El acceso a la educación es difícil cuando se carece de una residencia estable o el lugar donde se reside no dispone de la infraestructura adecuada para recibir clases. Es el caso de 22 millones de menores y jóvenes refugiados y desplazados. Colombia y el sur de Sudán son las dos regiones más afectadas, ya que albergan a un mayor número de personas en esta situación.
Imagen: Albert Gonzalez
Las personas refugiadas o desplazadas no tienen la oportunidad de residir en su hogar, de donde se les ha obligado a huir. Algunos residen en espacios habilitados para su acogida, como campamentos, mientras que otros, cada vez más, lo hacen en suburbios y poblados chabolistas de entornos urbanos de países en vías de desarrollo. Sin embargo, en ambos lugares se enfrentan a dificultades. Una de las principales es el acceso a la educación de los pequeños.
El informe de Entreculturas ‘Educación en tiempo de espera. Un derecho vulnerado para millones de personas refugiadas y desplazadas’ es explícito en su título y en su contenido. Aunque el acceso a la educación es un derecho reconocido en el ámbito internacional, en la práctica no siempre se puede ejercer. Esta situación deriva en niños y jóvenes que carecen de estudios y, en consecuencia, de los conocimientos y preparación necesarios para tomar sus propias decisiones. «Esta vulneración del derecho a la educación dificulta el cumplimiento de otros derechos», precisa Entreculturas.
Los menores pasan una media de 17 años, su infancia y juventud, en campos de refugiados o en asentamientos improvisados
Se estima que no es posible regresar al hogar hasta pasados una media de diecisiete años. La coordinadora del informe, Valeria Méndez de Vigo, asevera que este hecho implica que los menores pasen su infancia y juventud en campos de refugiados o en asentamientos improvisados. El informe especifica el estado de estos niños y jóvenes en Colombia y en el sur de Sudán, donde se calcula un mayor número de refugiados y desplazados. En Chad, UNICEF repartió en 2004 material educativo entre las escuelas de los campos de refugiados donde residían niños sudaneses de Darfur. Entregó libros de texto y de ejercicios, tizas, kits educativos o tiendas de campaña, en una iniciativa conjunta con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Respecto a Colombia, la agencia de la ONU reconoce que es uno de los países del mundo con mayor número de desplazados internos: hacia finales de 2009, según fuentes oficiales, más de 3,3 millones. Otras fuentes estiman que ya han superado los 4 millones.
Protección de mujeres y niñas
El ACNUR ha elaborado un ‘Manual para la Protección de Mujeres y Niñas’, por ser éstas las más vulnerables a las consecuencias de los desplazamientos. Considera que ellas «deben enfrentar más obstáculos que los hombres y los niños para reivindicar y disfrutar sus derechos», por lo que aboga por su empoderamiento a través de la educación y porque todas las personas disfruten sus derechos de manera igualitaria.
Puesto que, según reconoce, hay diferencias importantes en el acceso de las niñas y los niños a la educación formal e informal, la mayoría de ellas tienen un nivel educativo más bajo que el de los hombres y los niños y, en consecuencia, «carecen de conocimientos sobre sus derechos». No obstante, en ocasiones, la situación no es mejor cuando tienen la oportunidad de acudir a una escuela, ya que advierte de que algunas niñas «se ven forzadas a recurrir al sexo de sobrevivencia o a trabajos mal pagados para cubrir los costos relacionados con la escolarización». «Otras se atrasan en sus estudios y los abandonan», agrega. Cuando además se registra una situación de conflicto y desplazamiento, las desigualdades en el acceso a la educación aumentan.
El ACNUR subraya que la situación más alarmante corresponde a las niñas separadas o no acompañadas, las madres adolescentes y las madres solteras, «a causa de sus responsabilidades en el cuidado de los niños, la falta de apoyo financiero o de otro tipo, la discriminación y el estigma». En ocasiones, las propias escuelas carecen de los recursos necesarios para atender estas especificidades, de ahí que uno de los objetivos sea que los centros «ayuden a restaurar la sensación de normalidad y autoestima durante el desplazamiento» y fomenten la participación en la construcción de la paz y la reintegración económica y social de las mujeres y las niñas en sus países de origen.
Requisitos de las escuelas
Las escuelas en los campamentos son imprescindibles, pero deben cumplir unos requisitos. De este modo, no conviene que estén alejadas de los campamentos, ya que se han detectado casos de violencia verbal, física y/o sexual en el camino que separa el centro del campamento. El objetivo es proteger a los menores, no exponerles a situaciones de peligro. Por ello hay que vigilar que las escuelas no sean exclusivas para niñas, ante el riesgo de ataques, ni sirvan como lugares de reclutamiento militar.
El informe de Entreculturas detecta que en los campos de refugiados son menos las niñas que acuden a la escuela, frente al número de niños, y, sobre todo, en educación secundaria. Defiende el acceso a la educación en todas las etapas, por parte de niñas y niños, y que se garantice en condiciones de seguridad. «La educación constituye una herramienta de protección para la población refugiada y desplazada, es una condición para el desarrollo y debe ser prioritaria», insiste.
Los datos del ACNUR calculan que en 2009 había en todo el mundo 43,3 millones personas refugiadas y desplazadas “a causa de conflictos y persecuciones”. La mitad de ellos son niños y jóvenes menores de 22 años. Por grupos, se distribuyen de la siguiente manera: 15,2 millones de refugiados, 27,1 millones de desplazados internos y casi 1 millón de solicitantes de asilo.