Los voluntarios realizan una labor que va más allá de lo imaginable. En el caso de las personas mayores, mitigan su soledad al compartir con ellas momentos únicos en los que no solo son un gran apoyo, sino que además forjan una amistad. Ellos son, en ocasiones, el único apoyo que tienen. En este artículo, se explica cómo pueden los voluntarios hacer feliz a los mayores, la importancia de esta tarea y su resultado. Un proyecto de Fundación Amigos de los Mayores ha reunido a cinco personas a quienes otros tantos voluntarios visitan de manera periódica. Se les ha retratado para reflejar su cotidianidad y se ha aprovechado para destacar el importante papel de los voluntarios.
Voluntarios de personas mayores, cómo mitigan su soledad
Los voluntarios se comprometen a visitar a las personas mayores en los días señalados
Los voluntarios son imprescindibles en la vida de algunas personas mayores. Aunque su relación comienza como una visita periódica fijada por agenda, a menudo, se convierten en amigos y en pieza imprescindible de una rutina que busca dejar de serlo. No en vano, sensibilidad y empatía son dos características comunes a los voluntarios y reclamadas por las organizaciones que gestionan estos programas.
Quienes se deciden a formar parte de ellos son personas comprometidas con lo que hacen, pero sobre todo, con los mayores. Cada una facilita un engranaje que aparta la soledad de la vida de los usuarios, por lo menos, durante el tiempo que comparten. Juntos recuerdan anécdotas de la infancia, se cuentan lo ocurrido durante el día o se presta ayuda en pequeñas tareas domésticas que facilitan la estancia en el hogar de las personas mayores.
Una visita a la semana es la periodicidad habitual con que se comparte espacio, aunque esta se establece en función de la persona mayor y del voluntario. Sí es imprescindible mantener la cita acordada y evitar en lo posible cualquier cambio, puesto que a menudo la persona mayor espera esa visita y alterarla es una desilusión.
Acompañar a personas mayores, una tarea muy importante
Amigos de los Mayores denomina a este tipo de voluntariado «acompañamiento afectivo». Su objetivo es mitigar la soledad de las personas mayores y, para ello, en Madrid, cuentan con 220 voluntarios que atienden a 240 hombres y mujeres mayores. Pero solo en la Comunidad de Madrid, 140.000 personas viven solas, según recuerda la entidad.
Sobran razones y faltan voluntarios. Pero por si quedan dudas, Amigos de los Mayores aporta argumentos para colaborar en esta causa: «Ganas de conocer gente, tener tiempo y querer invertirlo en los demás». El retorno es mayor que la inversión, puesto que los voluntarios reciben el agradecimiento y cariño de las personas a quienes acompañan. A cambio, los voluntarios rubrican un compromiso que recoge el respeto a los usuarios y ciertos deberes.
Se les pide también estabilidad emocional para ser un apoyo para los mayores. Conviene transmitirles ilusión y alegría, puesto que los beneficiarios de este servicio requieren compañía y estrategias para vencer a la soledad. Otra exigencia pasa por la honestidad. «El objetivo final es el establecimiento de una relación profunda, estable y continuada, por eso esta relación debe estar basada en la sinceridad con los mayores, con la entidad y, sobre todo, con uno mismo», reclama.
Manuel Martínez tiene 85 años. Su familia la componen varios sobrinos lejanos. Desde hace algo más de un año, Daniel Mataranz, de 31, es su voluntario. Gracias a él, ha comenzado a acudir a un centro de día y ha empezado a relacionarse con más personas mayores. Su vida ha cambiado. A los dos les gusta el cine y el séptimo arte les sirve de excusa para pasear juntos durante horas y hablar de películas. No podía ser de otra manera. Daniel le considera su abuelo y Manuel, “un nuevo amigo”.
Inés Rivero tiene 85 años y su familia, como la de Manuel, se nutre de los sobrinos. Conoció Amigos de los Mayores hace un año y medio y ha compartido los últimos seis meses con Elizabeth Ponce, la persona voluntaria con quien le gusta dar largos paseos por el barrio. Inés perdió la vista hace 10 años. Desde que se beneficia del servicio de voluntariado de Amigos de los Mayores “sale mucho más de casa y espera con ilusión a que Elizabeth la visite cada semana“. Tanto, que siente tristeza al pensar en el regreso de Elizabeth a su país, Venezuela. Será pronto y entonces Inés necesitará encontrar a otra persona voluntaria que le acompañe.
El día a día de Manuel e Inés recogido en instantáneas ha formado parte de la exposición fotográfica “Grandes Vecinos”, organizada por Amigos de los Mayores, con fotos de Paco García Gañán. El autor ha querido recoger en 20 imágenes la cotidianidad de cinco personas mayores, usuarios de la Fundación Amigos de los Mayores y a quienes ha visitado durante meses. Para Manuel ha sido una sorpresa ser parte de esta experiencia, “a sus años”, aunque no oculta estar “muy orgulloso” e, incluso, verse “hasta más joven”. Inés no puede verse en las fotos, pero recuerda las visitas de García Gañán como “muy divertidas”, sobre todo, porque le han dado la oportunidad de compartir anécdotas con sus vecinos, Manuel y Paco, quien “le hacía mucha gracia” porque la seguía por la casa con la cámara.