Con los datos en la mano se puede decir que el pasado año el mundo respondió a las necesidades humanitarias más generosamente que en cualquier otro momento de la historia reciente. La ayuda de emergencia se cifró en 17.000 millones de dólares, como mínimo, superando con creces el récord de otros años.
No obstante, millones de personas quedaron al margen de la ayuda esencial, una ayuda que puede salvar vidas porque los fondos se asignaron a desastres de grandes proporciones, mientras que incontables crisis se desatendieron, según el Informe Mundial sobre Desastres 2006: vivir y morir en las sombras, que la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja acaba de elaborar. En dicho informe se indica que en 2005 los gobiernos donaron más de 12.000 millones de dólares por concepto de ayuda humanitaria bilateral,
En 2005 los gobiernos donaron más de 12.000 millones de dólares por concepto de ayuda humanitaria bilateralla cifra más alta desde que se empezara a llevar el registro en 1970.
Además, los particulares donaron más de 5.500 millones de dólares para los damnificados por el tsunami del Océano Índico, más de lo que las ONG del mundo entero jamás habían recaudado en un año. La ayuda para los damnificados por el tsunami totalizó 14.000 millones de dólares.
Sin embargo, la financiación de la ayuda es despareja. El desastre para el cual se recibieron más fondos fue el tsunami: 1,241 dólares, como mínimo, por beneficiario de la ayuda humanitaria; es decir, 50 veces más, que el desastre para el cual se recibieron menos fondos. En lo que respecta a los llamamientos de emergencia para el Chad, Guyana, Côte d?Ivoire, Malawi y Níger, se recibió una media inferior a 27 dólares por necesitado. Juan Manuel Suárez del Toro, Presidente de la Federación Internacional, asegura que tales disparidades son injustas y lamentables. «La generosa respuesta de 2005 muestra que particulares y gobiernos se empeñan en ayudar a los necesitados. Ahora debemos garantizar que la ayuda llegue a quienes más la necesitan y que se utilice debidamente, sin influencias políticas mediáticas o de seguridad», puntualiza. La cobertura mediática también es despareja, según el informe: ¿Por qué el huracán Katrina, en el que murieron casi 1.300 personas, tuvo una cobertura 40 veces mayor a la del huracán Stan que poco después se cobró 1.600 vidas en Guatemala?
En el Informe Mundial sobre Desastres también se plantea averiguar por qué la prestación de ayuda humanitaria sigue siendo desigual. “¿Por qué hay comunidades que languidecen en las sombras de la intervención de emergencia, desatendidas por la prensa, los donantes, las organizaciones de ayuda e incluso el propio gobierno? ¿Por qué algunas crisis merecen el interés de la prensa, el dinero de los donantes y el registro en las bases de datos internacionales sobre desastres y otras no? ¿Cuál es el impacto humano de esa desatención y qué se puede hacer al respecto?”
Markku Niskala, Secretario General de la Federación Internacional, llama a que se examinen y comprendan mejor las causas subyacentes de los desastres. “La vida diaria de mucha gente entraña semillas de crisis. Desatender esa vulnerabilidad convierte el riesgo de hoy en el desastre de mañana”, asegura.
Con el objetivo de sacar a la luz la vida de quienes viven en las sombras, en la edición de este año del Informe Mundial sobre Desastres se citan ejemplos de inseguridad alimentaria en África, mortalidad materna en Asia meridional, tiranía de las crisis repetidas en las Américas, inmigración irregular en Europa y desigualdades por consideraciones de género en casos de desastre del mundo entero. Asimismo, se demuestra que una intervención oportuna puede ayudar a impedir que crisis crónicas se conviertan en emergencias humanitarias.