En la India hay una razón para rechazar a las niñas: el ser, precisamente, niñas. El sexo determina el futuro de los bebés como una ciencia exacta de único resultado. La vida de algunas pequeñas comienza con el rechazo de sus propias familias hacia ellas y hacia sus madres. Nacer mujer en la India no es motivo de orgullo. «Y así continuará hasta su muerte», lamenta Esther Millán, presidenta de ASMSS.
Esta ONG trabaja en el estado de Orissa, en la costa este de la India. Allí intenta aumentar la valoración de la mujer en todos los ámbitos, a través de la educación en las escuelas y la potenciación de su trabajo. El esfuerzo es importante y se conjuga con otros programas que incluyen el mantenimiento de una casa de acogida para menores o proyectos de educación no formal.
En la casa de acogida residen en la actualidad un total de 320 menores, de los que sólo seis son niños. Las características particulares de la mujer en la India son las culpables de unas cifras tan descompensadas. «Si una familia tiene problemas para hacerse cargo de los hijos -explica Millán-, a quien primero deja en un centro de acogida es a las niñas». Otras veces, las niñas acogidas son huérfanas. Carecen de familiares o, si los tienen, estos eluden su responsabilidad. «Nacer mujer en India realmente no es una suerte», insiste Millán.
Recuperar la autoestima
Un rasgo común a las pequeñas es la sensación de abandono y desarraigo familiar. El rechazo de los seres queridos provoca en ellas este vacío, que sólo el tiempo es capaz de curar. Por ello, ASMMS recurre al apadrinamiento. Porque saber que hay personas en otro país que se preocupan por ellas, ayuda a las pequeñas a superar su falta de autoestima.
El apadrinamiento supone una gran ayuda psicológica para las pequeñas porque se sienten apoyadas
Las niñas apadrinadas, incluso, sienten a sus padrinos como padres y así les llaman: sponsor parents (padres de apoyo). «Están orgullosas del apoyo que les prestan. Verse recordadas por sus padrinos les supone una gran ayuda psicológica», afirma la entidad.
En el caso de pequeños con discapacidad física, la organización afronta el coste de las operaciones necesarias, mientras que cuando la discapacidad es psíquica, «más difícil de abordar en el centro», las cuidadoras del mismo y el resto de niñas se encargan de atender a las menores afectadas. «Cuidan de ellas con mucho cariño», describe Esther Millán, convencida de que, cuando estas niñas crezcan, encontrarán un espacio en la casa de acogida y una actividad que realizar.
En general, las mujeres indias dependen toda la vida de los hombres de la familia: primero de su padre y hermanos y, más tarde, de su marido e hijos. Cuando se casan, la familia ha de pagar una costosa dote y siempre van a vivir a casa del marido. “Normalmente no tienen voz ni poder de decisión. Cuando el marido se cansa de ellas han de buscarse la vida sin ningún respaldo, muchas veces acompañadas también de sus hijos pequeños”, remarca Millán.
En los centros de acogida para mujeres repudiadas, éstas aprenden un oficio para ganarse la vida
Ocurre también que, al tratarse de una zona tribal, Orissa carece de censo y muchas mujeres ni siquiera pueden demostrar su existencia. Esta situación da lugar a lo que se conoce como “vertederos de viudas”. Cuando fallece el marido, la familia de éste despoja a la esposa de todas sus pertenencias, sin posibilidad de que pueda demostrar que estuvo casada.
En este contexto, entre las labores de SMSS, la entidad local con la que colabora la organización en España, se encuentra el mantenimiento de centros de acogida para mujeres repudiadas y mayores. Los primeros son centros en los que las mujeres aprenden un oficio para que puedan ganarse la vida. En los segundos, con gran demanda, se da además cobijo, cuidado y cariño. “En una zona donde las condiciones de vida son tan límites y hasta los niños han de buscar su propio sustento, no es difícil encontrar personas mayores que ya no son capaces de trabajar y a los que la familia se siente incapaz de mantener”, concluye Millán.