El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer con el objetivo de denunciar la violencia de género y reclamar políticas para erradicarla. Este tipo de agresión, que puede ser física, verbal, sexual, psicológica o institucional, se ha convertido en una de las más graves violaciones de los derechos humanos en todo el mundo. Sin embargo, en los lugares marcados por crisis humanitarias y desplazamientos, como ocurre con el conflicto de la República Democrática del Congo (RDC), aumentan de forma considerable las posibilidades de que las mujeres y las niñas puedan sufrir estos abusos. Así, se estima que una de cada cinco mujeres desplazadas en estos lugares ha sido víctima de violencia sexual, una de las muchas formas de violencia de género.
Los conflictos armados, sociales y económicos o las catástrofes naturales no son los únicos factores que impulsan a miles de personas en el mundo a convertirse en refugiados y refugiadas. Los maltratos de género y las violaciones también se han posicionado como serios motivos de desplazamiento para tantas mujeres, y la mutilación genital femenina (MGF) es una de las prácticas más denunciadas en la actualidad.
Sin embargo, es importante destacar que estos abusos muchas veces también se sufren en el proceso de huida o ya estando en el mismo lugar de refugio. Es el caso de las mujeres que huyen de sus hogares en la República Democrática del Congo, un país cuyos puntos de conflicto empezaron a recrudecerse a partir de 2016.
Sobrevivir a la violencia de género
Rebeca tiene 47 años y en 2017 huyó de RDC. Durante su huida perdió a su marido y a sus hijos y fue violada por varios soldados ocasionándole graves secuelas físicas y psicológicas, además del VIH que contrajo a consecuencia de estas violaciones. Por su parte, Mujani, de solo 18 años, descubrió que estaba embarazada tras su huida a Kananga, la capital de la provincia de Kasai Central en RDC. Había sido secuestrada y violada durante el conflicto con la milicia Kamuina Nsapu, en 2017, en el que murieron sus padres.
ACNUR ya ha manifestado su preocupación con los casos de violencia sexual generalizada y sistemática contra mujeres y niñas perpetrados por grupos armados en Tanganica, otra provincia de RDC al este del país. Solo hasta julio de 2021, cerca de 310.000 personas se han visto desarraigadas por la inseguridad y la violencia y se encuentran desplazadas en toda la provincia. En concreto, en el territorio de Kongolo, al norte de Tanganica, desde el pasado mes de mayo, más de 23.000 personas se han visto desplazadas, según informan las autoridades locales. A mediados de agosto, se habían registrado 243 casos de violación.
Rebeca y Mujani tan solo son dos de las muchas víctimas de violencia sexual y de género en la RDC, pero con la ayuda proporcionada por ACNUR y sus proyectos de reintegración económica, al igual que ellas, muchas mujeres están consiguiendo rehacer sus vidas poco a poco, recuperando también la autonomía y seguridad que les fueron gravemente arrebatadas.
En este sentido, la Agencia de la ONU para los Refugiados ya ha ayudado a 400 víctimas de violencia sexual y de género desde 2020 en Kasai y Kasai Central. Estas mujeres recibirán ayudas económicas al final de su formación para abrir sus propios negocios.
Así, Anna, otra víctima de violencia de género en RDC, se ha convertido en uno de los tantos ejemplos de superación de estos graves abusos. Después de llegar a Kananga, tras haber perdido a sus padres durante la guerra y haber sufrido heridas a causa de los brutales enfrentamientos entre los militares y las milicias, encontró refugio y recibió apoyo psicosocial de ACNUR. Ahora está matriculada en la Universidad de Kananga, donde estudia informática y programación web gracias a la beca que le ha proporcionado la Agencia. Anna tiene un gran sueño por el que luchar: seguir estudiando para encontrar un buen trabajo.
La violencia de género en el contexto de la pandemia
Antes de la pandemia ya era mayor el riesgo de sufrir violencia de género en la RDC. Sin embargo, la llegada de la covid-19 intensificó esta exposición de las mujeres a sufrir abusos. Las dificultades económicas han dado lugar a un aumento de tensiones dentro del hogar y el confinamiento una imposibilidad de denunciar los maltratos y buscar ayuda.
Esta es una realidad que se sufre en todo el mundo. Según los expertos, durante los tres primeros meses de confinamiento, 15 millones de mujeres y niñas en todo el mundo podrían haber estado expuestas a la violencia de género. Con ello, a finales del pasado año, la violencia de género se convirtió en un riesgo grave o extremo.
Como en el caso de RDC, el papel de ACNUR siempre ha sido decisivo para reducir el riesgo de que mujeres y niñas desplazadas sufran violencia de género, así como para garantizar un apoyo psicológico y el acceso a recursos adecuados y de calidad a quienes han sobrevivido a estos abusos.
Está comprobado que la ayuda de ACNUR ha salvado vidas y su compromiso es seguir fortaleciendo y ampliando sus programas de asistencia ante el aumento del riesgo de sufrir violencia de género especialmente a consecuencia de la pandemia. Sin embargo, faltan fondos para mantener e incrementar estos servicios, y para ello es de suma importancia la colaboración de gobiernos, socios humanitarios y de la sociedad civil.