Desde hace 15 años, el programa VOLPA trabaja por “transformar las actitudes sociales y culturales que perpetúan las desigualdades”. Con proyectos en Latinoamérica y experiencias puntuales en África y Europa, invita a aprovecharse de la riqueza que proporciona el contacto con otras realidades. Saca partido de la generosidad de los voluntarios y voluntarias y persigue que, a la vuelta, estos contribuyan a un cambio social “profundo” con los valores que han aprendido.
Imagen: Irene A.
Un año de formación y dos años de experiencia. Éste es el itinerario que marca el programa de voluntariado internacional VOLPA para todas aquellas personas dispuestas a trabajar en favor de la igualdad. Los proyectos de desarrollo se llevan a cabo en países del Sur, principalmente, de Latinoamérica, aunque en la actualidad los voluntarios están repartidos en Bolivia, Guatemala, Haití, Honduras, Perú, Venezuela, Albania (Europa), Burundi y Chad (África).
El programa está respaldado por la labor de tres entidades: Volpa-Cataluña (Cataluña y Baleares), Alboan (País Vasco y Navarra) y Fundación Entreculturas (resto del país). Todas ellas se encargan de la tarea de selección y formación de los voluntarios que participan en los proyectos. Este proceso tiene una duración aproximada de octubre a junio y se estructura en tres módulos o bloques. Se invita a reflexionar sobre las motivaciones de participación en el programa, se enseña la realidad económica, cultural o social del lugar de destino y se instruye en el trabajo en equipo y la riqueza de las relaciones culturales.
Se realizan proyectos agropecuarios, de educación, desarrollo comunitario o salud, entre otros
Los campos de acción en los que se colabora son variados. Se realizan proyectos agropecuarios, de educación, desarrollo comunitario o salud, entre otros. Son las propias instituciones que trabajan con comunidades desfavorecidas quienes demandan un perfil determinado. Sin embargo, el cambio no sólo se busca en el lugar de destino, sino también en el de origen. «Nuestro deseo es que, al regreso, el voluntario integre en su vida los valores y cambios de percepción de la realidad que le ha supuesto la experiencia», explican desde Entreculturas.
Acompañamiento y seguimiento
La finalidad del voluntariado es conectar con la realidad en la que se trabaja. Implicarse. No basta con conocer sólo la gestión administrativa. De hecho, el programa garantiza que, al menos el 50% del proyecto, es trabajo de campo. Otro de los puntos fuertes es el envío de voluntarios en equipo para que intercambien impresiones y compartan el proceso de inserción, sus inquietudes, logros y dificultades. «En general, todo aquello que va suscitando la experiencia», destacan los organizadores.
La institución receptora se encarga de la acogida y acompañamiento de los voluntarios
Durante todo el tiempo que dura el programa, la institución receptora se encarga de los gastos de alojamiento y manutención del voluntario o voluntaria. Para ello, se colabora con entidades que tienen un grado de consolidación suficiente y que no trabajan en contextos que pueden suponer un peligro para la seguridad e integridad de los voluntarios. Además, se nombra a una persona para que acompañe a los voluntarios a lo largo de la experiencia y les proporcione información detallada sobre la tarea específica que deben desempeñar.
El acompañamiento y seguimiento se entienden como aspectos claves. En todas las fases del proceso -formación, voluntariado y retorno-, los participantes cuentan con una persona de apoyo, pero es durante el proyecto en el país de destino donde este apoya se duplica. Por un lado, se cuenta con el respaldo del equipo que ha llevado a cabo la formación y, por otro, con el de la institución receptora.
Salvo excepciones, las personas voluntarias que participan en el programa VOLPA no sustituyen un puesto de trabajo ni realizan tareas de máxima responsabilidad o dirección de equipos. Se incorporan al programa para ayudar porque tienen una sensibilidad especial hacia el Sur. Éste es uno de los requisitos para tomar parte en la experiencia. Se pide interés por trabajar para los sectores más desfavorecidos, respeto hacia otras culturas y aptitudes para trabajar en equipo “con constancia y esfuerzo”. Se espera que los voluntarios sean dialogantes, personas abiertas dispuestas a adaptarse a realidades distintas a la suya, “a dejarse transformar y aprender de ellas”.
Son personas con una sensibilidad especial hacia el Sur, constantes y con aptitudes para trabajar en equipo
En el plano práctico, deben tener una preparación profesional que pueda ser útil para los proyectos, aunque no se exige una preparación específica. Deben ser, en definitiva, personas animadas a participar en las distintas fases del proceso, lo que supone también que, a la vuelta, compartirán su experiencia con otros.