Las nuevas tecnologías han favorecido el desarrollo de un campo que antes sólo era creíble en las películas de James Bond. Hoy en día, cualquier usuario puede fabricarse una instalación de seguridad para su hogar comprando los componentes en Internet. Paralelamente, los aparatos para localizar, identificar y rastrear personas también han sufrido un fuerte impulso y sus precios han descendido hasta ponerse al alcance del público. De este modo, lo que en ocasiones se emplea con la intención de proteger (a un menor o a una ciudadanía, por ejemplo) puede acabar convirtiéndose en un control obsesivo y excesivo.
‘The Big Mother’
“Con las nuevas tecnologías, el problema en temas de espionaje no es el fantasma del ‘Gran Hermano’ [personaje de la novela de George Orwell ‘1984’ que todo lo vigila y todo lo ve], sino ‘The Big Mother’ [la Gran Madre]” asegura José Cervera, periodista especializado. Cervera se refiere a un fenómeno detectado recientemente en los países anglosajones, sobre todo en el Reino Unido y Estados Unidos, conocido por este nombre y según el cual los dispositivos para controlar a los adolescentes se han convertido en una verdadera obsesión para madres y padres inseguros.
Las nuevas tecnologías, sobre todo los sitemas de rastreo y localización basados en el satélite GPS, permiten a los padres saber en cada momento dónde están sus hijos, incluso dónde han estado en las últimas semanas. Una simple pulsera, un chip en el teléfono móvil o un dispositivo en el coche del hijo o hija, le revelarán a su progenitor las rutas que ha seguido, a las horas en que ha estado en cada sitio y la velocidad media y máxima que ha alcanzado en su desplazamiento.
Así,
en la Red se encuentra ‘Teen
Arrive Alive‘ (‘Los
adolescentes llegan vivos’), un servicio que trabaja con teléfonos
celulares y con el sistema de seguimiento ‘uLocate
Communications Incorporated’.
Otros sistemas similares sonWherifone,
que usa el GPS para rastrear, o CarChip.
Proteger al menor
La intención primera de estos equipos es proteger al menor frente a situaciones de peligro, pero en demasiadas ocasiones el síndrome ‘The Big Mother’ provoca que los padres inviertan en tecnología de control hasta hacer que la vida de su hijo carezca completamente de intimidad.
Kate Kelly, autora del libro crítico ‘The Complete Idiots Guide To Parenting a Teenager’ , (algo así como ‘Guía para padres idiotas que quieren criar a un adolescente’) opina que “un cónyuge normal no contrata a detectives para seguirle los pasos a su pareja y, del mismo modo, los padres que han establecido buenas relaciones con sus adolescentes no deben usar aparatos electrónicos para seguirles la pista”.
Por su parte Christie Buchanan, psicóloga de la Universidad de Wake Forest, en Carolina del Norte, asegura que “los padres no deben engañarse pensando que pueden librar a sus hijos de cometer errores”.
Sin embargo, y a pesar de las reticencias de los expertos, los aparatos de vigilancia de menores proliferan y se introducen hasta en apartados de sus vidas íntimas que podrían chocar con los derechos fundamentales de cualquier persona. ¿Es lícito escuchar las conversaciones telefónicas de un hijo menor de edad? Es cierto que es algo que los padres han hecho ‘toda la vida’, pero con las nuevas tecnologías este hábito, más o menos asumido, puede convertirse en una intromisión difícil de tolerar.
Existen numerosos programas para realizar escuchas de teléfonos mòvilies, como por ejemplo Flexispy. Generalmente se basan en un chip que se introduce en el móvil del espiado y desvía la información de las conversaciones a otro teléfono, o a una página web donde se alojan en formato audio. Ya no se trata de descolgar sigilosamente el teléfono supletorio; se trata de intervenir un teléfono. Algunos padres regalan a sus hijos teléfonos intervenidos haciéndoles saber que pueden escuchar sus conversaciones; pretenden así que la conducta del menor se vea condicionada pero, ¿qué le impide a éste usar otro teléfono para escapar al control?
Jugando a ser 007
Ni siquiera la guerra contra Irak ha despertando una polémica tan encendida en Estados Unidos como lo han hecho las escuchas ilegales a cientos de miles de ciudadanos, con la colaboración de muchas operadoras de telefonía. Según los analistas, este asunto es uno de los que ha otorgado mayor impopulardad al presidente Bush hijo.
Sin embargo, no sólo los servicios secretos de los estados tienen hoy en día capacidad para escuchar las conversaciones de las personas, grabar sus acciones en vídeo o rastrear sus desplazamientos al milímetro. En la Red hay numerosas páginas que ofrecen al usuario aparatos de espionaje sofisiticados por precios elevados (entre los 120 euros y los 600 euros) aunque asequibles.
En el sitio web Superinventosse venden todo tipo de artilugios para el espía profesional y también para el aficionado. Destacan las mini cámaras para espías, como la Mini Domo, de blanco y negro y pequeño tamaño, diseñada para ser empotrada fácilmente y orientarse hacia el lugar deseado. Posee una lente de sólo 2 mm de diámetro que la hace difícil de detectar. La Mini Domo cuesta 124 euros y transmite por cable las imágenes a un receptor, generalmente un aparato de televisión o un grabador, por lo que es útil para esconder en lugares fijos, como un tiesto o una superficie oscura donde se pueda disimular el cableado.
Comunicación inalámbrica
También hay mini cámaras portátiles, que tienen comunicación inalámbrica con un receptor, lo que las hace ideales para ir camufladas en la ropa del espía en forma de botón o de paquete de tabaco, por ejemplo. En la página SOS Espías se muestra un variado catálogo. El precio de una de estas cámaras en algunos casos no supera los 150 euros. Otro modelo curioso es una cámara para mirilla de puerta, que se coloca en lugar de la llave y graba lo que ocurre dentro de una habitación. Cuesta 169 euros.
La cámara-boligrafo espía es especialmente discreta. Se trata de una microcámara inalámbrica oculta en el bolígrafo. El bolígrafo tiene un transmisor de vídeo y audio inalámbrico en la frecuencia de 2.4 Ghz. A su vez, es perfectamente utilizable para escribir sin que provoque sospecha alguna. Esta cámara se alimenta de dos formas diferentes: con un juego de cinco baterías tipo reloj que se ajustan completamente en el interior del bolígrafo, o bien mediante un adaptador para pila de 9 voltios, que queda colgando del bolígrafo. En el primer caso se asegura una autonomía de 50 minutos, y en el segundo de ocho horas. Su precio es de 347 euros.
En materia de escuchas y grabación de conversaciones también existen artilugios peculiares, como un cenicero que lleva incorporado un juego de micrófonos (290 euros) que emiten por ondas de radio las conversaciones a un receptor que las graba. Se recomienda su uso para salas de juntas y otras reuniones. Otros aparatos son pinganillos (mini receptores de unos pocos milímetros que van acoplados en el pavellón auditivo del espía) que cuestan alrededor de 360 euros, pues es necesario fabricarlos artesanalmente para que se ajusten al oído del usuario.
Seguridad al alcance de todos
Con una inversión menor a 300 euros, un usuario cualquiera puede obtener los aparatos necesarios para instalar en su hogar un eficiente sistema de seguridad estándar certificado por la empresa Securitas Direct en la gama ‘Iridium Line Hogar’.
El sistema constará, en primer lugar, de una central microprocesada, que irá conectada a la línea de teléfono y que será la encargada de procesar las alteraciones en el estado electromagnético, térmico y volumétrico de los sensores. Si dichos sensores detectan una alteración, la central disparará la alarma y, a la vez, dará aviso a la empresa de seguridad que el usuario haya contratado, o a la policía.
Por otro lado está el teclado de control vía radio, que se mantendrá conectado de modo inalámbrico con la central y emitirá señales hacia ella o las recibirá. A través de éste también se podrán escuchar las voces de los empleados de la empresa de seguridad en caso de alarma. También éstos pueden oír lo que ocurre dentro de la casa gracias a que la central recibe señal de voz por el hilo de cobre y la envía por ondas de radio al teclado de control. El teclado de control sirve también para activar y desactivar la alarma cuando se sale del hogar o se regresa, y se sitúa preferentemente cercano a la salida.
Los sensores son de dos tipos, magnéticos y volumétricos. El kit básico está compuesto por dos sensores volumétricos y uno magnético, pero las proporciones se adaptan a las necesidades de cada hogar. Los sensores volumétricos detectan cambios bruscos en el volumen del aire de las habitaciones y también alteraciones bruscas de la temperatura. Su objetivo es detectar si un cuerpo humano penetra en su campo de control cuando el sistema está activado.
Los sensores magnéticos se colocan en las puertas, generalmente en la principal, y se componen de dos polos magnéticos que cuando están cercanos crean un campo magnético estable. Uno de los polos se sitúa en la puerta y el otro en el marco, de modo de si se abre la puerta cuando el sistema está activado, el campo se rompe.
Cómo funciona un sistema éstandar
Tanto en el caso de los sensores magnéticos como en el de los volumétricos, cualquier alteración detectada se traduce en una señal de radio enviada a la central microprocesada. Ésta dispara la alarma y avisa inmediatamente a la empresa de seguridad.
Por supuesto, parece bastante inevitable mantener un contrato con una empresa de seguridad que supervise la instalación, realice el mantenimiento y acuda en ayuda del usuario si es necesario. Y no sólo en caso de robo o allanamiento; también si éste sufre caídas, enfermedades o detecta incendios, existe en el teclado de control un botón de ‘S.O.S’ que al ser presionado alerta a la empresa de seguridad.
A partir de entonces, por simple comunicación de voz, el usuario podrá dar instrucciones para que se avise a un médico, a la policía o a los bomberos. Un último componente que se recomienda tener a mano en la casa es un control remoto, algo más grande que una moneda de dos euros, que realiza las mismas funciones que el teclado de control.
Existe, además, la posibilidad de activar los sistemas por SMS o por Internet si el usuario lo desea, aunque ello supone pagar una cuota más elevada o bien tener mayores conocimientos para configurar una página desde donde establecer el control dómótico.