Nacido en el seno de una familia volcada en ayudar al prójimo, Jesús Madrid, conquense de 67 años, lleva más de 30 como voluntario en el Teléfono de la Esperanza. Psicólogo de profesión, conoció esta asociación por vez primera cuando su hermano mayor, Serafín Madrid, la fundó en 1971. La muerte de su hermano en un accidente de tráfico hizo que su otro hermano, Pedro, presidiera la asociación hasta hace dos años, momento en que Jesús recoge el testigo para encabezar esta organización sin ánimo de lucro, formada por más de 2.000 personas y que se extiende por Europa y Suramérica. El trabajo de esta asociación va más allá de la atención telefónica. Sus voluntarios trabajan en la intervención en crisis, prevención y formación y reinserción. Por esta razón, Madrid reitera que “El Teléfono de la Esperanza es algo más que un teléfono”.
Nace en 1971 con el objetivo de prestar soluciones de emergencia ante los nuevos problemas sociales y psicosociales que habían empezado a detectarse en España. Era una época de cambio social, las ciudades vivían una gran expansión en detrimento del ambiente rural, la profesionalización y tecnificación de empresas… y todo esto ocasionaba una situación de crisis desde el punto de vista de los individuos y de la familia, al mismo tiempo que comenzaba a ponerse al servicio de las instituciones de ayuda un recurso que anteriormente no estaba, como era el teléfono.
Solemos decir que el Teléfono de la Esperanza es más que un teléfono. Tenemos tres campos básicos de trabajo. Por una parte está la intervención en crisis, que es tal vez el aspecto más conocido del Teléfono de la Esperanza, en el que personas que están pasándolo mal por una crisis cualquiera recurren a nosotros para facilitarles la ayuda en esa situación. Hay un segundo campo que no se centra solamente en ayudar a las personas que están mal, sino que trabaja en todo el aspecto de prevención. Lo que pretendemos es fomentar la calidad de vida emocional, por lo que hay distintos programas a nivel personal, familiar y social encaminados a facilitar que estas personas puedan estar mejor evitando la crisis. El tercer campo se basa en que somos una ONG de desarrollo y desde hace unos años tenemos una presencia bastante intensa en Latinoamérica, aunque también trabajamos con los emigrantes hispanos en otros países, especialmente europeos y norteamericanos.
El 97%-98% de los que participamos en el Teléfono de la Esperanza somos voluntarios, total y plenamente
El 97%-98% de los que participamos en el Teléfono de la Esperanza somos voluntarios, total y plenamente. La inmensa mayoría somos psicólogos, abogados, trabajadores sociales, orientadores familiares, etc. Y entre todos seremos aproximadamente 2.000 personas, de las cuales en torno al 40% estamos en los departamentos de profesionales, pero gratuitos.
Comenzamos aproximadamente hace ocho años, primero por la consolidación del Teléfono aquí, en España, y también por la gran demanda en Sudamérica. En 1994 comenzamos en Colombia, Bogotá y ahora estamos también en Honduras, Ecuador, Argentina y Bolovia. Tenemos también presencia en Portugal y Suiza, y en EEUU estamos en Atlanta con el fin de trabajar con los inmigrantes hispanos.
Hay que entender que no todos tenemos la misma piel, los mismos rasgos ni tampoco los mismos vestidos- nos distinguimos en el modo de vestir-, es diferente un quetzua de Bolivia que uno de acá. Pero si procuramos escarbar, profundizar, vemos que en el fondo tenemos problemas similares. Naturalmente que lo cultural y el medio en que vive cada uno los acentúa. Se diría que en esos otros países (Bolivia, Ecuador, Colombia, Honduras, etc.) tienen los problemas nuestros además de otros muchos: vivienda, inseguridad, delincuencia. Desde el punto de vista de la familia los problemas son muy agudos: la violencia familiar con los niños, mujeres, maltrato físico y sexual…. Además, estos problemas tienen un agravante. Además de tener problemas más graves que aquí, no cuentan con ningún soporte de la Administración, con lo que es más necesario e imprescindible el Teléfono de la Esperanza en esos países.
Ciertamente que se ha notado un cambio en las personas que llaman. En los primeros años se dio un componente muy importante, pertenecían a lo que hoy en día llamamos trabajo o asistencia social, que había bastantes. En muchos de nuestras ciudades casi la primera trabajadora social de la ciudad estuvo en el Teléfono de la Esperanza. Naturalmente, no había entonces unos servicios sociales adecuados, prácticamente no había nada a nivel organizativo. Por esta razón, al Teléfono de la Esperanza llegaba bastante problemática vinculada al trabajo social. Eso ha disminuido de forma considerable, seguramente porque los servicios sociales son, desde 1971 hasta el momento presente, uno de los ámbitos donde más mejoras se han producido. También fuimos los primeros que comenzamos a prestar un servicio para ayudar a los drogadictos porque no había infraestructura entonces, era un fenómeno nuevo y empezamos a abordar en nuestros centros los problemas derivados de las drogas. Hoy en día ya han surgido servicios especializados, por lo que, en este sentido también se ha disminuido el trabajo. Sin embargo, han aumentado los problemas en relación con la mujer, no porque hayan crecido, sino porque la mujer ha tomado más conciencia de sí misma. También es importante destacar la preocupación en la educación de los hijos, hay más preocupación de los padres por los problemas de los hijos que se les escapan ante los nuevos retos de la sociedad. Por eso tenemos programas específicos y también para los adolescentes, con encuentros de jóvenes, etc. La soledad se ha agudizado mucho más con los años, así como la incomunicación, que se nota más en las llamadas durante las noches y fines de semana. Continúa con fuerza la idea del suicidio, que va a aumentando al mismo tiempo que disminuye la edad de los muchachos que piden ayuda por intentos de suicidio.
Las personas que más llaman al Teléfono de la Esperanza tienen edades comprendidas entre los 25 y los 45 años. Jóvenes y matrimonios que se suponen están en plenitud de vida, que son los tienen las máximas responsabilidades en lo laboral, familiar…
Las personas que más llaman al Teléfono de la Esperanza tienen edades comprendidas entre los 25 y los 45 años.Es importante matizar esto porque se puede pensar que sólo llaman jubilados, ancianos porque no les visitan las familias… Llaman en mayor medida personas de 25 a 45 años y se extiende incluso hasta los 55. En términos absolutos siempre llaman más mujeres, pero en términos relativos aumentan las llamadas de hombres desde 25 a 32-33 años. A partir de ahí hay unos años que se iguala con la mujer y después, en torno a los 40, comienzan a aumentar los casos de mujeres. El hombre lo pasa peor y pide ayuda hasta que se casa, pero ya cuando se casa es la mujer, sobre todo de 40 años la que llama, porque tiene que compaginar la casa, el trabajo, los hijos…Después se nota que repunta en la mujer desde los 47 a los 52, la edad de la menopausia.
En primer lugar me gustaría repetir que el Teléfono no es sólo teléfono. Como se llama así es fácil confundirse y entender que todo se puede focalizar por teléfono y no es así. Por teléfono se realiza frecuentemente la primera toma de contacto, que con muchas personas ya es suficiente, pero también se les da la oportunidad de visitar la sede en la que hay psicólogos, abogados, psiquiatras, educadores familiares… donde gratuitamente y de modo anónimo se les atiende las veces que haga falta. Somos un equipo interdisciplinar y multiprofesional. El plan de formación que tenemos para los orientadores por teléfono es el programa de formación más serio de la Comunidad Europea, dura como mínimo año y medio, aunque seamos todos profesionales, porque entendemos que la buena voluntad es fundamental, pero no es suficiente. Nosotros solemos decir: amamos, pero con toda inteligencia, solidaridad, pero con la cabeza. Por tanto, cuando una persona llama diciendo que se va a suicidar entendemos que siempre tiene una lucecilla de esperanza. Se trata de captar qué es lo que le mantiene a la vida. Hay muchas fuerzas que están influyendo en esta persona: fuerzas de vida y fuerzas de muerte y de lo que se trata es de cómo conectar con las fuerzas de vida. Y esta persona lo que quiere decir en el fondo es que si esto no mejora, no voy a tener más remedio que suicidarme. Muy frecuentemente nos llegan también por mail mensajes que dicen: estoy en tal sitio, me voy a suicidar. Ya sea por email o por teléfono, las personas necesitan vaciar su ansiedad, ser escuchados, sentirse importantes para alguien y no precisamente por dinero, sino como seres humanos.
Es difícil de poder decir porque nuestro servicio es anónimo y gratuito, pero podrían contarse por miles. Hay que tener en cuenta que en todo este tiempo habremos atendido en torno a dos millones de personas por temas de depresión, incomunicación y soledad. Y no es sólo el suicidio, sino que ayudando a muchas de estas personas se consigue evitar otros suicidios, como ayudando a un maltratador por ejemplo. También formando y preparando a los padres se pueden evitar muchos problemas que pueden acabar en suicidio.
Tenemos un conjunto de voluntarios que colaboran económicamente, ciertas actividades que hacemos también contribuyen para financiar eventos especiales. Pero, en general, de recursos propios se obtienen el 65% de la financiación y el resto procede de la Administración central, Ayuntamientos, comunidades autónomas y empresas.