Órganos reguladores de telecomunicaciones de 60 países, especialistas en informática, y representantes de agencias de protección de datos y organizaciones de consumidores celebran en Ginebra una reunión de tres días para estudiar la mejor manera de acabar con el «spam»o correo electrónico no solicitado.
«Esos mensajes, que llegan inesperadamente a las pantallas de los ordenadores y de los teléfonos móviles, no conocen fronteras y ya alcanzan el 85% del tráfico en Internet», señaló Robert Horton, de la Australian Communication Commission, que preside la reunión.
Algunos de estos correos tratan de estafar a usuarios poco precavidos comunicándoles, por ejemplo, que han ganado la lotería y que necesitan sus datos bancarios para ingresar el dinero del premio.
Según Horton, el costo que genera el «spam» a individuos y empresas se calcula en unos 10.000 millones de dólares anuales sólo en Europa, y podría alcanzar en todo el mundo alrededor de los 25.000 millones.
Los 10 principales países productores de correo basura son, según la organización Spamhaus y por este orden, EE.UU., China, Corea del Sur, Taiwán, Brasil, Canadá, Argentina, Rusia, Italia y Hong Kong.
De acuerdo con esa misma organización, entre los más importantes proveedores de servicios que transportan mensajes no deseados figuran compañías tan conocidas como las estadounidenses MCI, Comcast o Verizon, además de otras menos conocidas de China y Corea del Sur.
Más cooperación
El objetivo de la reunión es fomentar la cooperación internacional para estudiar, en colaboración con las compañías del sector, posibles respuestas contra el correo basura.
Las medidas para acabar con el «spam» pueden ser legislativas, técnicas o de educación de los consumidores, afirman los organizadores del encuentro, según los cuales es fundamental que la industria asuma su parte de responsabilidad y que los países estén también dispuestos a cooperar entre ellos.
Las legislaciones pueden variar de un país a otro. Así, en Australia una compañía o un particular que quiera enviar mensajes no solicitados por Internet debe pedir previamente permiso al usuario. Otra posibilidad, más onerosa, es que sea el propio usuario quien tenga que comunicarle de modo expreso al remitente que no desea seguir recibiendo esos mensajes. Esta variante entraña no sólo mayores molestias y costos para el consumidor, sino también el riesgo adicional de que el emisor del mensaje decida vender los datos del usuario a terceros, contribuyendo de ese modo a fomentar los abusos.