Cada minuto una persona muere víctima de la violencia armada. Los conflictos a nivel mundial no cesan y cada día surgen nuevas contiendas que provocan miles de muertos, heridos, desplazamientos y destrucción. Con el objetivo de que al menos durante un día cesen las hostilidades, la ONU estableció el 21 de septiembre como Día Internacional de la Paz. Este año, la jornada se conmemora rodeada de un buen número de negociaciones de paz -dos de cada tres conflictos han iniciado este proceso-, aunque algunas de las más antiguas, como la de Colombia, llevan 22 años en este menester. Las ONG abogan por un mayor compromiso de la comunidad internacional y reclaman el mismo trato mediático y político para todos los conflictos con un mismo lema: “que se dé visibilidad a todas las guerras”.
Conflictos armados
El 7 de septiembre de 2001 la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió que, a partir del año siguiente, cada 21 de septiembre sería observado como Día Internacional de la Paz, una jornada “de cesación de fuego y de no violencia a nivel mundial, a fin de que todas las naciones y pueblos se sientan motivados para cumplir una cesación de hostilidades”. Tan sólo faltaban cuatro días para que se cometieran los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York, uno de los ataques más dramáticos que se recuerdan, en el que perdieron la vida más de 3.000 personas. Actualmente, existen en el mundo una treintena de conflictos armados. El de Colombia, donde guerrillas izquierdistas combaten con paramilitares, es el más antiguo de todos, pese a que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) iniciaron las negociaciones de paz hace 22 años. El resto se encuentran distribuidos por todo el planeta y en una docena de ellos se han incrementado las hostilidades en los últimos meses.
La mayoría de los conflictos nacieron entre los años 70 y 90,
La mayoría de los conflictos nacieron entre los años 70 y 90
Por su parte, Ricardo Magán, responsable del Área de Conflictos y Acción Humanitaria de Intermón Oxfam , asegura también que “hay tantos conflictos vivos en la actualidad que el Día Internacional de la Paz se tiende a afrontar con pesimismo, o al menos con cierta tristeza, para evidenciar y denunciar los escasos esfuerzos internacionales por dejar de alimentar y evitar los conflictos armados”. Según datos de Intermón Oxfam, cada minuto una persona muere víctima de la violencia armada. Por ello, en octubre de 2003 la organización puso en marcha la campaña‘Armas Bajo Control’
Desde la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, la investigadora María Villellas lamenta esta situación, pero apuesta por una “doble reflexión” para recordar que, “a pesar de la cantidad y la magnitud de los conflictos armados, nos encontramos en un momento en el que hay muchos procesos de paz que están iniciándose, lo que siempre permite tener una visión más esperanzada”. “El Día Internacional de la Paz lo tenemos que enfrentar, con optimismo o sin optimismo, pero enfrentarlo”, subraya el portavoz de Cruz Roja española, Miguel Ángel Rodríguez.
Negociaciones de paz
Según datos de la Escuela de Cultura de Paz, el pasado año finalizó con unas 30 negociaciones de paz en marcha. En total, dos de cada tres conflictos se encontraban en proceso de negociación o con un proceso más o menos consolidado. ‘El Anuario 2006 de Procesos de Paz’ desvela, además, que:
- La gran mayoría de los conflictos sólo se resuelven por la vía de negociaciones y no por una victoria militar. –
- En los conflictos actuales se negocia antes y con más celeridad que hace dos o tres décadas.
- Los líderes de los grupos en conflicto con más años de liderazgo tardan el doble de tiempo en iniciar negociaciones que los líderes que llevan menos años.
- Las convicciones religiosas son una característica específica de la mitad de los líderes de los grupos armados y de su programa.
- Los procesos del continente asiático han tenido una evolución más positiva que los africanos.
- Dos de cada tres conflictos utilizan mediaciones o facilitaciones externas, tanto de países como de organismos regionales o internacionales.
Sin embargo, ¿Por qué no se terminan de solucionar todos los conflictos? “Tal vez porque de ellos no se extraen tantos réditos políticos o porque son contextos desconocidos y muy complejos que requerirían de un análisis profundo y de un acompañamiento sostenido”, responde María Villellas. En su opinión, resolver un conflicto no es una cuestión de un día, sino que requiere del esfuerzo de años y un enorme compromiso político
“Resolver un conflicto no es una cuestión de un día, sino que requiere del esfuerzo de años y un enorme compromiso político”
Entre las razones para el fracaso o retraso en las negociaciones de paz, la Escuela de Cultura de Paz resalta la desconfianza entre las partes, la inseguridad que sienten los participantes, las violaciones del alto el fuego, cierto desacuerdo sobre el formato del proceso de negociación, la percepción de problemas de seguridad para llevar a cabo las negociaciones y las diferencias sobre la agenda a discutir o la interpretación de la misma. Además, recoge dificultades para realizar la fase de desmovilización y desarme de los grupos armados, discrepancias en el reparto del poder político, dificultad de gestionar el estatus de grupos calificados como terroristas, problemas surgidos en el interior de los equipos negociadores y la inclusión de determinados grupos en listas de grupos terroristas “por las limitaciones a que son sometidos los negociadores de estos grupos, como el caso de Nepal, Sri Lanka o Filipinas”. Para Miguel Ángel Rodríguez la clave está en que la negociación sea “lenta y pausada, pero muy coherente y consistente”. En la treintena de conflictos que se encuentran en la actualidad en negociaciones de paz, la mitad ha necesitado entre uno y diez años para empezar estas negociaciones y la otra mitad más de 16 años.
“No obstante, cuando se firma un acuerdo de paz o un alto el fuego, eso no es más que un punto y aparte y un comienzo de un largo proceso de rehabilitación y reconstrucción de la sociedad civil, de edificios, de políticas que vuelvan a tejer la base social de ese país. Comienza un largo proceso de reconciliación y de reconstrucción muy a largo plazo porque hay unas heridas que van a tardar mucho en cicatrizar. Hay que poner en marcha programas de tipo social, económico y político e implicar a la propia comunidad afectada. Eso es fundamental. La población afectada tiene que ser partícipe de su reconstrucción y de sus programas de reconciliación”, recomienda el portavoz de Cruz Roja española.
Consecuencias de una guerra
Se dice que en una guerra nadie gana, sino que todos pierden. Las consecuencias de los conflictos son siempre devastadoras y, cuando llega el alto el fuego o el acuerdo de paz, se aprecia la verdadera crudeza: personas desaparecidas, mutilados por minas antipersona, mujeres violadas, edificios destruidos, cientos de desplazados y refugiados? Ricardo Magán, de Intermón Oxfam, explica que también es necesario poner en marcha programas de salud pública y provisión de agua, “con los que se satisfacen necesidades muy básicas y se evitan que surjan epidemias que empeoren la ya de por sí difícil situación de las poblaciones que sufren la violencia”. “Hace poco, Naciones Unidas aprobó un texto en el que se reconoce el deber de la comunidad internacional de proteger a las poblaciones que sufren cuando sus gobiernos no pueden o no quieren hacerlo. Se firmó pero se olvida rápidamente. Nosotros se lo recordamos”, añade.
Otra de las tristes realidades de los conflictos son los denominados ‘niños soldado’, menores que son reclutados a la fuerza para formar parte del ejército regular o de grupos rebeldes. Según Miguel Ángel Calderón (AI), estos niños “son secuestrados de su entorno familiar, de su comunidad y obligados a ser en ocasiones carne de cañón, y otras a realizar labores peligrosas, como la eliminación de minas antipersona o servir de correos. Además, las niñas son utilizadas como esclavas sexuales de los soldados y de los miembros de grupos armados. Se trata de una violación gravísima de los derechos de los niños”.
Desde Cruz Roja Internacional, Miguel Ángel Rodríguez destaca cómo los conflictos “implican la máxima vulnerabilidad de las personas, que se quedan sin recursos, sin familia y se convierten en desplazados”
“Los conflictos implican la máxima vulnerabilidad de las personas, que se quedan sin recursos, sin familia y se convierten en desplazados”
La población civil es la que verdaderamente vive los efectos de una guerra y la sensación general de inseguridad. A menudo, en estas situaciones, se ven obligados a cruzar las fronteras y establecerse en campos de refugiados cercanos, lo que traslada el problema a otras regiones. En estos campos suelen ser atendidos por organizaciones humanitarias, que no siempre cuentan con todo lo necesario para ello, debido a la imposición de bloqueos que impiden la llegada por tierra o mar de productos alimenticios y otros suministros esenciales como medicinas. Para Rodríguez, “es importante que siempre prevalezcan consideraciones humanitarias por encima de consideraciones económicas, políticas o comerciales ante una situación que vulnera los derechos de las personas. A la población civil se le deben garantizar unos derechos fundamentales y cualquier medida que lo impida hay que combatirla o enfrentarla”. “Cuando se producen bloqueos, el problema real es para la población civil, que no accede a la ayuda humanitaria, algo que no debería pasar porque aún en situación de conflicto la Convención de Ginebra dice claramente que siempre debe garantizarse un acceso a la ayuda humanitaria”, agrega Jordi Passola (MSF).
Qué ayudas son necesarias
Al finalizar 2005, la ONU contaba con 27 misiones de paz distribuidas por todo el mundo, “con un coste que representaba sólo el 0’5% de los gastos militares mundiales”, según datos de la Escuela de Cultura de Paz. En estas misiones se llevan a cabo funciones de asistencia humanitaria y de protección y promoción de los derechos humanos. La propia ONU recuerda que el mantenimiento de la paz “es una forma de ayudar a los países asolados por los conflictos a crear condiciones favorables para la paz sostenible”. Los integrantes de las fuerzas de mantenimiento de la paz -soldados y oficiales militares, oficiales de policía civil y personal civil procedentes de muchos países- supervisan y observan los procesos de paz que surgen con posterioridad a las situaciones de conflicto y prestan asistencia a los excombatientes para aplicar los acuerdos de paz que se han firmado. Esa asistencia se presta con medidas de fomento de la confianza, disposiciones para compartir el poder, apoyo electoral y ayuda al desarrollo económico y social.
Las ONG reclaman que, en cualquier conflicto, se facilite la ayuda humanitaria necesaria y que “haya corredores que permitan el trabajo de agencias internacionales”, señala Ricardo Magán. El portavoz de Intermón Oxfam afirma que “en los conflictos armados, y mucho más en los actuales, las víctimas más numerosas no son los combatientes, sino los civiles, sobre todo mujeres, niños y personas mayores”, por lo que cree necesario distinguir entre el trabajo de las Fuerzas Armadas de Paz y el trabajo de las agencias de acción humanitaria. “Y es imprescindible también aumentar la calidad y los fondos destinados a paliar los efectos de los conflictos entre la población civil, a la reconstrucción, a trabajar por una cultura de paz, al fortalecimiento de las instituciones públicas, a garantizar un futuro mejor para las generaciones venideras. Lo que se destruye en pocas horas tarda años en levantarse”, advierte.
La crítica más unánime a la comunidad internacional es la escasez de estados que “realmente comprometen a su diplomacia en la consecución de la paz”. Para María Villellas, “mientras que es bien conocido el compromiso de Noruega, Suiza u otros países nórdicos, el resto no suele priorizar la diplomacia. Los estados no concentran sus esfuerzos internacionales en conseguir la paz, hay que destinar más recursos a estos procesos. “Todavía queda mucho camino por recorrer para conseguir que haya un compromiso firme y verdadero”,
Todavía queda mucho camino por recorrer para conseguir que haya un compromiso firme y verdadero”
Asimismo, son imprescindibles las medidas de protección a la población civil y medidas económicas, ya que, explica Rodríguez, “en el germen de muchos conflictos está la pobreza”. Se considera que hay una relación directa entre la pobreza y los conflictos armados, por lo que una buena situación económica permite que no haya personas que dependan de la ayuda humanitaria y que puedan tener sus propios medios de subsistencia. Por otro lado, las campañas de sensibilización recuerdan la necesidad de contar tanto con ayudas económicas como de personal para poder llevar a cabo más proyectos, “sobre todo en aquellas zonas que están más lejos de las agendas políticas y mediáticas, es decir, las crisis más olvidadas y que por tanto generan menos recursos que las crisis más mediáticas. Allí es donde realmente hay más necesidades y donde más importante es la presencia de ONG”, subraya Jordi Passola.
África: ¿La gran olvidada?
El continente africano es rico en recursos minerales, a menudo empleados para financiar los conflictos. Con una población de unos 900 millones de personas, según datos del Banco Mundial, unos 300 millones viven con menos de un dólar al día. Algunas de sus guerras más importantes han sido, y en algunos casos son, las de Angola, Burundi, Argelia, República Democrática del Congo, Chad, Etiopía, Mozambique, Ruanda, Sahara Occidental, Senegal, Sierra Leona, Somalia, Sri Lanka, Sudán, Turquía o Uganda. En su mayoría, se trata de conflictos armados que tuvieron cierta repercusión mediática en sus orígenes, pero que en la actualidad se encuentran en una situación de muy poca visibilidad. Para María Villellas el papel de los medios de comunicación es muy importante en este sentido, “ya que escogen el conflicto que toca, pero se olvidan de los otros, sobre todo en África y en Asia, que son las regiones más olvidadas. Siempre se presta más atención a la región de Oriente Medio, pero el resto de conflictos armados, que ya superan en gravedad a éste, porque hay un mayor número de víctimas y provocan muchísimos más desplazamientos de población, no reciben la atención necesaria”.
Desde Amnistía Internacional, Miguel Ángel Calderón reconoce que una de las grandes preocupaciones en África es “la gran crisis de derechos humanos, empezando por la de Ruanda y acabando por la de Sudán, que es la mayor crisis que hay en este momento en el continente africano y, desde luego, la más grave que se ha dado en el siglo XXI”. “La crisis de Sudán sí que ha sido la gran olvidada de los acontecimientos del verano. Hemos visto en los medios de comunicación muchas imágenes e información del conflicto entre Israel y Líbano, la gente está relativamente informada de él, y sin embargo muchos todavía desconocen que en Sudán, en Darfur, están muriendo numerosas personas a manos de grupos armados y, en algunos casos, a manos del propio ejército del Estado”, censura.
Las ONG que trabajan en este continente son numerosas, pero la ayuda es escasa. Según el portavoz de Cruz Roja española “hay una cierta politización de las agendas humanitarias, con conflictos o desastres que son muy mediáticos
“Hay una cierta politización de las agendas humanitarias, con conflictos o desastres que son muy mediáticos”
“Por supuesto que África es la gran olvidada. De los 54 conflictos de la última década, casi la mitad se han desarrollado en África. De muchos de ellos se da muy poca información y, en cambio, conocemos mucho más aquellos en los que países más desarrollados, la mayoría del Norte, tienen intereses comerciales o de otro tipo. En los conflictos es la gran olvidada, pero si lo miramos desde la perspectiva del sufrimiento, es decir, incorporando aquellas crisis humanitarias que no se deben a conflictos sino a desastres naturales, África, en términos de ayuda y atención internacional, no aparece en los mapas”, lamenta Ricardo Magán.