La crisis obliga a alargar la vida el máximo posible de aparatos tan importantes como un coche, un televisor o un ordenador, y buscar formas de hacer que su rendimiento sea satisfactorio. Si el automóvil pasa revisiones periódicas y se procura conducir de modo que se le provoque el mínimo desgaste, ¿por qué no hacer lo mismo con ordenadores y electrodomésticos? Este artículo ofrece algunos consejos para evitar tener que gastar dinero en un ordenador nuevo antes de tiempo.
Igual que las personas, los ordenadores no pueden evitar el paso del tiempo
Igual que las personas, los ordenadores no pueden evitar el paso del tiempo, también les resulta inexorable. En lugar de canas o arrugas, muestran dimensiones exageradas en los tiempos que corren, un disco duro lleno, exceso de peso cuando se requiere portabilidad, pocos conectores, un diseño decadente o una mayor lentitud en sus procesos, debido a que el procesador se ve superado. Estos son algunos de los «achaques» de un ordenador que entra en la ancianidad, también llamada obsolescencia.
Cambios de hardware, hasta un límite
En el caso de los ordenadores de sobremesa con estructura de torre, pueden tomarse medidas más o menos flexibles, como cambiar la CPU -el procesador y la tarjeta gráfica- por otra de mayor potencia, o incrementar la capacidad del disco duro. Pero incluso estas medidas tienen un límite. Aumentar el procesador sin actualizar el sistema operativo, por ejemplo, de poco sirve. Y al revés, pasarse a un sistema operativo superior sin modernizar la CPU inutilizará el ordenador.
De poco sirve aumentar la capacidad del procesador sin actualizar el sistema operativo
En ambos supuestos se tendrá un problema de eficiencia energética, ya que un procesador más potente exigirá más del sistema de ventilación o la batería del ordenador, con los consiguientes calentamientos y emisión de excesivo calor. Lo mismo ocurrirá con un sistema operativo más moderno en un ordenador obsoleto, y en ambos casos el resultado será que el ordenador perderá eficacia por sobrecalentamiento.
Por otro lado, abordar el cambio de ambos factores puede ser tan caro como lo que se quiere evitar: tener que comprar un ordenador nuevo. Respecto al disco duro, su aumento de capacidad por modificación de hardware es algo que se puede esquivar mediante una serie de estrategias de revisión periódica y en base a los servicios del cloud computing (la nube) y las aplicaciones web. El objetivo en este caso es evitar un gasto innecesario, ya que cada vez se necesita menos memoria en los terminales.
Estrategias de mantenimiento
Por lo tanto, lo más eficaz si de verdad se quiere ahorrar dinero es optar por estrategias de mantenimiento y de software. Sería un equivalente a llevar el coche a revisión de manera periódica y cambiarle el aceite al motor y el agua al radiador de vez en cuando, algo que hasta hace bien poco efectuaban los propios usuarios.
Usar aplicaciones y programas web. Siempre que sea posible y se disponga de una conexión de banda ancha, es mucho mejor utilizar programas que tengan su base en un servidor externo en lugar del escritorio y el disco duro del ordenador. En algunos casos no será posible, pero en muchos otros es sumamente sencillo. Por ejemplo, no conviene usar servicios de correo electrónico de escritorio y sí tener una cuenta de Gmail, Yahoo! o Hotmail desde donde recibir y enviar correos. Dichos mensajes se guardarán en el servidor del servicio y no en nuestro disco duro. Lo mismo ocurre con programas que permiten guardar y trabajar con documentos en la nube, como Google Docs o Dropbox, ya que los editores ofimáticos de textos e imágenes entorpecen mucho la fluidez del funcionamiento del ordenador.
Guardar datos y archivos en la nube. Servicios como Google Drive o iTunes Match nos permiten guardar documentos y archivos multimedia en servidores externos. La razón para usar servicios web es que cuanto menos material guardemos en nuestro disco duro, menos trabajo tendrá que hacer el procesador cada vez que tenga que acudir a localizar un dato para cualquiera de sus funciones.
Desfragmentar el disco duro con frecuencia. Se habla mucho del consumo del procesador, pero poco del disco duro que también gasta cuanto más lleno está. Adicionalmente presenta un problema en el sistema operativo Windows por el modo en que tiene de guardar los archivos, ya que los trocea y los guarda en el disco en fragmentos para optimizar la memoria. El problema es que a la hora de buscar un archivo determinado, el ordenador debe encontrar los fragmentos y volver a juntarlos: una sobrecarga de trabajo que ralentiza el funcionamiento de los programas. La solución es aplicar de forma periódica la opción de desfragmentar el disco duro, ya sea con la herramienta del propio Windows o bien con programas de terceros. La desfragmentación se toma su tiempo, pero después se nota en la rapidez del procesador.
Eliminar con frecuencia los archivos temporales. Todas las descargas, escuchas o visualizaciones en streaming que se hacen desde la Red se guardan en el ordenador durante un periodo de tiempo en forma de archivos temporales. Se acumulan así numerosos pequeños programas que consumen recursos del procesador. Es mejor borrarlos cada día al finalizar la jornada, si no se van a necesitar, para evitar que se acumulen.
Suprimir periódicamente las cookies. Aparte de por problemas de privacidad, las cookiestienen el inconveniente de que siempre se mantienen activas en segundo plano por si cuando uno acude a una página web y quiere ser de forma automática reconocido. Ese es su cometido, la comodidad al navegar por Internet. Pero consumen demasiados recursos del navegador cuando se acumulan muchas. Borrarlas de vez en cuando es una buena idea por muchos motivos, entre ellos el hacer el ejercicio mental de recordar y renovar nuestras contraseñas. Se hacen desaparecer desde las opciones de privacidad de cada navegador.
Reiniciar el ordenador con frecuencia. Puede parecer una tarea molesta reiniciar el ordenador cada cuatro horas, pero el hecho de hacerlo libera al procesador de todos los procesos que estén en ejecución, en especial los que permanecen en segundo término y que se han activado a medida que se han ejecutado diferentes funciones. Así podrá volver a trabajar con la RAM menos cargada.
Mantener el ordenador limpio de polvo. La suciedad se acumula de manera imperceptible en un ordenador, ya sea sobre y entre las teclas, o al entrar por las rejillas del radiador. Su efecto es interferir las conexiones y sobrecalentar el sistema, con lo que el funcionamiento pierde eficiencia. No está de más soplar y luego pasar el aspirador por entre las rejillas y sobre el teclado. Conviene evitar el uso de secadores de pelo, ya que podrían fundir las piezas de plástico.
Evitar actualizaciones no imprescindibles del navegador. Aunque por temas de seguridad es importante mantener el navegador al día, si se puede evitar estar a la última mejor. Las versiones actualizadas del navegador consumen muchos recursos con todas las novedades que incorporan y, si el ordenador es muy antiguo, puede verse superado. En este apartado, sin embargo, también hay que ponderar las posibles mejoras en seguridad que aporte una actualización del navegador.
Aplicar programas de limpieza de malware con frecuencia. A pesar de que el software malicioso pasa cada día más desapercibido, utilizar en el ordenador con frecuencia programas como Ad-Aware o Spybootno está de más y nos ayudará a ganar mucha eficiencia, sobre todo si usamos un sistema operativo antiguo.
Cuidado con los sistemas de sincronización de datos entre dispositivos. Si bien servicios como Dropbox o las extensiones para sincronizar los marcadores del navegador son muy útiles, cada vez que se hace un pequeño cambio en un archivo o en el navegador, estos programas lo sincronizarán con el servidor, con lo que el procesador se verá ralentizado. Una estrategia es desactivarlos durante los periodos de uso del ordenador y activarlos antes de apagarlo, para que sincronicen todos los cambios hechos de una sola vez.