembros de Cooperación Social Universitaria (CSU) no hacen distinciones. Creen en la igualdad de oportunidades y la defienden hasta el punto de pedir realizar esta entrevista “entre varios”. Su presidente, Javier Lizán, es el representante y portavoz de la organización. Sin embargo, su cargo lleva aparejado un afán de protagonismo bien escaso. CSU es una entidad pequeña que se nutre exclusivamente de voluntarios. La mayoría pertenece a la Universidad Politécnica de Valencia, dada su cercanía a los barrios donde trabaja. Es precisamente en la Universidad donde a menudo se tiene el primer contacto con las ONG. A pesar de ello, desde CSU consideran que todavía “queda mucho por hacer” en este terreno y piensan que los centros deberían fomentar la participación en organizaciones de voluntariado “para conseguir un desarrollo más integral de los estudiantes”.
Lo cierto es que, a pesar de que la exigencia académica es muy alta y demanda una gran cantidad de tiempo, las asociaciones universitarias de nuestro entorno crecen año tras año en número de voluntarios. Esto demuestra que es posible asegurar la participación. Aun así, todos los que tomamos parte en alguna entidad de voluntariado sabemos que, en ocasiones, es difícil compaginar ambas cosas. La Universidad debería fomentar esta participación para conseguir un desarrollo más integral de los estudiantes. Hay pocas medidas, aunque valiosas, tomadas en este sentido, como el reconocimiento de créditos de libre elección o la oportunidad de realizar prácticas en ONGD en el marco de asignaturas vinculadas con la cooperación al desarrollo. Sin embargo, estas medidas no son suficientes para reconocer y hacer más eficiente el importante trabajo de nuestros voluntarios. Queda mucho por hacer.
“El objetivo pasa por conseguir que los miembros de la Universidad sean personas con espíritu crítico y que puedan, sepan y deseen actuar en consecuencia”
Por supuesto. Un claro ejemplo lo encontramos en nuestro campus, ya que de las más de 40.000 personas que conforman la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) apenas un centenar realizan actividades de voluntariado social o relacionado con la cooperación al desarrollo. La implicación de la propia institución es fundamental para aumentar estos números. Es fácil imaginar que entre la enorme población de la UPV existen más de un centenar de personas sensibilizadas con los problemas de nuestra sociedad. Sin embargo, las dificultades que encuentran a la hora de involucrarse en una participación activa son importantes. En primer lugar, la docencia universitaria debería fomentar esta sensibilidad, fortalecerla o crearla según los casos, y cuidarla siempre. Además, es importante que se tomen las medidas necesarias para reconocer este tipo de actividades y acercarlas a nuestros hábitos cotidianos, de manera general, y a nuestra carrera profesional, de forma concreta. El objetivo pasa por conseguir que los miembros de la Universidad sean personas con espíritu crítico y que puedan, sepan y deseen actuar en consecuencia.
CSU está formada en su mayoría por estudiantes, lo que le obliga a permanecer en continua renovación. Así que, en primer lugar, los profesionales de la UPV, no sólo el personal docente, nos aportan estabilidad y experiencia en épocas de transición gracias a su perspectiva amplia de la asociación y de las problemáticas que trabaja. Por otro lado, nuestros compañeros más veteranos son unos estupendos embajadores de CSU dentro y fuera de la universidad. Avalan y destacan nuestro trabajo a la hora de presentar la asociación o solicitar apoyo económico o de otro tipo. Son una piedra fundamental de CSU.
No obstante, a pesar de esto, la opinión de todos los voluntarios cuenta lo mismo, sin importar la edad, la veteranía o el hecho de ser profesor o estudiante. Los compañeros veteranos tienen más experiencia, pero siempre se anima a los nuevos a que participen abiertamente y aporten ideas y opiniones, con un funcionamiento totalmente asambleario y horizontal. Por ello intentamos presentarnos siempre con una foto de grupo, ya que el trabajo de cada uno es muy importante.
La zona donde desarrollamos nuestra actividad, en los barrios de la Malvarrosa y el Cabañal, presenta índices muy altos de absentismo escolar respecto a la media de la ciudad. Estamos llevando a cabo un estudio que nos está permitiendo concretar esta realidad. Hay que destacar que una parte importante de los niños que están sin escolarizar no aparece en las estadísticas municipales porque no están siquiera empadronados.
“Los niños que están la calle no se forman ni potencian sus habilidades, lo que conlleva un futuro con posibilidades limitadas”
En función de la edad y del género, en horario escolar pueden estar en la calle, en sus casas o, como ocurre a menudo en el caso de las niñas, realizando tareas domésticas. En la calle no se forman ni potencian sus habilidades, lo que conlleva un futuro con posibilidades limitadas. El apoyo escolar que les ofrecemos no es ninguna solución mágica, sino una de tantas labores que son necesarias para que estos menores tengan garantías de una educación de calidad. En muchos casos, la mayor mejoría no viene tanto del ámbito académico como del desarrollo de las capacidades sociales de los menores. Son un primer paso para su desarrollo integral como personas.
Lo que ocurre es que, en un primer momento, parece más sugerente la idea de colaborar con un país en vías de desarrollo. Sin embargo, cuando la gente empieza a formarse en una asociación de voluntariado es habitual que vuelvan la mirada hacia todo tipo de desigualdades e injusticias, estén lejos o cerca. La sociedad nos ofrece un modelo egoísta que puede impregnar incluso al mundo del voluntariado. A veces, queremos hacer el viaje más exótico para salvar el mundo. Por ello, es muy bonito ver cómo a través de la sensibilización y la formación dentro de las asociaciones se van deconstruyendo esos conceptos y se comienza a trabajar por el cambio social. Desde hace unos dos años, las asociaciones de voluntariado de la Universidad Politécnica de Valencia trabajamos conjuntamente en un espacio de coordinación llamado Xarxa d’Organitzacions. Ahí encontramos algunas entidades con un papel muy enfocado a la cooperación internacional. Es una manera de compartir recursos y experiencias, pues entendemos que, si bien el espacio de actuación puede ser distinto, el objetivo que perseguimos es el mismo.
En la mayoría, sí. De hecho, el Cabañal no es el único de estas características en Valencia. Pero en su caso se da el agravante de que ha sido olvidado a propósito. Desde hace años hay un plan para prolongar una avenida que partiría el barrio por la mitad. Esto afectaría a muchas zonas consideradas Bien de Interés Cultural y desplazaría a bastantes vecinos. La contestación vecinal ha conseguido retrasar la ejecución del proyecto, pero mientras se ha permitido la degradación del barrio y, ahora, se apunta a esa degradación para justificar la necesidad de ampliar la avenida.
“Hay que distinguir entre los rasgos propios de cada cultura y los asociados a la marginalidad, que son exclusivos de las circunstancias que la rodean”
Así es. La mezcla de culturas es un proceso necesario pero complicado. Ha de ser potenciado por toda la sociedad y, si ya es difícil que esto ocurra, lo es todavía más en el Cabañal debido a su estado de abandono y marginalidad. Cuando se habla de diferentes culturas y convivencia, hay que distinguir entre los rasgos propios de cada una y los asociados a la marginalidad, que son exclusivos de las circunstancias que las rodean.
Esto es muy habitual en las grandes ciudades. El problema es cuando esas personas llegan a ser olvidadas tanto por la sociedad en general como por la Administración en particular. La principal consecuencia es la posibilidad de no tener garantizados, o incluso reconocidos, algunos derechos fundamentales, como el acceso a la educación en el caso de los menores. La situación puede convertirse en una espiral cuando, además, estas personas no son conscientes de sus derechos. Por ello intentamos que lo sean para que puedan participar activamente en su consecución.
Los destinatarios de nuestra acción se ayudan a sí mismos, no son receptores de ayuda. De hecho, abogamos porque se conviertan en protagonistas de su propio cambio ya que, cuando no es así, las acciones tienen un impacto muy limitado o efímero. Nosotros prestamos apoyo mediante los recursos y capacidades de los que disponemos, acompañamos en un proceso de cambio. En el caso de los niños, por ejemplo, les apoyamos para que tengan mayores oportunidades de acceso a una buena educación, pero si no están a gusto y rechazan esta participación, quizá sea porque no están en el momento adecuado. Muchas veces, al cabo de un tiempo, al ver los avances de sus compañeros, vuelven a la actividad con mayor motivación y es ahí cuando se puede empezar a trabajar con ellos.
La principal limitación suele ser la falta de capacidad. A veces hay ideas que nos gustaría desarrollar pero no hay suficientes recursos humanos y, en menor medida, económicos. Por otra parte, el punto fuerte es la manera de funcionar. La opinión de todos los voluntarios es igual de importante y, aunque esto nos lleva a tomar todas las decisiones por consenso, lo que a veces puede ser un proceso largo, es enriquecedor tanto para la asociación como en el ámbito personal.
“Hay que redescubrir el voluntariado como una implicación profunda por el cambio social, más allá de la colaboración puntual”
Más bien, hay que redescubrir el voluntariado como una implicación profunda por el cambio social, más allá de la colaboración puntual. No se trata tanto de echar una mano, sino de que la propia persona cambie a través de la formación y la sensibilización.
Es verdad que, normalmente, una vez que nuestros voluntarios abandonan la universidad y empiezan a trabajar, su colaboración con CSU termina o se convierte en un apoyo puntual ante la dificultad de conciliar horarios. No obstante, creemos que para gran parte de los voluntarios el hecho de pertenecer en algún momento a CSU, o a otra ONG, les sirve como una etapa de aprendizaje en la que consiguen una visión y una sensibilidad que les permite adquirir un compromiso con el cambio social. Eso es lo importante.