En principio, el uso de las redes sociales, el móvil y otros dispositivos electrónicos, como las consolas de videojuegos, es positivo: nos permiten interactuar con amistades, mantenernos en contacto con nuestros seres queridos, buscar información valiosa y divertirnos en nuestro tiempo libre. Sin embargo, el problema viene cuando nuestra vida y nuestros planes dependen por completo del tiempo que le dedicamos a Internet y a estos aparatos. En algunos casos, estos comportamientos se pueden convertir en un grave problema personal y con nuestro entorno. Por eso es importante poner atención a los siguientes puntos para identificar si debemos acudir a un especialista para poner fin a esta adicción.
Síntomas de adicción a videojuegos, móvil y redes sociales
No hay un manual oficial con los diagnósticos de adicción a videojuegos, móvil o redes sociales en la Organización Mundial de la Salud (OMS), ni en la APA (Asociación Americana de Psiquiatría), según reconoce el psicólogo Manuel Valdés Vasallo, del Centro Psicológico Cepsim Madrid. No obstante, sí hay algunos síntomas comunes que podrían indicar que una persona tiene un problema con el empleo de estas pantallas.
- Falta de control en el uso. Se pierde la noción del tiempo de cuándo se empieza y cuándo se termina de utilizar un dispositivo.
- El incremento de la prioridad. Anteponemos el empleo de estos dispositivos sobre otros intereses u otras actividades importantes, como, por ejemplo, pasar tiempo de calidad con la familia, atender a la salud física y mental o trabajar.
- Incrementar su utilización a pesar de las consecuencias negativas. “Por usar mucho tiempo estas tecnologías, la persona tiene problemas en el trabajo, en la vida social o personal y, a pesar de darse cuenta, no puede parar”, explica Valdés.
Además de esto, una adicción siempre trae ansiedad, falta de autoestima, dependencia, aislamiento, insomnio; síntomas por los que podría estar pasando una persona que tiene problemas con su manejo con los videojuegos, el móvil o las redes sociales.
Existen algunos términos que hacen referencia a estas problemáticas. Uno de ellos es el phubbing, palabra que se utilizó por primera vez en 2009 en un estudio de la Universidad de Sídney (Australia) y que ocurre cuando alguien ignora lo que sucede a su entorno porque presta más atención a las nuevas tecnologías. Y otro es nomofobia, empleado en otro trabajo de la agencia YouGov y que consiste en el miedo irracional a estar sin teléfono.
Consecuencias de estos tipos de adicción en niños, adolescentes y adultos
Efectos en los niños
Se refuerza la satisfacción inmediata, ya que los móviles y los videojuegos están totalmente a su alcance, en los bolsillos, en el hogar, etc. En otra época, si alguien quería jugar a los videojuegos tenía que llegar a casa; en cambio, ahora, en el móvil está todo. Este patrón malacostumbra al niño, ya que no todo va a estar a su alcance todo momento.
“El uso excesivo de estos dispositivos puede interferir en el desarrollo de otras habilidades físicas, psicológicas o sociales, y está dejando de hacer otras cosas que son necesarias para su crecimiento en una edad sumamente importante para formarse como persona”, dice Valdés.
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Efectos en los adolescentes
En esta etapa, el individuo busca su identidad. Es importante que tenga contacto con la realidad, ya que puede perder el interés por todo aquello que no se pueda resolver a través de las pantallas y será difícil que se adapte a lo que necesite más esfuerzo de obtener.
El abuso de videojuegos y redes sociales en la adolescencia también puede traer problemas en la socialización, ya que si el único contacto social es a través de estos dispositivos móviles, habría una parte de la sociabilización que no se estaría desarrollando de manera adecuada y real.
Con la constante aceptación y búsqueda de likes que se da en las plataformas, se dificulta la construcción de una personalidad en base a algo auténtico, y el adolescente corre el riesgo de valorarse a sí mismo como lo hacen las redes sociales.
Efectos de la adicción a videojuegos, móvil y redes sociales en adultos
“Este patrón de satisfacción inmediata hace que haya una pérdida de capacidad de atención a medio-largo plazo; ‘si alguien se acostumbra a entretenerse con un vídeo de TikTok que dura solo unos pocos segundos, un vídeo de 10 minutos en YouTube ya será demasiado’. Además, con el abuso de pantallas también se da una disminución en la capacidad de memorización”, puntualiza Valdés.
Estar expuestos a las pantallas, todo el tiempo sentados, acostados o en una posición de poca actividad, puede tener consecuencias físicas: dificultad en la movilidad y obesidad o problemas psicológicos y emocionales.
Qué tratamiento hay y cómo superarlo
“Aunque no hay un tratamiento empíricamente validado por las organizaciones mundiales, no significa que no se pueda tratar”, señala Valdés. “Muchas personas acuden a las pantallas, y a los videojuegos, para satisfacer unas necesidades emocionales que no están pudiendo obtener a través de otro contexto”, apunta.
Sin embargo, con un tratamiento de psicoterapia se ayuda a la persona a reconectar de raíz consigo mismo y con su entorno social para que pueda encontrar de una manera más sana y funcional aquello que está necesitando.
“Es fundamental que cuando una persona no esté a gusto con el uso que hace de las redes y las pantallas, se dé cuenta de que está resultando problemático para su vida y que se atreva a pedir ayuda profesional. No hay normalizar el uso excesivo”, resalta Valdés.
Consejos para prevenir la adicción
Desde un inicio es importante limitar el contacto con las pantallas de todo tipo, incluyendo la televisión. Los niños muy pequeños, de cero a un año, no deben tener contacto alguno con pantallas; de uno a dos años, el contacto debe ser mínimo; y de dos a cuatro, que sea de menos de una hora al día, destaca Valdés, apoyado por el protocolo que recomienda la OMS.
“A medida que van creciendo, es importante fomentar las actividades en donde lo físico y lo social al aire libre que sea el ingrediente activo. No podemos pretender que un niño o un adolescente deje de utilizar las pantallas, si no le proporcionamos una alternativa. Además, hay que establecer límites congruentes y coherentes, enseñar con el ejemplo y prestar la atención debida a los niños”, finaliza Valdés.