Mientras que hace algunos años eran una rareza, las baterías recargables se encuentran hoy en cualquier parte. Empezando por lo más común, en teléfonos móviles, ordenadores portátiles, teléfonos inalámbricos domésticos, máquinas de afeitar, agendas electrónicas, reproductores MP3 e incluso en cepillos de dientes eléctricos.
¿Qué hay en una batería?
Las baterías generan electricidad a partir de reacciones químicas. En una batería hay un compartimento con exceso de electrones (el polo positivo) y otro al que le faltan (el polo negativo). Al conectar un dispositivo, la corriente eléctrica fluye de un polo a otro hasta que la diferencia de electrones se equilibra. En ese momento, la batería está descargada.
La ventaja de las baterías recargables es que haciendo pasar de nuevo una corriente eléctrica por ellas, se restablece la diferencia de cargas y la batería se puede usar de nuevo. Las baterías recargables más antiguas son las de plomo y ácido, que se siguen utilizando en los automóviles. En dispositivos electrónicos, las más usadas son:
Los primeros teléfonos móviles incorporaban baterías de níquel y cadmio (Ni-Cd), aunque hoy casi no se utilizan para este fin. Son baratas, pero tienen varios problemas serios: el cadmio es un metal pesado muy contaminante. Las baterías son grandes, y sobre todo, sufren el temido efecto memoria.
Las baterías de níquel-metal-hidruro son más respetuosas con el medio ambiente. Pueden almacenar un 30% más de energía que una batería de Ni-Cd equivalente, y por tanto, la carga dura más tiempo.
Las mejores de la lista son las baterías de iones de litio. Utilizan un electrodo de óxido de níquel y otro de cobalto, intercalándose entre ellos el litio. Son las más pequeñas y ligeras, aproximadamente la mitad que la batería de níquel equivalente. A pesar de ser las más caras, son las más populares en la actualidad. Los nuevos diseños de teléfonos móviles no serían posibles sin ellas.
La memoria de las baterías
El efecto memoria de las baterías Ni-Cd significa que la batería pierde su capacidad de recargarse. Por ejemplo, si se vuelve a recargar cuando todavía le queda un 30% de la carga, sólo conseguirá alcanzar un 70% de la carga máxima.
Esto se debe a que los elementos activos, níquel y cadmio, se encuentran en forma de cristales. Cuando estas baterías se cargan sin descargarlas del todo, se forman grupos de cristales que reducen la capacidad. Por este motivo hay que realizar una primera carga larga (de unas 15 horas) con la batería totalmente descargada. Después conviene descargar totalmente la batería al menos una vez por semana.
Al principio las baterías de níquel-metal-hidruro se comercializaron como libres de efecto memoria, aunque esto no es así. La incidencia es menor porque su vida útil es más corta, pero también necesitan descargarse por completo al menos una vez al mes. Por el contrario, las baterías iones de litio no tienen efecto memoria y no hay que descargarlas periódicamente.
La vida útil de las baterías
Las baterías recargables no son eternas. Después de una serie de ciclos de carga y descarga pierden su capacidad para recargarse. Incluso pueden estropearse por completo si se llegan a romper los aislantes que separan los compartimentos, cosa que suele ocurrir por sobrecarga.
Las baterías de Ni-MH son las más perecederas, y suelen durar unos 500 ciclos. Las de Ni-Cd aguantan más, unos cuantos miles de ciclos, siempre que se tenga cuidado con el efecto memoria y no se sobrecarguen. Las baterías de Ni-MH son las más sensibles a las sobrecargas. El aumento de temperatura acorta su vida útil.
Las baterías de iones de litio tienen una vida útil de unos 1000 ciclos, pero hay que tener en cuenta que envejecen incluso sin usar, dentro de su embalaje original.
También hay que tener en cuenta que todas las baterías pierden poco a poco su carga en vacío, es decir, sin conectar. Una batería de Ni-Cd pierde el 10% de su carga en las primeras 24 horas, y en las de Ni-MH la pérdida es mayor. A medida que las baterías envejecen, aumenta la carga que pierden en vacío.