Los estados miembros de la Unión Europea dieron ayer en Santiago de Compostela los primeros pasos para unificar medidas de actuación contra la violencia de género con propuestas que van más allá del simple endurecimiento de las penas contra los agresores.
Así se recoge en la guía de buenas prácticas contra la violencia hacia las mujeres presentada durante la cumbre de Ministros de Trabajo y Asuntos sociales que acoge la capital gallega.
Las líneas básicas de este trabajo, elaborado por el Instituto Nacional de la Mujer, las expuso el titular de Trabajo del Gobierno español, Juan Carlos Aparicio. En conferencia de prensa insistió en que la lucha contra esta lacra social, sea cual sea su manifestación (doméstica, sexual o laboral), debe ir tener más frentes que el de las actuaciones legales contra los agresores.
La guía presentada ayer se estructura en siete bloques dirigidos a la protección de la víctima, que según el ministro español siempre será la óptica que prevalezca, y a la rehabilitación del agresor.
Además de estas dos ideas se destaca la necesidad de elaborar leyes desde una visión protectora de las víctimas y que «dejen el principio exclusivo de la Unión Europa de una simple presunción a priori del agresor», indicó Juan Carlos Aparicio. Frente a estas ideas destacó la importancia de intensificar las políticas destinadas a la prevención, haciendo hincapié en un sistema educativo basado en la igualdad de oportunidades y respeto como medio para lograr la erradicación de la violencia de género en un futuro.
El documento presentado se entregará a los estados miembros de la Unión Europea para que lo estudien y aporten las ideas que consideren oportunas. Será aprobado en el Consejo de Empleo y Política social que se va a celebrar el próximo mes de junio.
María José Díaz- Aguado y Rosario Martínez, ambas catedráticas de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, son las autoras de guía de buenas prácticas contra la violencia hacia las mujeres. Díaz-Aguado explicó ayer que la Guía incluye también un estudio de los avances y medidas adoptadas por cada país en la lucha contra la violencia y defendió la importancia de que los agresores cumplan penas de cárcel «para que asuman la gravedad de los actos cometidos», además de contar con programas de rehabilitación y reinserción.
La catedrática y especialista en estos temas recordó además que según el Eurobarómetro, los europeos «condenan masivamente» la violencia doméstica contra las mujeres, con un 95% que considera útil el hecho de condenar al agresor y un 91% que cree necesaria una aplicación más estricta de las leyes existentes.
Díaz-Aguado llamó también la atención sobre el hecho de que los ciudadanos europeos están sin embargo menos sensibilizados hacia la violencia de consecuencias menos trágicas o visibles.
La especialista explicó que del estudio realizado sobre la situación en la Unión Europea se puede destacar que se ha avanzado bastante, pero que ahora hay que universalizar y ampliar todas las medidas (educativas, de sensibilización y preventivas) y poner más medios sobre todo para llevar a cabo las medidas educativas, que «todos -dijo- consideran evidentes» para lograr el cambio de mentalidad en las generaciones más jóvenes pero no llevan a cabo.
La agresividad como «valor»
En esta guía se aborda también la violencia sexual y se afirma en primer lugar que los estudios realizados indican que «su frecuencia es muy superior a lo que cabría esperar». Para prevenirla, se agrega, es necesario modificar una serie de creencias sexistas que contribuyen a dicha violencia y que siguen asociando el valor de los hombres con su capacidad para vencer la resistencia de las mujeres ante sus demandas sexuales.
Así, se considera en el decálogo de la guía que una buena práctica en este sentido es extender a toda la población algunos de los componentes que han demostrado ser eficaces en los programas educativos, como por ejemplo el concepto de abuso sexual y su incompatibilidad con el derecho a la libertad sexual.