Pese a sus 86 años, Juan Antonio Usparitza (Busturia, Vizcaya, 1919) acude todos los días a la sede central de la asociación de ayuda en carretera Detente y Ayuda (DYA) en Bilbao. Gracias a la iniciativa de este tocólogo, esta organización ha salvado desde 1966 más vidas que las que Usparitza ha ayudado a nacer -y han sido nada menos que 26.621-. Lo ha hecho con el esfuerzo desinteresado de sus voluntarios y del apoyo económico de sus 60.000 socios protectores, que sostienen una asociación que, además de auxiliar, trata de concienciar a la sociedad de la importancia de una conducción responsable. “La educación es fundamental para evitar los accidentes de tráfico”, defiende.
Nace el 1 de enero de 1966. El objetivo era tratar de forma humana a las víctimas de accidentes de carretera porque entonces no se disponía de ambulancias para atender a accidentados.
Esta situación ha dado un giro de 360 grados. Estamos presentes en 21 provincias y contamos con un parque automovilístico de 60 vehículos entre ambulancias, vehículos sociales, de rescate, auxiliares, de transporte de discapacitados y ancianos a centros de día… Tenemos también tres hospitales de campaña. Estamos ejerciendo funciones de tipo social, no sólo sanitario, además de la apuesta educativa, formativa y de prevención
Estamos ejerciendo funciones de tipo social, no sólo sanitario, además de la apuesta educativa, formativa y de prevención. Ya tenemos una escuela de prevención y educación sanitaria y en seguridad vial.
Como las ayudas oficiales procedentes del Gobierno Vasco, las diputaciones y ayuntamientos no alcanzan el 10% de nuestro presupuesto anual, nosotros subsistimos gracias a las aportaciones de los socios protectores, que son 60.000 ya. Si no nos ayudaran, no podríamos mantener los varios millones de euros al año de gastos. Además, para garantizar una seguridad, calidad y una garantía de atención para que los servicios se puedan cumplir sin lagunas, algunos de nuestros voluntarios reciben incentivos para que se pueda garantizar la continuidad del servicio y no se produzca ningún fallo.
Todos los voluntarios tienen el título de socorrista. Los que no los tienen van con gente experimentada mientras se preparan para la obtención de este título, que supone poder aprobar un curso teórico y práctico que cada vez es más exigente. Creemos que tenemos una calidad bastante aceptable. En el caso de la conducción de ambulancias, no lo pueden hacer menores de 21 años y además deben cumplir ciertos requisitos y adquirir cierta formación previa.
Tiene sus limitaciones. Un voluntario no puede hacer más de lo que le permiten sus conocimientos
Un voluntario no puede hacer más de lo que le permiten sus conocimientos. Cuando la atención requerida sobrepasa los conocimientos adquiridos, se necesita una ayuda suplementaria, como una ambulancia de soporte vital avanzada, que incluye siempre un médico.
Primeros auxilios, exploración, estabilización, frenar una hemorragia, entablillar… Si es preciso por la urgencia, se realiza el soporte vital básico, pero ya con maniobras de reanimación, siempre que sea preciso en una víctima inconsciente y que tenga comprometida la respiración y la circulación cardiovascular, cuando no se puede esperar a que venga otra ambulancia y hay que intentar rescatar a esa persona.
No hemos tenido problemas, salvo con pacientes bajo los efectos de un etilismo agudo o de efectos de la droga. Hemos tenido casos de no sólo amenazas, sino también agresiones físicas.
Vamos hacia eso. El ideal sería que cada ambulancia estuviera profesionalizada y que no faltara un médico en cada ambulancia. Pero eso va a ser difícil porque profesionalizar las ambulancias sería costosísimo
Profesionalizar las ambulancias sería costosísimo.
Es fundamental. Aparte de que es más barato invertir en educación y prevención que en tratar luego a víctimas de accidentes de tráfico. Frente a los 12.000 millones de euros de gastos que generan en España los accidentes de tráfico, los gastos en prevención y educación apenas superan los 4.000 millones. Pero no sólo es dinero. Además, hay que tener en cuenta las tragedias personales, no sólo con los muertos, sino también con las personas heridas o discapacitadas. Hay una frase que empleo mucho en los cursos de formación y que dice: “Los males del tráfico se solucionan mejor por la educación y la prevención que por la sanción”.