Las inundaciones afectaron especialmente a la ciudad de Derna donde, tras el derrumbe de dos presas cercanas, barrios enteros quedaron completamente destruidos. Se interrumpieron las comunicaciones y la electricidad, se destruyeron las escuelas y los centros de atención primaria de salud y almacenes y los hospitales clave en las zonas afectadas quedaron casi inhabilitados.
El desastre golpeó, además, a una población que arrastraba las consecuencias de una prolongada crisis política, que afectaba significativamente a los servicios públicos de salud, protección social y educación. Para aquellas personas que ya se encontraban desplazadas y con necesidad de ayuda, este desastre ha agravado aún más la pérdida y el sufrimiento.
La ayuda inmediata de UNICEF
Desde el primer momento, UNICEF está involucrado en la respuesta humanitaria en las zonas afectadas trabajando en estrecha coordinación con las autoridades.
- Ha movilizado suministros básicos para dar respuestas a las necesidades más urgentes de los niños, niñas y familias afectados, como kits de higiene y suministros médicos vitales; ropa esencial, tiendas de campaña y lonas; y pastillas potabilizadoras de agua.
- Asimismo, los servicios de protección de la infancia, incluido el apoyo psicosocial, también están siendo fundamentales para ayudarles a procesar una experiencia tan traumática.
Respuesta humanitaria con foco en la infancia
La experiencia en otros desastres naturales nos ha demostrado que, normalmente, las secuelas que estas situaciones dejan en la infancia son más mortíferas que el propio fenómeno meteorológico en sí. Más allá de los peligros inmediatos de muerte y lesiones, las inundaciones en Libia suponen un grave riesgo para la salud y la seguridad de los niños y las niñas.
Con el suministro de agua potable en peligro, aumentan considerablemente las probabilidades de que se produzcan brotes de diarrea o cólera, así como de deshidratación y desnutrición. A su vez, los niños y niñas que han perdido a sus padres y madres, o quedan separados de sus familias están más expuestos a situaciones de desprotección, como la violencia y la explotación. Por otro lado, la destrucción de infraestructuras como las escuelas supone la interrupción de su aprendizaje.
Por todo ello, el estrés, la desprotección y la destrucción que provocan estos desastres naturales pueden suponer una verdadera amenaza existencial para los niños y las niñas e impactar en su desarrollo, si no se les facilita una respuesta humanitaria acorde a sus necesidades.
En estos casos lo fundamental es: asegurarse de que reciben la alimentación y atención sanitaria y de higiene adecuadas, así como la protección, el acompañamiento y la seguridad necesarias para amortiguar los efectos de las situaciones adversas y ofrecerles la oportunidad de jugar y aprender.
La catástrofe golpea Libia en un momento muy vulnerable
La catástrofe ha golpeado el país en un momento en el que la población se enfrenta a una frágil situación de seguridad y a un panorama político incierto. A principios de año, UNICEF estimó que cerca de 526.000 personas, entre ellas casi 200.000 niños y niñas, necesitarían ayuda humanitaria en 2023, cifras que tras este desastre natural aumentarán de forma considerable.
Antes de la tormenta, casi 247.400 personas ya carecían de acceso a necesidades como agua potable, saneamiento y servicios de higiene, más de 175.800 niños y niñas necesitaban protección inmediata y se calcula que 111.400 corrían el riesgo de perder el acceso al aprendizaje, si no se producía una intervención humanitaria.
Libia es también un punto de paso para personas solicitantes de asilo y migrantes en ruta hacia Europa: acoge a unos 650.000 migrantes y refugiados, 78.000 de los cuales son niños y niñas. Entre los más vulnerables del país, estos grupos se enfrentan a los riesgos asociados a las redes de contrabando, las condiciones de detención, la separación familiar y otros retos humanitarios específicos.
UNICEF está presente en Libia desde 1957, trabajando con especial énfasis en el acceso a servicios sociales (agua, higiene y saneamiento, salud y una educación de calidad). Y se ha volcado desde el primer momento en dar una respuesta de emergencia para responder a las necesidades básicas de la población afectada por las inundaciones ocasionadas por la tormenta Daniel. Esta atención focalizada en las necesidades de la infancia debe ser continuada, es decir, no puede desaparecer tras la catástrofe, y debe apoyar a la población libia más vulnerable desde una perspectiva de desarrollo a largo plazo.