“El derecho a la salud de la mujer es uno de los mayores retos”, asevera Raúl Aguado, presidente de la Federación de Asociaciones de Medicusmundi de España (FAMME). Se contextualiza en un marco que entiende a las mujeres como madres “e, incluso en ese aspecto, en muchas ocasiones, carecen de la mínima seguridad sanitaria”. Su cumplimiento redundaría en una mejor calidad de vida, así como en una mejor salud de ellas y de sus hijos, al prevenir las enfermedades de transmisión sexual, los embarazos no deseados o las complicaciones durante el parto. Los datos son “inaceptables”, califica Aguado. ¿Cómo solucionarlo? “El uso generalizado de conocidas técnicas, prácticas y tratamientos de uso cotidiano en nuestro entorno podría salvar la vida de muchas mujeres, recién nacidos y niños cada año”, responde el presidente de FAMME.
“Los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres se abordan, en el mejor de los casos, sólo en función de su papel como madres”
En muchos lugares, no ya los derechos sexuales y reproductivos, sino el derecho a la salud de la mujer es uno de los mayores retos al que nos enfrentamos las organizaciones que trabajamos en el ámbito de la salud. Los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres se abordan, en el mejor de los casos, sólo en función de su papel como madres, e incluso en ese aspecto, en muchas ocasiones, carecen de la mínima seguridad sanitaria. La educación de la mujer, que a menudo se le niega, es un componente importante para valorar esta cuestión relacionada, no con el incumplimiento de este derecho, sino con la amputación parcial, cuando no total, de los derechos de las mujeres.
Su cumplimiento redundaría en una mejora de la calidad de vida de las mujeres, ya que hablamos de un derecho de vital importancia para aspectos como la prevención de la mortalidad materno-infantil, el control de hijos, la prevención de enfermedades de transmisión sexual o el drama de los embarazos no deseados, una de las situaciones más difíciles y traumáticas a las que se puede enfrentar una mujer.
Cada año, con la publicación y difusión de informes que versan sobre la salud en el mundo, en el capítulo dedicado a salud materna podemos leer conclusiones impactantes similares a éstas: “cada minuto, en los países en desarrollo, una mujer muere debido a complicaciones del embarazo y el alumbramiento”, “el 99% de los casos de mortalidad materna y de los recién nacidos ocurre en el mundo en desarrollo”, “entre 350.000 y 500.000 mujeres mueren cada año por complicaciones durante el embarazo y el parto, el 85% en África”, “3,6 millones de recién nacidos no superan el año de vida y 5,2 millones fallecen antes de los cinco años”.
Estos datos son inaceptables y nos revelamos contra esta realidad, puesto que hemos constatado que el uso generalizado de conocidas técnicas, prácticas y tratamientos de uso cotidiano en nuestro entorno podría salvar la vida de muchas mujeres, recién nacidos y niños cada año. Al mismo tiempo, tratamos de influir en el Norte, para conseguir que los países donantes aporten recursos suficientes para implementar de forma generalizada las técnicas, prácticas y tratamientos que son eficaces.
La transmisión de las ITS, en su mayoría, es consecuencia de las relaciones sexuales que se mantienen con una persona infectada sin usar protección (preservativo). La forma de evitar la transmisión de una ITS es no tener relaciones sexuales con una persona infectada. Sin embargo, es frecuente que éstas no tengan síntomas evidentes y, por lo tanto desconozcan que lo están. El método más seguro para evitar una ITS es el preservativo, hay que usarlo siempre en cada relación sexual casual o con una pareja inestable.
Sin duda alguna, pero antes de abordar una estrategia de educación y sensibilización es necesario ahondar en este dato, que esconde una realidad relacionada con el derecho sexual y reproductivo de la mujer. Casi el 64% de las personas jóvenes que viven con el VIH/sida son mujeres. Una vez más, tenemos que hablar de la diferencia de poder entre hombres y mujeres y de las normas sociales que se aplican a las niñas y a las mujeres, que tienden a perjudicar las posibilidades de que las jóvenes ejerzan control sobre sus relaciones sexuales, como cuándo y con quién las mantienen. Esto las coloca en una situación de vulnerabilidad. La información y la educación es una de nuestras principales bazas para luchar contra la propagación y los efectos del sida entre los jóvenes. Está demostrado que entre las personas jóvenes con niveles superiores de educación, la utilización de métodos de prevención es más habitual y, por consiguiente, disminuye el porcentaje de contagios.
Lo fundamental no es tanto ordenarlos como adecuar los mensajes para cada uno de los públicos. Todos los grupos son importantes, puesto que interactúan entre sí. Estamos ante un problema global que requiere soluciones globales. Nuestro reto es romper el silencio que en muchos lugares envuelve al VIH/sida, luchar contra los prejuicios y la discriminación e involucrar a los jóvenes, sus familias y las comunidades donde viven en la prevención y lucha contra la epidemia.
“La malaria apenas afecta a los países ricos, por lo que se percibe como un problema de otros”
Entre las enfermedades debilitantes, la malaria es la primera en importancia, con más de 200 millones de casos cada año en todo el mundo. El continente mas afectado es África. Es endémica, constante, en 109 países y amenaza a la mitad de la población mundial. Cada año se registran entre 350 y 500 millones de casos y entre uno y tres millones de muertes (el 90% de éstas en África Negra). De éstas, un millón son niños menores de 5 años de África. Es la primera causa de mortalidad infantil. Nos enfrentamos a una enfermedad que apenas afecta a los países ricos, por lo que se percibe como un problema “de otros”. Es una enfermedad para la que se investiga poco, ya que la industria farmacéutica no considera productiva, en términos económicos, la investigación sobre la misma. Quienes padecen la enfermedad no tienen dinero para comprar el remedio. En cierto modo podemos decir que estamos ante una enfermedad invisibilizada por el VIH.
“Es necesario adoptar medidas para proteger a la mujer contra las prácticas y normas culturales tradicionales perniciosas”
El ejercicio del derecho de la mujer a la salud requiere que se supriman todas las barreras que se oponen a su acceso a los servicios de salud, educación e información, en particular, en la esfera de la salud sexual y reproductiva. Pero tan importante como esto, es la necesidad de adoptar medidas preventivas, promociónales y correctivas para proteger a la mujer contra las prácticas y normas culturales tradicionales perniciosas que le deniegan sus derechos genésicos.
El Pacto Internacional para los Derechos económicos, sociales y culturales establece la obligación de los estados de velar porque las prácticas sociales o tradicionales nocivas no afecten al acceso a la atención anterior y posterior al parto ni a la planificación de la familia, impedir que terceros induzcan a la mujer a someterse a prácticas tradicionales, como la mutilación de los órganos genitales femeninos, y adoptar medidas para proteger a todos los grupos vulnerables o marginados de la sociedad, en particular a las mujeres, los niños, los adolescentes y las personas mayores.
“La salud sexual requiere una aproximación positiva y respetuosa a la sexualidad y las relaciones sexuales”
Si atendemos a la definición de “Derechos Sexuales” como derecho humano a tener control de su sexualidad, incluso su salud sexual y reproductiva, y a decidir libre y de forma responsable sin sentirse sometida a coerción, discriminación o violencia, hablamos de relaciones en igualdad entre hombres y mujeres que garanticen el pleno respeto a la integridad de la persona y el consentimiento mutuo, que asumen de forma compartida las responsabilidades y consecuencias de su comportamiento sexual. A poco que pensemos en el contenido de esta definición, concluimos que hay mucho por hacer, no sólo en los denominados países del Tercer Mundo, lo cual es evidente. La salud sexual requiere una aproximación positiva y respetuosa a la sexualidad y las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias satisfactorias y seguras, no coercitivas y libres de discriminación y violencia.
Los programas de planificación familiar pueden ayudar a mejorar la salud de muchas personas. Un buen programa reduciría los embarazos involuntarios y, con ello, evitaría casi una cuarta parte de todas las defunciones maternas en los países en desarrollo. Permitiría que las mujeres limitasen los nacimientos a los años de mejor salud del período reproductivo y evitaría que dieran a luz más veces de lo conveniente para la salud. A su vez, si los embarazos se espaciaran entre sí dos años, como mínimo, las mujeres podrían tener hijos más sanos y se contribuiría a aumentar la probabilidad de supervivencia infantil en un 50%. Pero además, para muchas mujeres, el control de la procreación mediante prácticas anticonceptivas eficaces puede abrirles las puertas a la educación, el empleo y la participación comunitaria. Las mujeres que tienen menos hijos tienden más a enviarlos a la escuela. Como consecuencia de todo ello, si aumentara el número de personas que optan por la planificación familiar, la fecundidad descendería y la población crecería más lentamente.
Los niveles de mortalidad materna son muy altos, en especial, en África subsahariana, donde el riesgo de una mujer de morir por complicaciones tratables o prevenibles durante el embarazo y el parto, durante toda su vida, es de 1 de cada 16 casos, en comparación con 1 de cada 3.800 casos en los países desarrollados. Al intervenir con programas de salud materna, sobre todo en África, podemos tener una serie de dificultades que agravan el riesgo de las mujeres embarazadas. Entre éstas, destacaría la falta de datos básicos que nos permitan analizar cuestiones como la cobertura y calidad del programa de salud materna, y la deficiente cobertura y/o ausencia de servicio de salud, que lleva al parto en las casas atendido por personal no cualificado, una práctica que aumenta el riesgo de muerte de la madre por hemorragias, infecciones por ausencia de material estéril, etc.
La escasez de recursos humanos sanitarios en países en desarrollo es una realidad que se agrava cada vez más, entre otros factores, por la migración de las personas más cualificadas. Se estima que la atención de personal cualificado durante el parto y el puerperio puede reducir entre un 16% y un 33% el número de defunciones debidas a parto obstruido, hemorragia, sepsis y eclampsia. En África, el personal cualificado sólo asiste el 50% de los partos. Dado que las complicaciones en el embarazo y en el parto son en gran medida imprevisibles, se dan en el momento del alumbramiento y pueden convertirse con rapidez en mortales, la ausencia de atención profesional inmediata y eficaz pone en grave riesgo la salud de la madre y de su bebé. Además, la falta de profesionales cualificados acentúa el “proceso de parto en el hogar”, lo que incrementa los riesgos derivados de las denominadas tres demoras (UNFPA, 2004): demora en decidir ir en busca de atención médica, demora en llegar a establecimientos donde se dispense atención apropiada y demora en recibir atención, una vez que se llega al establecimiento de salud.
Todas estas ideas se han plasmado estos días en Asturias (27 y 28 de mayo), en el Congreso de Cooperación Internacional en Salud Sexual y Reproductiva organizado por Medicusmundi. María Luisa Ruiz, integrante de la Junta Directiva de Medicusmundi en Asturias y directora del evento, insiste en que el acceso a unos servicios sanitarios de salud sexual y reproductiva “constituye un derecho prioritario” y es “esencial para avanzar hacia la consecución de los Objetivos del Milenio en 2015”.
El congreso ha reunido a agentes sociosanitarios del mundo desarrollado y en vías de desarrollo, implicados en este tema, para que aporten su valoración de las estrategias de los países del Sur comparadas con los del Norte e intercambien sus experiencias. “Esto ha permitido analizar estrategias sanitarias y políticas, para trazar futuras líneas de acción”, señala Ruiz.
Cada año fallecen 240.000 mujeres por cáncer de cérvix y ocho millones de embarazadas sufren complicaciones
En el evento se ha aprovechado para presentar un convenio firmado con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), sobre “Fortalecimiento de sistemas públicos de salud y desarrollo en el nivel descentralizado, con especial incidencia en materia de salud sexual y reproductiva”. Este proyecto se centra, en especial, en El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua, si bien en el congreso se ha abordado también la cuestión de África, “para completar la visión del problema en los países del Sur”.
Según la OMS, cada año se registran 340 millones de infecciones de transmisión sexual bacteriana, 240.000 mujeres mueren por cáncer de cérvix, ocho millones de embarazadas sufren complicaciones y, de ellas, 529.000 fallecen a consecuencia de las patologías citadas, “que son prevenibles y tratables”. “Contribuir a cambiar estas tendencias, promover el acceso a unos servicios de salud sexual y reproductivos adecuados, divulgar los avances académicos y de investigación en este campo, abrir un espacio de reflexión y sensibilizar a la opinión pública de la realidad y las consecuencias que este tema tiene en millones de mujeres de todo el mundo, han sido los objetivos de este Congreso”, concluye Ruiz.