Se necesitan familias. Personas dispuestas a ofrecer un hogar a menores que viven separados de sus padres por diferentes motivos. En su mayoría, son niños con una historia personal de desatención o maltrato. La cifra alcanza los 30.000 – unos 17.000 en programas de acogimiento-. El objetivo es ofrecerles un ambiente acogedor hasta que puedan regresar con su familia biológica. “Las evidencias científicas demuestran que la familia es un contexto de desarrollo mucho más positivo que las alternativas de institucionalización”, defiende Nuria Fuentes, Doctora en Pedagogía y miembro del Grupo de Investigación sobre Intervenciones Socioeducativas en la Infancia y la Juventud (GRISIJ) de la Universidad de Barcelona.
Su fin es poder ofrecer un entorno familiar a los niños que no pueden ser atendidos adecuadamente en sus hogares. Es una medida temporal y revocable. Las evidencias científicas demuestran que la familia es un contexto de desarrollo mucho más positivo que las alternativas de institucionalización. Las familias acogedoras se comprometen con las necesidades de la infancia y de otras familias, colaboran con equipos de profesionales que siguen el acogimiento y, si es el caso, también con las familias biológicas. La finalidad es que los menores puedan retornar a su hogar de origen, por lo que es imprescindible una intervención con su familia para ayudarle a resolver las situaciones o dificultades que han ocasionado la separación.
“La finalidad es que los menores puedan retornar a su hogar de origen, por lo que es imprescindible una intervención con su familia”
En el acogimiento familiar, ya sea simple, permanente o de urgencia, en principio, no hay finalidad adoptiva. A menudo, se dan confusiones entre el acogimiento y la adopción a causa del acogimiento pre-adoptivo, que es la antesala de la adopción y tiene una finalidad diferente.
Son susceptibles de ser acogidos aquellos menores al cuidado de sistemas de protección porque sus padres no pueden hacerse cargo de ellos. Son niños que mantienen ciertos vínculos con sus familias biológicas, pero la Administración delega la guarda de forma temporal en los acogedores. La mayoría de estos pequeños viven en instituciones, centros u hogares infantiles, algunos de ellos, durante un largo período de tiempo.
Las características son variadas y, precisamente por eso, es importante disponer de un amplio número de familias acogedoras que puedan atenderlas. Encontramos niños que requieren una atención rápida porque son separados de forma urgente de sus familias, pequeños que llevan tiempo viviendo en instituciones, menores que presentan alguna necesidad especial y otros que forman grupos de hermanos y es conveniente acogerlos juntos. Respecto a su pasado, todos los niños llegan al acogimiento con un bagaje y una historia personal que se caracteriza mayoritariamente por haber vivido una situación de desatención o maltrato. No obstante, la experiencia demuestra que, tras iniciar el acogimiento, tienen un alto grado de adaptabilidad y recuperabilidad.
“El principal requisito de las familias acogedoras es que tengan cuidado y eduquen a los niños ofreciéndoles modelos de comportamiento, relación y afecto positivos”
El principal requisito es que tengan cuidado y eduquen a los niños ofreciéndoles modelos de comportamiento, relación y afecto positivos, que comprendan sus reacciones, asuman la situación de temporalidad del acogimiento con la consiguiente despedida, respeten la historia de la familia biológica, prevean el posible contacto con ésta, realicen un trabajo en equipo y, ante todo, que mantengan el respeto y la confidencialidad a la hora de compartir información.
La familia de acogida ha de respetar siempre a la familia biológica, aunque el tipo de relación que mantengan estará determinado por un equipo de profesionales. En especial, cuando se prevé el retorno, la colaboración entre familias es importante. Esta relación demuestra que se acepta la medida de acogimiento, así como la ayuda para salir de la situación que ha originado la separación, si bien hay casos muy complejos en los que no se aconseja este contacto.
Los casos de ruptura no son lo general, pero lamentablemente en ocasiones se dan situaciones en las que es mejor no dar continuidad al acogimiento porque causaría más perjuicio que beneficio. Cuando se da una ruptura, los motivos son varios. Pueden estar relacionados con las habilidades de los acogedores que, ante unas circunstancias concretas, se ven incapaces de utilizar estrategias adecuadas para gestionarlas. Otros factores están relacionados con la propia convivencia y ciertos problemas de adaptación por parte del niño acogido. También influye la falta de preparación y sensibilización del menor para superar la separación y afrontar una nueva vinculación con otra familia.
“Los casos de ruptura no son lo general, pero lamentablemente en ocasiones se dan situaciones en las que es mejor no dar continuidad al acogimiento”
El primer nivel de preparación pasa por clarificar las propias motivaciones. Hay que comprobar que sean ajustadas a la finalidad del acogimiento. Se estudian las capacidades de las familias y su idoneidad para ser acogedoras. Este estudio es un espacio para facilitar la reflexión y ayudar a la familia a explorar sus capacidades, motivaciones y expectativas. Además, se les ofrece una formación inicial sobre el acogimiento y se refuerzan sus capacidades para afrontar los retos y las particularidades que plantea el acogimiento.
Siempre que el acogimiento sea planificado, la incorporación a la familia se realiza de forma progresiva. Antes de la convivencia, se organizan varios contactos que ayudan al niño a reducir la incertidumbre y facilitan la adaptación.
Cada acogimiento es diferente, pero al menos se recomienda ofrecer la posibilidad de que haya contacto. La familia de acogida recoge mediante fotografías, dibujos, escritos o cartas las experiencias vividas durante esa etapa para que los niños puedan dar una continuidad a su historia.
Cuando se prevé el retorno, lo principal es mantener el vínculo con la familia biológica. Es imprescindible que al niño no se le dé la posibilidad de desvalorizar a su familia.