Nos acercamos a las Navidades, la época clásica de los regalos. Y al mismo tiempo, las cámaras digitales siguen su ascenso en el mercado mientras las tradicionales basadas en el negativo y el proceso químico de revelado bajan en ventas, a pesar de que estas últimas todavía tengan más calidad cuando se trata de sacar copias impresas y ampliaciones. Ante la gran cantidad de modelos distintos que nos podemos encontrar, expertos fotógrafos nos aconsejan sobre los factores que debemos tener en cuenta para una buena elección.
Megapíxeles de resolución
Cuando se trata de adquirir una cámara digital, el consumidor debe fijarse en dos aspectos: los megapíxeles (millones de píxeles, o puntos de imagen) de resolución que ofrezca y la óptica. Los megapíxeles son importantes porque mientras en las cámaras tradicionales la luz impresiona un negativo que se queda con la imagen, en las digitales, un sensor CCD capta la imagen, que será de mayor calidad cuantos más megapíxeles de resolución tenga el sensor. Ese dato indicará el tamaño al que se puede imprimir la fotografía sin merma de calidad. Además, el color resultante tendrá más matices, el tamaño de la foto impresa podrá ser mayor y “las posibilidades de ampliar detalles aumentan”, añade Toni Fernández, director de la revista Nuevafotografía.com
A partir de 2 megapíxeles se pueden conseguir copias impresas en un tamaño de 10 x 15 centímetros con una calidad decente, siempre que las realicemos utilizando todas las prestaciones de la cámara. Este último aspecto representa una de las prácticas que se deben mejorar, como explica el fotógrafo profesional Aitor Peña Inclán. “Un error que comete la gente, obsesionada con los megapíxeles, es no aprovechar toda la capacidad que le ofrecen, porque no tiene tarjetas de memoria con la suficiente capacidad. Entonces la gente opta por comprimir la foto, es decir trabajar con menos megapíxeles, para que quepan más fotos en la tarjeta y esto provoca que cuando pretende trasladarlas a papel, no tengan la calidad suficiente”.
Los fotógrafos consultados coinciden en aconsejar un mínimo de 3 megapíxeles para la impresión en un tamaño de 10 x 15 centímetros para que se consiga una buena calidad. La fórmula para encontrar la resolución adecuada para imprimir con resultados similares a la fotografía analógica en los diferentes formatos de papel que existen nos la ofrece el fotógrafo profesional Roberto Palomo. “La resolución de la foto debe ser como mínimo de 240 píxeles por pulgada, dato que no se debe confundir con la resolución de salida de la impresora”.
Sin embargo, conviene estar atento porque se lanzan ofertas con muchos megapíxeles a precios más bajos que los habituales. ¿Cuál es el truco? Que mencionan los megapíxeles interpolados, no los efectivos. Es decir, anuncian 3 megapíxeles, pero en la letra pequeña de las especificaciones técnicas aparece que sólo tienen 2 megapíxeles efectivos. “Existen diferentes tipos de megapíxeles: efectivos, totales -que son todos los que están en el sensor CCD e intepolados. Hay que fijarse en los efectivos”, señala Roger Boix, director de contenidos de la revista tecnológica Quesabesde.com.
Los megapíxeles interpolados se calculan mediante un programa informático que se inventa los píxeles que le faltan. Esto no aporta ninguna calidad al resultado final de la imagen y no conviene prestar atención a esta característica de la cámara. “La interpolación es una forma de aumentar el tamaño de la imagen, duplicando los pixels, por lo que 3 megapíxeles interpolados no son 3 megapíxeles reales, sino que parte de esos puntos de imagen han sido copiados de otros que sí son reales”, explica Palomo. Como añade el fotógrafo Florencio Sánchez, se agrandan los puntos capturados y, a través de un cálculo matemático, se saca un promedio de color entre un punto y otro, o entre un grupo de puntos adyacentes. Esta característica se puede encontrar en cualquier programa de ordenador de retoque fotográfico.
Óptica
Otra característica poco útil de las cámaras es el zoom digital, auque sea muy publicitada. Todos los profesionales consultados abominan esta capacidad y ninguno la utiliza. “Simplemente corta la foto y amplía los píxeles, pero de mentira. No vale para nada”, advierte Peña Inclán. A pesar de que cuando se utiliza se ve más o menos bien en la pantalla de cristal liquido (LCD) y da la impresión de que se acerca, cuando se quiere pasar a papel o al ordenador pierde mucha resolución. “Tanto los megapíxeles interpolados como el zoom digital son accesorios que introducen mala calidad en la imagen”, concluye Roger Boix.
En cambio, un factor muy importante en la fotografía digital -y en la tradicional por supuesto- es la óptica, que, al fin y al cabo, es el elemento a través del cuál obtenemos la imagen. Sobre este aspecto, se recomienda confiar en los fabricantes tradicionales de lentes. “Todas estas marcas tienen ópticas que son buenas”, apunta Toni Fernández. Aunque para elegir entre determinadas ópticas en concreto, se debe recurrir al consejo de expertos o a los análisis de los medios de comunicación, con el fin de conseguir la que más se ajuste a las necesidades requeridas. “En la mayor parte de los objetivos de las digitales, ocurre una clara distorsión de barrilete -la imposibilidad de reproducir las líneas rectas horizontales y verticales cercanas- por lo que los objetivos verdaderamente buenos son los diseñados para las cámaras reflex digitales más caras”, revela Roberto Palomo.
Para una buena elección en fotografía digital se debe considerar el zoom óptico. “Realiza un acercamiento al objetivo a fotografiar, a través de las lentes, respetando toda la resolución que ofrece la cámara”, explica Palomo. Es decir, la imagen no pierde calidad, como sucede con el zoom digital.
Aun así, afirma Fernández que las marcas suelen juntar en sus anuncios los datos del zoom digital y el zoom óptico, lo que puede provocar confusión en el consumidor, porque da a entender que una cámara tiene más zoom del que realmente posee. Al que se debe prestar atención es al óptico, cuantos más aumentos posea, más posibilidades tendrá el fotógrafo.
¿Qué cámara?
De momento, el mercado de las digitales avanza con paso lento pero firme. “Las casas sacan con cuentagotas los nuevos modelos para obligar a la gente a actualizar el equipo cada cierto tiempo”, advierte Peña Inclán. Ahora bien, de entre la multitud de cámaras que un consumidor puede encontrar, ¿cuál es recomendable? Todo depende del uso que se le vaya a dar. En principio, para el usuario doméstico -aquel que la quiere para realizar fotos familiares y fotos de viajes- es más cómoda y más barata una cámara compacta digital frente a una de objetivos intercambiables, aunque éstas últimas se están abaratando y ya rondan los 1.000 euros. Las compactas sirven de igual forma para fotos destinadas a la web, que no requieren de mucha calidad.
Toni Fernández recomienda para todo este segmento de público un modelo que tenga unos 3 megapíxeles y zoom óptico 3x (precios entre 200 y 400 ?). Por su parte, Roberto Palomo opina que el factor más importante es el precio, porque todas ofrecen sistemas automáticos muy similares.
Los usuarios más avanzados o que quieran conseguir mejores resultados pueden recurrir a aumentar los megapíxeles de resolución y el alcance del zoom óptico: “Por ejemplo, una cámara de un mínimo de 5 megapíxeles y zoom óptico 4x”. (Precios entre 500 y 800 ?), indica Fernández. “Para este segmento, se debe buscar cámaras que guarden las fotos o archivos en formato raw, porque permite una profundidad de color de 16 bits -es decir, cada pixel o punto de imagen tendrá 65.536 colores posibles- una característica fundamental para el posterior tratamiento de calidad”, explica Palomo.
Otras características
Centrándonos en el usuario doméstico y las cámaras compactas digitales, es conveniente fijarse también en otros aspectos que ofrecen. Acostumbran a presentar en la parte trasera dos formas de ver la fotografía que se va a sacar: un visor óptico y una pantalla LCD. Pero comienzan a aparecer modelos que no incorporan el visor. “Creo que no son necesarios en la mayor parte de los casos, porque son tan pequeños, que apenas se puede mirar”, indica Florencio Sánchez. “Ya nadie mira por el visor nunca -constata Peña Inclán- así que sirven perfectamente las cámaras que sólo tienen la pantalla de cristal líquido”. En los días de mucha luz solar, todavía es útil que lo lleven, porque las pantallas LCD no se ven demasiado bien, aunque la tecnología está mejorando.
Sin embargo, el LCD tiene el inconveniente de hacer que la cámara gaste mucha más energía que una analógica. Por eso, “es recomendable utilizar el visor óptico para realizar las fotos y la pantalla de cristal líquido sólo para lo imprescindible, como visualizarlas después”, afirma Roberto Palomo. “Para ahorrar, es obligatorio comprar baterías recargables”, indica Roger Boix. Las pilas están desaconsejadas por el gasto extra que suponen. Los fotógrafos consultados llevan siempre una batería de repuesto, pero todo depende del uso previsto. Nos encontramos ante dos tipos de cámaras, según el tipo de batería que lleven. Las que usan genéricas tipo pilas alcalinas AA y las que cuentan con un formato de batería propietario (suelen ser de litio), con repuestos más caros. “Para el primer caso, es recomendable adquirir baterías recargables de NiMh. Su capacidad se expresa en miliamperios (mAh), y cuanto más alto sea el número, más duran. El precio se sitúa entre los 40 euros y los 50 euros y se acaban amortizando si se compara con el gasto que se realizaría utilizando alcalinas”, explica el director de Nuevafotografia.com.
Las tarjetas de memoria que llevan estas cámaras es otro de los aspectos que se debe considerar. En ellas quedan grabadas las fotos que se realizan. Los fabricantes suelen incluir tarjetas cuya capacidad para albergar datos enseguida se queda corta, lo que prácticamente obliga al consumidor a adquirir otra de repuesto. “El tamaño que se debe elegir de estas tarjetas depende de la resolución que tenga la cámara -a mayor resolución, mayor espacio ocupado por foto-. Por ejemplo, para una cámara de 2 megapíxeles, es necesaria una tarjeta de memoria de 128 megabytes si se quiere manejar con comodidad y aprovecharla al máximo, y así sucesivamente”, expone Roger Boix. Siguiendo con el ejemplo, si para guardar las fotos utilizaramos el habitual formato JPEG -eligiendo la mejor calidad posible-, cabrían 142 fotos.
En este asunto de las tarjetas también nos encontramos con diferentes modelos en dura pugna por liderar el mercado, algunos genéricos y otros exclusivos de determinadas marcas. Los genéricos y más extendidos son Compact Flash y SD. “Es fácil encontrar estas tarjetas en caso de necesidad cuando se viaja”, señala Fernández, que apuesta por adquirir una tarjeta de 64 megabytes ó 128 megabytes, cuyos precios oscilan ahora mismo entre los 40 euros y los 60 euros. Por su parte, Roberto Palomo se decanta por una Compact Flash de 256 megabytes, por su relación calidad-precio.
Otra duda que le puede asaltar al consumidor es si es necesario adquirir una impresora para obtener copias en papel de sus fotos. “La ventaja de tener un sistema de impresión propio es el control más preciso del resultado de las copias y que se pueden utilizar diferentes soportes de papel -mate, acuarela, texturizados, tela y diversos satinados y brillo”-, explica el fotógrafo Roberto Palomo. Sin embargo, según los expertos consultados, si se desean imprimir muchas fotos con regularidad, invertir en este accesorio y en todo lo necesario para conseguir buenos resultados por uno mismo sale más caro, por el gasto en tinta, en papel especial e incluso en tiempo -por ejemplo, unos 10 minutos por copia, indica Fernández-.
La impresora se puede dejar para imprimir puntualmente alguna foto. La alternativa son los laboratorios digitales, que en tiendas físicas o por Internet, ofrecen la posibilidad de trasladar al papel las fotografías que se deseen, llevándolas en tarjeta de memoria, CD o enviándolas por correo electrónico. Desde el punto de vista económico, “compensa más llevarlas al laboratorio”, afirma Florencio Sánchez.