Se le conoce como Sistema de Aplicaciones y Redes para las Administraciones (SARA) y fue presentado el pasado enero en Gijón por el ministro de Administraciones Publicas, Jordi Sevilla, como «el nuevo cerebro de la administración pública española». Su objetivo, siempre según fuentes del ministerio, es ahorrar a cada usuario 23 horas de gestiones y al Estado 150 millones de euros. SARA también permitirá ahorrar cien toneladas de papel impreso, que es parte de lo que actualmente gastan las administraciones públicas.
¿Es SARA un ordenador?
Sin embargo, desde el Ministerio no se habla de que SARA sea, como han querido presentarlo algunos medios, un ‘superordenador’ (una máquina capaz de procesar billones de datos por segundo), sino que se le denomina como «la nueva infraestructura tecnológica que permite y garantiza la comunicación entre las distintas administraciones, además de servir de plataforma de intercambio de aplicaciones». Es decir, SARA es, tal como lo define el experto en tecnología José Cervera, «una obra de fontanería básica».
De hecho, entre los datos que se han ofrecido de esta ‘infraestructura’ no figura ninguno sobre sus procesadores ni su velocidad de ejecución. Sí, en cambio, se habla de sus 144 Megabytes de velocidad de transmisión y de sus 6.000 metros de fibra óptica, lo que hace pensar más en SARA como una ‘intranet’ (red privada de ordenadores) que como un ordenador.
También se destaca que SARA tendrá 111 servidores ampliables a 1.200. Los servidores podrían ejercer en este caso funciones de alojamiento de desarrollos digitales (que podrían ser los desarrollos web de las distintas administraciones) para que estén disponibles en una red interconectada, pero no estarían destinados a aumentar la capacidad de procesar datos o ejecutar funciones de un ordenador.
¿Para que servirá SARA?
Su misión será poner en contacto a las diferentes administraciones (municipal, autonómica y estatal) de modo que aquellas mejoras que, por ejemplo, haya efectuado un determinado ayuntamiento sobre el programa que utiliza para su desarrollo digital puedan ser aprovechadas por el resto. En cierto sentido, SARA pretende ser como el cuarto de contadores de una comunidad de vecinos o, si se prefiere la definición que da Cervera, como «un adaptador para todo tipo de enchufes que funcionan con todo tipo de corrientes».
La misión de SARA está lejos de ser sencilla por una razón de base: en España no existe una uniformidad de criterios a la hora de elegir un determinado programa, o sistema operativo, sobre el que desarrollar digitalmente una administración. Así, cada ayuntamiento utiliza su programa, al igual que lo hace cada consejería de cada autonomía y cada ministerio.
El resultado es una compleja babel de sistemas operativos propietarios (diseñados por empresas como Microsoft, Sun o Oracle) y de licencia abierta casi imposible de compatibilizar. Y esto es precisamente lo que SARA debe hacer: ponerlos de acuerdo de modo que puedan intercambiar entre sí tanto datos como programas o cualquier tipo de archivo.
«Un problema añadido es», tal como relata Mercè Rovira, jefe del Area de Atención al Ciudadano del Ayuntamiento de Girona, «que cuando se trabaja con sistemas operativos de licencia abierta, éstos se modifican y personalizan según las necesidades de la administración que los usa, con lo que se aumenta la diversidad sin que exista ninguna coordinación». Las palabras de Rovira las corrobora Luis Iturrioz, viceconsejero de Presupuestos y Administración Pública de Asturias: «El problema de la Administración es que cada órgano tiene su propio departamento y que todos crecen sin coordinación». «Las multinacionales hace años que unificaron sus departamentos de informática», añade.
Núcleo de agregación
«SARA lo tiene muy difícil», opina Cervera, «sobre todo porque no tengo nada claro cómo se pueden compatibilizar tantos sistemas operativos, a no ser que se cree un sistema de pasarelas de un sistema a otro que daría como resultado una red complejísima». Por su parte, la periodista especializada en tecnología María José Marzal piensa que «será muy difícil llegar a compartir información si sigue faltando un liderazgo político claro para unificar los departamentos de informática».
Otros expertos apuntan, como alternativa a la construcción de este sistema de pasarelas, una estrategia de ‘núcleo de agregación’ en la que las administraciones que se entraran en SARA (ya son seis autonómicas: Andalucía, Asturias, Cataluña, País Vasco, Madrid y Castilla-La Mancha) deberían adoptar un leguaje común. Así se crearía una comunidad afín que a medida que creciera forzaría al resto a entrar y adoptar los estándares.
Arsenio Escolar, director del periódico 20minutos, expresa en su blog el temor de que SARA, por su capacidad de coordinar a todas las administraciones, se convierta en una gran base de datos de todos los españoles. Escolar escribe: “es un cerebro electrónico cuya especialidad parece que es precisamente cruzar datos de muchos superordenadores”.
Sin embargo, y a pesar de que desde el Ministerio de Administraciones Públicas se da a entender que SARA será fundamental para realizar muchas gestiones online (como “inscribirse a una oposición, abonar tasas, operar con valores del Tesoro, gestionar algunos impuestos, solicitar ayudas y subvenciones, pedir certificados de nacimiento o de matrimonio, obtener información sobre pensiones o vida laboral”), esta plataforma no está pensada ni de cara al usuario ni para controlar sus datos personales.
Su función es compartir sistemas, e informaciones sobre los mismos, entre administraciones, pero no almacenar datos ni ofrecer una ‘única cara administrativa’ (en este caso una web) en la que realizar las gestiones. De hecho, su capacidad de almacenamiento se ‘limita’ a seis Terabytes (6.000 Gigabytes). Aunque esta cifra puede parecer muy elevada, lo cierto es que se corresponde con la memoria de disco duro de apenas 36 ordenadores domésticos.
“Cada administración va a querer tener su propia página oficial y gestionar a sus propios contribuyentes, que para eso la pagan”, sentencia Cervera, que también se declara un escéptico sobre la utopía de la ventanilla única en la Red: “Este concepto es propio de la realidad física, pero en la virtual basta con abrir tres ventanas del navegador para establecer contacto con tres administraciones diferentes”.