La inteligencia artificial, AI por sus siglas en inglés, consiste en simular la inteligencia humana mediante máquinas; algo fácilmente deducible pero no tan sencillo de llevar a la práctica. Obviamente, la robótica -la Inteligencia Artificial resulta imprescindible para cualquier robot que quiera ser autónomo- y la informática son los dos campos de operaciones estrella de esta rama del saber tecnológico, que existe desde hace más de cincuenta años.
En un principio la AI se centró en la resolución de teoremas, fórmulas, problemas geométricos… pero pronto pasó a fijarse en los llamados problemas de sentido común (commonsense reasoning). Curiosamente, a las máquinas se les da mejor jugar al ajedrez a gran nivel que aprender y solventar problemas comunes, como los que cualquier hombre o mujer se encuentran cada día.
Los tres principales procesos de la inteligencia humana que la inteligencia artificial tiene que imitar son, en orden ascendente de dificultad:
Antes listos que guapos
Muchas máquinas ya son inteligentes, al igual que lo son muchos animales, pero aún queda mucho trecho para simular la inteligencia humana. No digamos ya para crear autómatas tan perfectos como los de películas como Blade Runner o Inteligencia Artificial, capaces de semejar completamente a un ser humano. No obstante, resulta curioso que se hayan hecho más avances en este campo que en, por ejemplo, imitar el aspecto y los movimientos de un hombre.
Todos los expertos en inteligencia artificial coinciden en que será mucho más fácil y sucederá antes que una máquina nos engañe haciéndose pasar por humana al mantener una conversación aparentemente inteligente, a que nos lo haga creer simulando nuestro aspecto.
Llegado este momento resulta inevitable mencionar el test de Turing. Se trata de una prueba ideada para juzgar el grado de inteligencia de una máquina y que fue creada por Alan Turing, considerado el padre de la AI, en los años cincuenta. Consiste en situar a un juez en una habitación y a un humano y a la máquina a juzgar en otra. El juez debe descubrir quién es el humano y quién la máquina atendiendo a las respuestas escritas que le faciliten. A la máquina le está permitido mentir. Recuerda bastante, aunque tiene poco que ver, al test Voigt-Kampff empleado en Blade Runner para identificar a los replicantes.
Hasta la fecha, ni computadoras ni robots han logrado pasar el test de Turing con el suficiente éxito como para ser confundidas de manera definitiva con humanos.
Los robots de charlas
Otro de los retos de la AI ha sido la comprensión del lenguaje natural, un objetivo que todavía está muy lejos de superar. Basta con observar cómo los mejores traductores informáticos no pueden competir con la capacidad de comprensión de los traductores humanos.
Como curiosidad conversacional cabe mencionar la existencia de los robots de charlas o chatbots. El más famoso es el veterano programa Eliza, que mantiene charlas con humanos analizando estructuras y construyendo respuestas a partir de las preguntas, imitando la actitud de un psicoanalista. Ni Eliza ni sus posteriores variantes, como Alice, han logrado resultar muy convincentes.
Es famosa la conversación que sostuvo un vicepresidente de ventas de la empresa BNN, que actúo sin saberlo de conejillo de indias con Eliza cuando acababa de ser creada:
ENLACES
- Laboratorio de AI del MIT: http://www.ai.mit.edu
- Artificial Intelligence Center: http://www.ai.sri.com
- Eliza: http://www-ai.ijs.si/eliza/eliza.html
- Alice: http://www.alicebot.org
Pocos de nosotros tenemos la oportunidad de manejar robots autónomos o acceder a supercomputadoras equipadas, por ejemplo, con programas capaces de hacer morder el polvo al mejor jugador de ajedrez del mundo. El trato que solemos tener con la inteligencia artificial es, curiosamente, los videojuegos.
El ocio electrónico ha sido uno de los primeros sectores en los que se ha potenciado esta disciplina para lograr enemigos capaces de rivalizar con los jugadores humanos. No obstante, pese a los evidentes avances de los últimos tiempos aún hoy resulta un reto mucho mayor enfrentarse a otros seres humanos que luchar contra la máquina.