El día a día, las rutinas y las dinámicas de trabajo nos hacen olvidar que jugar es clave para el desarrollo de las aptitudes sociales, cognitivas y emocionales de niñas y niños, e influye directamente en su bienestar y su salud. Este aspecto del juego suele ser muchas veces subestimado, y tiende a percibirse como tiempo “perdido” en actividades frívolas o poco productivas frente a lo que priorizamos el estudio o el trabajo.
Sin embargo, la importancia del juego y la recreación en la vida de todos los niños y las niñas fue reconocida hace ya tiempo por la comunidad internacional. Su derecho al juego, al esparcimiento y al descanso está recogido como uno de los derechos fundamentales de la infancia en la Convención de los Derechos del Niño, ocupando un lugar tan importante como la educación, la salud o la protección.
UNICEF trabaja para salvaguardar los derechos de la infancia en todo el mundo, incluido el derecho al juego, e incide en la importancia de que los niños y las niñas tengan tiempo suficiente y un entorno adecuado para jugar, poniendo de manifiesto el deber de la sociedad y de las autoridades públicas de promover y garantizar el goce de este derecho.
¿Por qué es tan importante jugar?
Los niños y las niñas aprenden jugando. El juego desempeña un papel importante en el desarrollo del cerebro, especialmente en la primera infancia, y fomenta en esta primera etapa de la vida aspectos clave como la creatividad, la actividad física, la imaginación o las aptitudes sociales y emocionales.
A través del juego los niños y niñas aprenden en la práctica, exploran y perciben el mundo que les rodea, experimentan con nuevas ideas, roles y experiencias y, de esta forma, aprenden a entender y construir su posición social en el mundo. Así, el juego promueve su capacidad de negociar, restablecer su equilibrio emocional, resolver conflictos y adoptar decisiones.
Algo tan simple como jugar no siempre resulta fácil
En una sociedad que cada vez va más deprisa y en la que el nivel de exigencia es cada vez mayor, el juego pierde muchas veces el lugar central que debería tener en la vida de niños y niñas. De hecho, UNICEF identifica varios riesgos y amenazas que influyen directamente en el cumplimiento de este derecho.
Desde los peligros físicos como pueden ser la contaminación, el exceso de tráfico y la falta de áreas de juego y espacios verdes, hasta los riesgos ocasionados por la delincuencia, la violencia o los disturbios. Los niños y niñas deben tener acceso a espacios incluyentes, exentos de peligros inadecuados y cercanos a sus hogares.
Sin embargo, la creciente comercialización de las áreas públicas excluye a los niños y niñas de las calles y espacios urbanos, y cada vez es menor la tolerancia que nuestra sociedad tiene hacia su presencia en dichos espacios compartidos por todas las personas. Esta tendencia puede tener importantes repercusiones en su desarrollo cívico, ya que el uso compartido de dichos espacios entre diferentes grupos de edad ayuda a promover y fortalecer la sociedad civil.
Por otro lado, las exigencias de éxito académico, con horarios excesivamente estructurados y programados, privan a los niños, niñas y adolescentes de su derecho al juego. Con frecuencia, la programación académica no reconoce la necesidad del juego, la recreación o el descanso, y la creciente tendencia de ocupar el tiempo de nuestros hijos e hijas con clases extraescolares y apoyo académico obstaculiza aún más la consecución de ese derecho.
La tecnología, ¿oportunidad o amenaza?
Hoy en día, los niños y niñas se desplazan sin problemas entre el mundo real y el mundo virtual. Las plataformas digitales ofrecen enormes beneficios educativos, sociales y culturales, y se alienta a los Estados a que adopten las medidas necesarias para velar por las mismas oportunidades de obtener esos beneficios para todos y todas.
Sin embargo, el tiempo que durante la infancia se dedica a interactuar con estos dispositivos y entornos digitales puede representar también un riesgo. La creciente dependencia de las actividades frente a una pantalla parece estar asociada con menores niveles de actividad física, perturbaciones del sueño, mayores índices de obesidad y otros trastornos relacionados. Asimismo, pueden estar expuestos a riesgos como el ciberacoso, el sexting o la sextorsión.
Compartir, interesarse y aprender junto a los niños, niñas y adolescentes es un modo de conectarse a sus vivencias con los dispositivos y espacios digitales, sin recurrir a métodos de control excesivo. Porque las tecnologías digitales en red resultan una oportunidad para crecer de manera sana y segura.
En definitiva, existen muchas oportunidades, pero también riesgos y amenazas en el ejercicio del derecho de niñas y niños al juego, las actividades recreativas, el descanso, la vida cultural y las artes. Por eso, desde la sociedad y las entidades públicas y privadas, deben tomarse las medidas necesarias para que todos los niños y niñas puedan disfrutar de este derecho en igualdad de oportunidades y sin dejar a nadie atrás.