África y Asia son los dos continentes donde más rápido crece la población mayor de 60 años. Hasta 2050, se espera que los 365 millones de asiáticos que conforman este grupo se multipliquen por tres. En África, se incrementarán en un 310%. Ambos continentes cuentan con las peores expectativas para las personas mayores en cuanto a calidad de vida. La diferencia con algunos países vecinos son abismales, aunque en general, se comparte la preocupación por la situación económica. Mientras algunos ancianos del sur de África no tienen elección y deben encargarse del cuidado y los gastos de sus nietos -aunque para ello deban trabajar-, en Occidente, estas tareas son una opción para quienes se mantienen activos o lo pretenden, pero se les anima a optar por la prejubilación.
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Cada vez hay más personas mayores en el mundo y, aunque las diferencias entre ellas merman, todavía hoy son patentes. «En África y en América Latina, es probable que las personas mayores vivan en la pobreza absoluta», afirma HelpAge International, una organización que trabaja con mayores de más de 75 países. Según sus datos, en 2050, una de cada cinco personas tendrán más de 60 años, mientras que hoy en día las cifras se sitúan en una de cada diez. Respecto a la distribución geográfica, revela que el 64% vive en regiones menos desarrolladas, pero «para el año 2050 esta cifra se elevará al 80%».
En unos lugares y en otros, todas las personas mayores reclaman lo mismo: «seguridad financiera, buena atención en salud y participación en la sociedad». No obstante, añade Helpage International, «viven discriminación, mala atención en salud y pobreza». La edad implica vulnerabilidad, sobre todo, en época de crisis. Bien porque vivan solos o porque deban hacerse cargo de sus familiares, los mayores destacan por unas peores condiciones de vida que se alargan en el tiempo puesto que, incluso en los países menos desarrollados, «los adultos que sobreviven hasta los 60 años pueden esperar vivir 15 años o más».
Unos 100 millones viven con menos de un dólar diario, frente al 80% de quienes residen en países en desarrollo, que cuentan con un ingreso regular
Casi la mitad de los ancianos que viven en África Subsahariana lo hacen con menos de un dólar al día. En Asia también se cuentan por millones. Naciones Unidas ya recordó en 2006, durante el Día Internacional de las Personas Mayores, cómo unos 100 millones de personas mayores viven con menos de un dólar diario, mientras que un 80% de quienes residen en países en desarrollo cuentan con un ingreso regular.
Por si fuera poco, mientras en los países occidentales el cuidado de los nietos es una tarea cotidiana que no implica una obligación ni, en su mayoría, compromete a los abuelos a hacerse cargo de todos los gastos, sólo en el sur del continente africano más de la mitad de los niños huérfanos viven con sus abuelos, que costean su educación cuando pueden.
El único medio para conseguir dinero es el trabajo. Se calcula que sobre un 70% de los hombres mayores y un 40% de las mujeres «siguen económicamente activos» en los países menos desarrollados, «en especial en el sector informal». En América Latina, la Organización Internacional del Trabajo reconoce que los estudios de la situación laboral de los adultos mayores son escasos, aunque en la mayoría de los países del cono sur (Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay ) «las tasas de participación en la fuerza laboral de los mayores de 60 años» crecieron desde 1993 a 2003 entre un 12% y un 43%.
Jubilación y pensiones
En España, por el contrario, el mercado laboral y las prejubilaciones no son amigos de las personas mayores. Así lo atestigua CEOMA en «El trabajo más allá de los 50. Informe sobre la prolongación de la vida activa». El análisis, llevado a cabo mediante la recopilación de datos entre varias agencias de empleo y diversos expertos, resalta que los mayores de 50 años en paro tienen «grandes dificultades» para encontrar empleo. Son parados de larga duración.
Encontrar un empleo a partir de cierta edad es más complicado, a pesar de la experiencia que atesoran. El informe concluye que su mayor desventaja es su «alto coste salarial», así como «su resistencia al cambio», dos aspectos que contribuyen a tener una visión negativa de estos trabajadores.
En relación a los motivos para estar en paro porque se ha abandonado el trabajo de manera voluntario, subraya que no siempre se cuenta con libertad para tomar esta decisión y que, en ocasiones, los mayores se sienten forzados a hacerlo. Es así como ven algunos acuerdos de prejubilación.
En el caso de los mayores con menos recursos económicos, Helpage International recuerda que ni siquiera tienen la opción de jubilarse «ya que pocos tienen acceso a ingresos regulares o pensiones». Estas últimas empiezan a reconocerse cada vez más como medio de vida de los mayores y para reducir la pobreza en la tercera edad, pero poco más de 70 países (más de la mitad de ingresos medios) disponen de un tipo de pensión social.
La Fundación Amigos de los Mayores de Madrid cifra en más de cuatro millones el número de mujeres mayores en España, “el 10% de la población y casi una quinta parte de las mujeres de nuestro país”, precisa. Recuerda que las estimaciones del INE indican que en 2050 habrá 7,5 millones de mayores de 65 años, “más de la tercera parte de las mujeres y casi la quinta parte de la población nacional”. Sin embargo, alerta de la falta de homogeneidad en este grupo y advierte, al contrario, “grandes diferencias”.
Mientras se mantienen activas ayudan en el cuidado de los nietos, pero en caso contrario tienden a la soledad y el aislamiento
Debido a sus experiencias vitales y sus formas diferentes de entender la vejez, esta entidad asegura que las mujeres con más formación “tienden a hábitos más activos y a una menor sensación de soledad”. Son las conclusiones de un estudio llevado a cabo por el Imserso. Vivir en un lugar diferente a la vivienda propia implica menos actividad y, en consecuencia, más soledad.
Más del 30% de las mujeres activas ayudan a algún familiar en las tareas domésticas o en el cuidado de los nietos con frecuencia. No obstante, el hecho de vivir más años que los hombres y su escasa participación social favorecen las sensaciones de soledad, aislamiento y baja autoestima.