En el año 2000 una compañía californiana llamada eHarmony fue la primera en usar unos algoritmos para emparejar a las personas basándose en las respuestas que daban a temas como qué buscan en una pareja, cuál era su nivel cultural o cómo reaccionarían ante determinadas situaciones. Nacía la primera aplicación para citas. Y con ella, la tecnología pasaba a “desvirtuar” el mundo de la seducción tal y como se entendía hasta entonces. El arte de amar se adaptaba a golpe de match (cuando dos usuarios se gustan mutuamente) a la incipiente cuarta revolución industrial, mientras las empresas encontraban en estas apps un nuevo nicho de negocio, cuyo volumen anual en 2020 alcanzó los 3.100 millones de euros en el mundo, 45 en España, según datos de Statista.
Cómo ha cambiado la forma de ligar con las apps de citas
Los algoritmos, las aplicaciones y los encuentros virtuales han simplificado los procesos de selección y cortejo. Y con la pandemia y las restricciones se ha normalizado el uso de estas plataformas para conocer gente y ligar. Según datos de la Universidad de Stanford (EE. UU.), en 2021 este tipo de apps sumaron 392 millones de usuarios en todo el mundo, un 10 % más que el año anterior. Ha sido el empujón definitivo para una tendencia que no ha parado de crecer.
“Muchas de las relaciones sociales han dejado de ser presenciales y nos hemos vuelto más solitarios y consumidores de redes, que han pasado a formar parte de nuestra cotidianidad”, admite Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología. Y los datos lo confirman. Según la plataforma Tinder, el 60 % de los usuarios llegó a su aplicación tras el inicio de la pandemia porque se sentían solos y quería relacionarse con otros. Un estudio de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos desveló que estas aplicaciones han permitido “ampliar la cifra de candidatos disponibles más allá del círculo de amistades y familia, ofrecer discreción a aquellos que prefieren esconder sus preferencias y contar con unos algoritmos cada vez más precisos”.
La tecnología digital ha pulverizado el factor espacio y tiempo, dos variables que antes eran fundamentales para establecer una relación. Nos posibilita tener una conversación que podemos simultanear casi con cualquier otra actividad y con otras personas. Podemos estar tirados en el sofá de casa viendo una serie, en pijama y sin peinar, mientras mantenemos una animada cita con un desconocido o desconocida. Algo impensable antes del cambio de siglo.
Todo se ha acelerado. Según Molero, las aplicaciones están eliminando los preámbulos de conocer a alguien. “Se entra en el plano de la intimidad en minutos y, por eso, es tan rápido”, afirma. Un hecho que encumbra la inmediatez sin requerir demasiado esfuerzo.
Según el psicólogo y experto en sexualidad digital, Raúl Marcos, para ligar hoy en día “no es necesario invertir mucho tiempo”. Nuestra imagen son unas cuantas fotos sonrientes e inteligentemente escogidas y una somera descripción. Nuestra futura pareja bien puede estar a escasos kilómetros de nuestra casa o en cualquier otro lugar.
El futuro de las relaciones con el metaverso
Para las aplicaciones de citas, el anuncio de la creación del metaverso –una realidad virtual creada por Facebook para que las personas puedan interactuar entre ellas– abre una nueva puerta para las relaciones de pareja y para seguir aumentando el volumen de su negocio. Esto supondrá un cambio radical, ya que cada vez se va a tener menos presente el cuerpo y más la mente, asegura Molero. “Creo que, si llegamos a eso, seremos otra especie. La integración cognitiva, emocional y sensorial a nivel de cuerpo es fundamental para nuestro equilibrio”, explica.
A pesar de que nos preocupe y nos angustie la incertidumbre del cambio, un avatar será incapaz de reproducir las sensaciones de un encuentro físico. “Tal y como somos ahora será muy difícil que abandonemos esa parte de riesgo al rechazo, a la incertidumbre y a la emoción a lo desconocido”, admite la facultativa.
Raúl Marcos da un giro más y puntualiza que este avance llega en un momento en el que las personas jamás habían cuestionado tanto la vivencia del cuerpo. “Nos encontramos en una época en la que nos sentimos mal en la piel que habitamos, vemos el cuerpo desde lo estético y desde unos cánones de belleza que cada vez son más difíciles de cumplir, y eso hace que hayamos olvidado la funcionalidad del cuerpo”, añade. Cada vez hay un mayor número de personas con complejos, que viven mal su corporalidad, por lo que podrían refugiarse en este tipo de relaciones virtuales y perder la noción de lo que es o no real.
Ahora tenemos muy claro dónde está el límite entre lo analógico y digital. Una red virtual difuminaría ese espacio físico y de tiempo, que podría generar irrealidad para algunas personas. Lejos del alarmismo, supondrá una manera distinta de relacionarnos, de sentirnos.