Más de 600 años no han sido suficientes para alcanzar la plena integración de la comunidad gitana. ¿Por qué? Los gitanos son “los grandes desconocidos” y el desconocimiento produce miedo. Así lo afirma Juan de Dios Ramírez-Heredia (Puerto Real, Cádiz 1942), presidente de Unión Romaní y un alumno aventajado de su generación por mucho que se empeñe en defender que “a veces, las cosas se logran por cuestión de suerte”. Pronunció el primer discurso de un gitano en el Congreso de los Diputados y es el primer doctor honoris causa de su raza, dos motivos de orgullo que, para otros, no tienen el mismo significado: “La procedencia gitana se oculta como parte del sistema racista que impera en el mundo”. Le preocupa el racismo hacia su pueblo y aboga por alcanzar de una vez aquellos territorios que se le han resistido, como la universidad. “Hasta que no consigamos acabar con el analfabetismo que padece gran parte de la comunidad gitana no acabarán las discriminaciones”, advierte.
Ha sido cuestión de suerte. Los gitanos llegaron a España en el siglo XV y, aunque este país no ha gozado de demasiados periodos de vida democrática, sí ha habido épocas en las que la libertad la pudo ejercer y disfrutar el pueblo. En esos años otro gitano podría haber sido diputado. En referencia a mi designación como doctor honoris causa, ese honor es el que más satisfacción y orgullo me proporciona. Estoy seguro de que algún otro gitano podría ostentarlo con los mismos méritos o más que yo, pero, como decía, a veces las cosas se logran por cuestión de suerte.
“La procedencia gitana se oculta como parte del sistema racista que impera en el mundo”
Estos ejemplos son sólo algunos y, en todos, se da la misma circunstancia: apenas se menciona que su procedencia es gitana. Pasa lo mismo con algunos jugadores de fútbol, actores y actrices. Este ocultamiento es parte del sistema racista que impera en el mundo, donde los miembros de la sociedad mayoritaria, la sociedad privilegiada, son los que sobresalen. Por lo tanto, no interesa airear que ciertas estrellas son gitanas. Aunque éste sería un paso importante para que la gente dejara de ver a los gitanos como un pueblo marginal.
“Me sigue preocupando cada día más el racismo y la discriminación con los que se trata a mi pueblo”
Así es. Ésta es una batalla muy larga cuyo fin, hoy por hoy, veo difícil. Supongo que serán los jóvenes quienes comprueben si algo cambia o no. Lo que me sigue preocupando cada día más es el racismo y la discriminación con los que se trata a mi pueblo y que, por desgracia, crece y crece: en Italia, en Hungría, en la República Checa… Los gitanos sufren allí vejaciones auténticas por su condición de gitanos. Es aberrante.
Otra gran pelea que tenemos es la educación. Hasta que no consigamos acabar con el analfabetismo que padece gran parte de nuestra comunidad no acabarán las discriminaciones. La batalla se presenta dura y larga.
Defendí que el matrimonio es mucho más que una unión reconocida por la Ley. Un matrimonio de verdad se constituye en el momento en el que dos personas se miran, se sienten enamoradas y con ganas de convivir para siempre. María Luisa, la mujer a la que defendimos, vivió esa circunstancia y, además, no sabía que tenía que “legalizar” su unión. ¿Pero quién puede decir que ella, que vivió siempre con su esposo, con el que tuvo seis hijos, no es su mujer por más que no estuvieran inscritos en el Registro Civil? He escrito un libro sobre este asunto donde he tratado de demostrar, con argumentos jurídicos, que la unión de María Luisa y su marido constituyó un auténtico y verdadero matrimonio. Bastantes juristas de primera línea, intelectuales del mundo del Derecho que sientan doctrina, me han manifestado su conformidad con la tesis que se defiende en el libro.
Sí, el miedo sigue existiendo y de ahí viene el rechazo. Es un miedo que surge del desconocimiento porque, aunque somos 100% españoles, se nos trata en muchos ámbitos como ciudadanos de segunda. Cuesta encontrar trabajo y encontrar casa por el simple hecho de ser gitano. No se nos da una oportunidad para demostrar que somos iguales. Es injusto que tengamos que demostrar cómo somos. Los gitanos somos los grandes desconocidos de este país. Llevamos en España más de 600 años y la mejor imagen que se tiene de nosotros es la que tan artísticamente divulgó Federico García Lorca o la que se desprende de nuestros hermanos artistas del espectáculo.
“La mujer gitana está emprendiendo el camino que le conduce a su propio cambio”
La mujer gitana es el fundamento de nuestra familia y el arca donde se guardan con seguridad nuestras costumbres y tradiciones. Pero los tiempos cambian para todos y la mujer gitana está emprendiendo el camino que le conduce a su propio cambio. Siempre ha sido la pionera de su hogar, buscando cómo mejorar su situación y cómo alimentar a su familia. Hoy en día, tiene el timón para convencer a los jóvenes de que deben estudiar y formarse para encontrar un buen trabajo. La mayoría de las mujeres saben que éste es el camino y, en general, se suman a él. De todas formas, diré una cosa más: hoy en España las mujeres gitanas que están en las universidades duplican el número de hombres, un dato sin duda significativo.
“Los gitanos españoles y de buena parte de Europa seguimos ocupando el último lugar en el ranking del progreso y el desarrollo”
Desde luego. Son muchos los terrenos en los que aún no estamos plenamente representados. Por ejemplo, el político. Debería haber muchos más diputados gitanos luchando por nuestros derechos, tanto en Europa como en España. También se nos resiste la universidad, aunque nunca tantos gitanos habían llegado a las facultades como hoy en día. En materia de vivienda, aunque poco a poco se acaba con los barrios chabolistas, todavía queda mucho por conseguir. Destaca la sanidad, el terreno que mejor hemos conquistado, al promover entre los propios gitanos la importancia de la salud y la prevención. De todas formas, en conjunto, los gitanos españoles y de buena parte de Europa seguimos ocupando el último lugar en el ranking del progreso y el desarrollo.
La lengua es una de las señales más evidentes de la cultura singular de un pueblo. El pueblo gitano tiene un idioma propio, hablado por 14 millones de personas en todo el mundo, y es esencial que lo conserve con el fin de no perecer en este mundo globalizado.
“Si integrarnos es perder nuestras raíces, entonces no queremos”
Hay muchas personas que nos aceptan tal cual somos, nos respetan e, incluso, se acercan con admiración por esa libertad tan romántica que se supone en el gitano. Pero todavía hay mucha gente que no es tolerante con nosotros, ni acepta nuestras costumbres a pesar de que no hacen daño a nadie ni dificultan la convivencia pacífica con los demás. Por eso hay quien dice que no queremos integrarnos. Si integrarnos es perder nuestras raíces, entonces no queremos. Si integrarnos es abrazar las mejoras sin dejar de lado nuestro pasado, entonces sí.
En Europa estamos volviendo a una época muy preocupante que nosotros ya sufrimos antes y durante la II Guerra Mundial: el racismo está dejando de encontrarse sólo en las calles. Hoy podemos verlo en los gobiernos, en las instituciones y en los medios de comunicación. De ahí a que se extienda mucho más sólo hay un paso. Diría que nuestra situación es muy frágil y tenemos que estar muy alerta para poner freno al clima de racismo y xenofobia. Cada día se suceden noticias muy preocupantes desde Italia, la República Checa, Hungría… Y mucho nos tememos que pueda ir a más si la crisis continúa.
“Se estudia y se analiza mucho sobre los gitanos, pero finalmente no cambia nada”
Por eso pensamos que se debería establecer otra vía más resolutiva. Necesitamos poder decidir nuestro futuro, crear los programas que nuestro pueblo demanda y cubrir sus necesidades. Europa lanza a menudo alertas sobre nuestra situación, se estudia y se analiza mucho sobre los gitanos, pero finalmente no cambia nada.
En muchos países europeos se dice que España es un buen modelo de integración para los gitanos porque, de forma generalizada, gozamos de una vida más cómoda en comparación con nuestros hermanos rumanos, por ejemplo. Pero aún tenemos que avanzar mucho más. Contra nosotros se ha venido practicando lo que tantas veces he denominado “discriminación de la indiferencia”. Efectivamente, si el gitano o la gitana son artistas se les aplaude calurosamente y se alaban sus virtudes. Entonces no importa la condición de gitano. Hasta hay quien presume de la amistad con ellos. Por el contrario, si miles de gitanos carecen de lo más elemental para sobrevivir, si el paro les aprisiona, si las condiciones de vida en las barracas o en infraviviendas hacen que malvivan hacinados, parece que a nadie le importa. Y contra eso levantamos la voz y decimos ¡basta!