Cada hora, la risa de mil menores de cinco años se desvanece. En ocasiones, las víctimas ni siquiera llegan al primer mes de vida, pero las tasas de mortalidad infantil son ajenas a los sentimentalismos. Arrojan datos de una realidad evitable, aunque no siempre conocida. En tiempos de crisis mundial cuesta pensar que, por muy mal que una persona lo pase en el Norte, a menudo, siempre habrá otra en el Sur que lo pasará peor. Por ello se necesitan cambios. Hasta el momento, diversas propuestas en marcha han logrado salvar la vida de miles de pequeños en todo el mundo. No conviene desviarse de esta senda.
Imagen: Christine Olson
El Informe de Desarrollo Humano de 2010 revela que los gobiernos democráticos están, en general, «en mejores condiciones para impulsar objetivos de desarrollo humano, entre ellos, reducir la mortalidad infantil y mejorar los niveles de educación». Asegura que son más responsables y transparentes, ¿pero qué ocurre donde ambas circunstancias no convergen?
De los 67 países con tasas altas de mortalidad infantil, solo 10 están en condiciones de reducirlas en dos terceras partes hasta 2015
El Objetivo 4 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) pretende reducir la mortalidad de los niños menores de 5 años en dos terceras partes hasta 2015. Se estima que «la reactivación de la lucha contra la neumonía y la diarrea, junto con un refuerzo de la nutrición, podría salvar a millones de niños». Pero de los 67 países que deberían cumplir este objetivo por tener una tasas altas de mortalidad infantil, solo 10 están en condiciones de conseguirlo. Pese a todo, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) advierte de que, «si los menores todavía muriesen a las tasas de fines de los años setenta, cada año fallecerían 6,7 millones de niños adicionales».
Cómo afecta la crisis a la supervivencia infantil
A menudo, la mortalidad infantil se relaciona con la pobreza y, en tiempos de crisis, ciertas barreras parecen insalvables. Pero falta tiempo y son necesarias soluciones. El Banco Mundial estima que entre 200.000 y 400.000 menores más morirán cada año hasta 2015 como consecuencia de la crisis financiera.
La campaña «Su mañana es Hoy«, desarrollada por Manos Unidas durante este año, se centra en la protección de la infancia y en la lucha por la vida de los menores. El lema es explícito. Tan solo existe el presente y se debe apostar por mejorarlo para que también haya futuro. Los niños pequeños, «los seres más inocentes e indefensos de la sociedad», destacó durante la presentación de la campaña la presidenta de la organización, Myriam García Abrisqueta, «tendrían que ser protegidos y cuidados por las leyes nacionales e internacionales y, sin embargo, sufren especialmente las consecuencias de las políticas injustas y de un indigno y desigual reparto de las riquezas del mundo».
Como esta organización, otras se suman a los esfuerzos por dar la vuelta a los datos. La Alianza Internacional Save the Children publicó en 2009 el informe «La siguiente revolución. Démosle a cada niño y cada niña la oportunidad de sobrevivir», que fotografía la situación en el mundo y revela que en un total de 57 países hay una «escasez crítica» de trabajadores de salud (36 países se localizan en África), según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Se necesitan más profesionales sanitarios, evitar la denominada «fuga de cerebros«, atención médica a las madres durante el parto y a los bebés tras el nacimiento, junto con tratamiento preventivo y curativo de neumonía, diarrea y malaria. Diversos estudios publicados en la revista médica ‘The Lancet’, realizados por 69 investigadores de más de 50 organizaciones -entre ellas Save the Children– de 18 países de todo el mundo, afirma que más de 2,6 millones de bebés nacen sin vida cada año, un 98% en países en vías de desarrollo. «Mejorar la atención sanitaria de urgencia durante el parto podría evitar más de un millón de estas muertes y apenas supondría un coste de 1,62 euros (2,35 dólares) por persona», añade.
Pero también en Europa se requieren cambios. La red europea de organizaciones que trabajan por la infancia, Eurochild, y FEDAIA, la federación de entidades catalanas que trabajan con niños y jóvenes desamparados o en riesgo de exclusión social, han pedido esta misma semana que los niños «no paguen la grave crisis económica y financiera en la que sigue inmersa Europa y, especialmente, España». Su preocupación se centra, sobre todo, en los recortes aprobados, que podrían afectar a servicios esenciales para combatir la pobreza y la exclusión social, como la calidad de la educación o las ayudas a las familias en la primera infancia. «Alimentos escasos o inapropiados, absentismo escolar, viviendas hacinadas y graves tensiones familiares son algunos de los problemas que ha traído consigo la crisis», señala el presidente de la FEDAIA, Jaume Clupés.
Combatir la desnutrición
Otro aspecto clave es el apoyo a la nutrición. Cada año, 3,2 millones de niños mueren antes de cumplir cinco años de edad por causas asociadas a la desnutrición. Es primordial que se fomente la lactancia materna y se facilite la nutrición suplementaria. Manos Unidas recuerda que cualquier medida que se adopte en la primera etapa de la vida es decisiva para la supervivencia infantil y para su posterior desarrollo.
El último informe de Desarrollo Humano resalta que una nutrición inadecuada afecta a la forma en que las personas aprenden y participan en la sociedad. Tener hambre es un obstáculo para conseguir un trabajo y rendir en él, para la productividad y, en consecuencia, para la aptitud de obtener ingresos que ayuden a alcanzar un nivel de vida digno. Por no hablar de las consecuencias irreversibles de una mala alimentación, subraya el PNUD, como la ceguera causada por deficiencia de vitamina A o el retraso en el crecimiento físico por falta de proteínas.
Tan solo en seis países -India, Nigeria, República Democrática del Congo, Etiopía, Pakistán y China- se registran más de la mitad de las muertes infantiles. El índice de mortalidad de menores de cinco años por cada mil niños nacidos vivos, según el IDH de 2008, obtuvo en los países desarrollados una media de 6, frente a un índice de 126 en los países menos desarrollados. En África subsahariana llegó a 144 y en Asia meridional, a 73. Merece la pena detenerse en los números porque encierran una realidad que a menudo escapa de las imágenes, pero que no debe huir de las conciencias.
En los países con Desarrollo Humano Alto, el índice de mortalidad de menores de cinco años en 2008 era de 2 en Liechtenstein; 3 en Suecia, Finlandia, Islandia, Luxemburgo, Singapur; y 4 en Noruega, Irlanda, Alemania, Japón, Francia, Dinamarca, España, Hong Kong, Grecia, Italia, Austria, República Checa, Eslovenia, Andorra, Chipre y Portugal. Los índices más altos correspondían a Argelia (41), Azebaiyán (36) y y Trinidad y Tobago (35).
Mientras el índice de mortalidad infantil en Suecia asciende a 3, en Angola se eleva hasta 220
En los países de Desarrollo Humano Medio, son mayoría los índices altos, relevantes en Guinea Ecuatorial (148), Congo (127), Camboya (90), Pakistán (89), Gabón (77), Sudádrica (67), Bolivia (54), Turkmenistán (48), Nambia (42), Indonesia y Mongolia (41) y República Dominicana (33). Los más bajos se registraron en Tailandia y Vietnam (14), El Salvador y Fiji (18).
Imagen: AIPC Pandora
Pero el 97% de las muertes infantiles ocurre en 68 países de ingreso bajo y medio, la mitad en África (4,7 millones) y otra buena parte, en Asia (3,8 millones). En los países de Desarrollo Humano Bajo destacan los índices más altos en Afganistán (257), Angola (220), Chad (209), República Democrática del Congo (199), Sierra Leona y Mali (194), Nigeria (186), Burundi (168), Níger (167), Zambia (148), Liberia (145), Uganda (135), Camerún (131), Kenya (128) y Mauritania (118). Los más bajos corresponden a Bangladesh (54) y Nepal (51).
En otros países o territorios, los índices más altos se registran en Somalia (200), Bhután (81) y Eritrea (58), y los más bajos, en Cuba (6), Mónaco (4) o San Marino (2).