El matrimonio prematuro entre niñas de corta edad es una práctica común en los países que pertenecen al Asia Meridional y África Subsahariana y aunque también afecta a los niños, lo hace en menor medida. El último informe de la ONG de Desarrollo Integral con estatus consultivo especial en el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas (ECOSOC) recoge que en Bangladesh se contabilizan 5 varones casados de entre 15 y 19 años por cada 51 mujeres, mientras que en la República de Malí la proporción es de 5 a 50 y en Guatemala de 8 a 24. La razón que motiva a que el padre ofrezca en matrimonio a su hija siendo aún una niña no es otra que la pobreza; cuando apenas se tienen medios económicos para sobrevivir, una hija joven resulta una carga económica importante porque en países como éstos donde la novia necesita una dote para casarse, la cuantía aumenta con la edad de la chica, así encuentran en el matrimonio precoz su salvación porque la responsabilidad económica recae en la familia del novio. Además, entienden que esta fórmula de matrimonio prematuro protege a la chica de ataques sexuales, lo que supone un incentivo muy importante en sociedades donde tienen en alta estima la virginidad de la chica.
La celebración de matrimonios infantiles, entendidos en estos países como mero trámite social o cultural, atenta contra los derechos humanos e implica graves limitaciones a la libertad personal, derecho a la educación y el compromiso con la salud. En este sentido, UNICEF y la asociación Intervida denuncian que un matrimonio prematuro conlleva casi con total seguridad un embarazo prematuro. En los países menos desarrollados sólo un 17% de las niñas casadas de entre 15 y 19 años utilizan algún tipo de anticonceptivo y el resultado es que 14 millones de niñas dan a luz cada año. El principal problema es que por la inmadurez física de su cuerpo las complicaciones en el embarazo y en el parto provocan la muerte en muchos casos, siendo ésta una de las principales causas de defunción para las niñas de estas edades. Los bebés también sufren importantes problemas de morbilidad y mortalidad cuando las madres son niñas. Los bebés de las chicas menores de 18 años tienen un 60% más de posibilidades de morir durante su primer años de vida respecto a los bebés de madres mayores de 19 años.
Las niñas y jóvenes que se casan en edad escolar se ven a obligadas a abandonar el colegio para dedicarse a su nuevo rol de esposas y madres. Se atenta así contra el derecho que tienen a recibir una educación digna, hasta el límite de que muchos padres ni se plantean invertir tiempo y dinero en la educación de sus hijas al dar por hecho que pronto se casarán y se irán a vivir a otro sitio. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), consciente de esta realidad, establece que la educación es clave en el proceso de poner fin al matrimonio precoz, siendo ésta una de sus principales prioridades desde 2001. Con este propósito participa en diferentes proyectos de apoyo escolar dirigido a estas niñas y niños, porque la escolarización también tiene una incidencia muy positiva sobre los chicos, ya que “crecen aprendiendo a respetar los derechos de sus compañeras, así como nociones de gran importancia como el respeto mutuo, la autoestima, la importancia de retrasar el primer embarazo y la capacidad de resistir a la presión de padres y familiares”.
Los equipos de Intervida también trabajan en Bangladesh y en India para combatir el arreglo de los matrimonios infantiles. Y tanto los trabajadores sociales como los responsables de los sectores de Salud y Educación lo hacen abordando el problema mediante el diseño de estrategias a dos niveles:
- Preventivo: Haciendo llegar la educación a niñas que por varias razones estaban muy alejadas del sistema escolar e introduciendo en la escuela los valores de igualdad y respeto entre sexos.
- Resolución de casos concretos cuando son conocedores de algún acuerdo matrimonial. En estos casos participan como mediadores intentando evitar el matrimonio, y si no se puede tratan de que por lo menos los jóvenes sigan estudiando.