Sin los enlaces no existiría Internet o, por lo menos, sería diferente. Sin embargo, una cosa aparentemente tan inocente y útil como un enlace está en tela de juicio. Algunos sitios web han establecido políticas legales encaminadas a prohibir que se enlace a sus a páginas, en especial a las páginas internas (deep linking), pues crean relaciones ficticias entre sitios web, entran en conflicto con los derechos de propiedad intelectual, despistan al usuario o, muy importante, evitan que se vea la publicidad de su página principal.
¿Qué es el ‘deep linking’?
Deep linking -enlace profundo- se refiere a cualquier hipervínculo que no apunta a la página principal, sino a cualquier página interna de las que conforman un sitio web. Los enlaces son la esencia misma de la Red: sirven para relacionar las páginas web entre sí y para enriquecer los textos con documentación, noticias relacionadas, sitios donde ampliar la información, etc.
Aunque pueda parecer contradictorio, mientras la mayoría de los sitios web se las ven y se las desean para atraer visitas, hay otros que se blindan ante los enlaces externos, estableciendo políticas restrictivas extraordinarias en un medio como Internet. Así, al hablar de deep linking también se hace referencia a la prohibición de enlazar a páginas que no sean la principal.
Muchos expertos opinan que ir contra los hipervínculos, sean o no internos, supone una seria amenaza contra el propio funcionamiento de Internet, o por lo menos una actitud que fomenta la “atomización de la Red”. Si bien las políticas anti-enlace no son una práctica común, hay muchos sitios web que incluyen en sus avisos legales advertencias hacia los terceros que piensen enlazarlos. Además, se han producido sentencias judiciales que avalan la prohibición de los links en determinadas ocasiones.
Los editores de sitios web conocen los beneficios de ser referidos por el mayor número de sitios posibles, lo que redunda en una mayor presencia en los buscadores y en la consiguiente mayor afluencia de visitantes. Pero quien, por cualquier motivo, así no lo quiera, puede optar por cerrar las páginas que no quiera que sean enlazadas, no indexarlas o incluir una sencilla línea de código HTML para redirigir todos los enlaces a páginas internas directamente a la página principal.
Steve Outing, del Poynter Institute, opina que prohibir los enlaces internos es una política errónea. “Permitir los enlaces al contenido es parte del oficio del editor de Internet. Si se quiere evitar esos enlaces, establecer avisos legales prohibiéndolo es estúpido: si por alguna razón el editor decide no permitir el deep linking, la solución lógica sería dirigir el tráfico hacia la homepage. Eso también es una estrategia nefasta, pero no tan mala como poner avisos legales que la gente ignora y que crearán quebraderos de cabeza”.
Lo que ocurre es que se han creado infinidad de servicios de noticias (‘agregadores de contenido’) que aprovechan el deseo de muchos usuarios de echar un vistazo a la información a través de una recopilación de enlaces. Los internautas demandan contenido personalizado, indexado y enviado a su buzón electrónico cada mañana.
Ese empaquetado de información se ha convertido en un negocio tan importante como la producción de la misma, y los medios de comunicación no están dispuestos a que los advenedizos, “el ‘top-manta’ de los contenidos de Internet”, se lucren a su costa. Por eso los editores tienen en el punto de mira al press-clipping (resúmenes de prensa) y, un paso más allá, a todos los intentos de ‘penetración no autorizada’ en su contenido (deep linking).
Argumentos para rechazar los enlaces
Si el profano en la materia (Internet) tiene dificultades para encontrar la razón de una política ‘anti-enlace’, el experto tiene todavía más. El objetivo de un sitio web es ser visto por cuantos más ojos mejor… Entonces, ¿cómo se explica que se vaya contra las páginas que envían visitas?
Se esgrimen razones de diversa índole para ‘exiliar’ los enlaces, en las que se mezclan violaciones del copyright, confusión de los usuarios y, sobre todo, asuntos económicos:
- Confusión de los internautas. Los enlaces internos pueden despistar al usuario que, tras varios saltos, termina no sabiendo dónde está. Esto es especialmente cierto en el caso del framing, una práctica bastante aberrante mediante la cual un sitio web coloca el contenido de otro dentro de sus páginas mediante frames (marcos). En el navegador no aparece la dirección de la nueva página accedida, sino que se mantiene la del sitio web de procedencia, por lo que el navegante cree que no ha salido de la página donde estaba con el consiguiente perjuicio para los intereses del sitio enlazado mediante frames.
- Pérdida de control sobre el site. El creador de un sitio web lo estructura a partir de la página principal y puede pensar que el usuario se perderá si entra por algún otro lado. Sin embargo, si está bien diseñado, esto no debería suceder. En el caso de los medios es más una pérdida de control del editor -que quiere decidir el camino del lector en sus páginas- sobre su obra.
- Propiedad intelectual. Los medios digitales, inmersos en una aguda crisis económica y de personalidad, buscan suplir la sequía publicitaria con todos los recursos a su alcance. Entre ellos, perseguir a los que hacen dinero enlazando a sus contenidos, lo que supone una competencia desleal.
- Propiedad industrial (marcas). Para preservar su identidad, algunas empresas no están dispuestas a que un enlace cree una conexión entre dos negocios que no existen en la realidad. A veces el enlace puede ser el ‘logo’ de una empresa, y el usuario puede pensar que esa empresa patrocina o tiene relación con el site que visita.
- Pérdida de ingresos publicitarios. La publicidad más cara se encuentra en la página principal. Algunos modelos de negocio otorgan mucha importancia a la cantidad de visitas a la home (portada), que el deep linking trastoca.
- Difamación. Los enlaces utilizados con mala fe también pueden convertirse en ‘armas’. Una palabra injuriosa puede ser un enlace que conduzca a la página de una empresa o a la foto de alguien.
Por estas y otras razones existen un buen número de empresas, dentro y fuera de España, que han decido restringir los enlaces que llegan del exterior.
La mayoría requieren la solicitud de un permiso por escrito, como la web de Cola Cao, que incluye este aviso legal muy difícil de encontrar: “Queda prohibido establecer un enlace con, o un contenido de correo desde cualquier URL hasta el Web del Club Cola Cao sin el expreso permiso escrito de Nutrexpa”.
Otros, exigen además que se enlace a la página principal: “Previo requerimiento por escrito, HOLA podrá autorizar, cuando lo considere oportuno, enlaces a su Sitio siempre y cuando tales enlaces lo sean para su utilización en la Web y a la página inicial de su Sitio, y no para otros propósitos”.
Hay algunos que incluyen las razones de sus política: “Con el propósito de evitar la confusión de los internautas en relación a la titularidad de los derechos de propiedad intelectual contenidos en el sitio web de la BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES, queda prohibida la introducción de hiperenlaces que faciliten el acceso directo a cualquier obra de su fondo bibliográfico (“deep linking”).
Otros medios, como La Vanguardia, se esmeran en diferenciar los enlaces del copiado de contenidos a la hora de proteger sus derechos de propiedad intelectual: “[…] tan sólo autoriza menciones a sus contenidos en otras sedes web, con el tratamiento que éstas consideren, siempre y cuando no reproduzcan los contenidos de La Vanguardia Digital.
Razones a favor del ‘deep linking’
Los especialistas piensan que no habría que buscar razones para defender los enlaces, a no ser que haga falta defender la existencia de Internet. Son los sitios web que se blindan ante los enlaces los que deberían explicar sus motivos- alegan- algo que no resulta sencillo y que se suele resumir en un “por si acaso”.
José Cervera, director de la versión electrónica del periódico gratuito 20Minutos y gran conocedor de Internet, opina que la principal razón de esta actitud es “la ignorancia sobre el funcionamiento de la Red”.
“Las políticas que restringen cualquier tipo de enlace presuponen una voluntad de controlar la navegación del usuario incompatible con la práctica habitual de Internet. La esencia de la Red (no cultural, sino tecnológica) es que el control es del usuario, no del editor. Cualquier práctica contraria rema contra la corriente”, explica Cervera.
Las consecuencias de esas políticas son negativas para los propios sitios que las imponen. “Para los sitios que no aceptan enlaces de terceros el resultado es una disminución del tráfico, con todo lo que ello conlleva (proyección, imagen de marca, atención…). No veo justificación económica alguna a renunciar a que (potencialmente) muchos miles de nodos externos lleven tráfico de forma gratuita, alienando la buena voluntad de los navegantes como efecto secundario”, dice Cervera.
Sin embargo, tal es la “sinrazón” de la prohibición de los enlaces que Cervera no cree que acarree mayores problemas a la Red: “Para Internet las consecuencias serían negativas sólo si se dieran dos condiciones: que muchos sitios web adoptasen esta postura y que fueran sitios importantes. No creo que la Red resulte afectada: los nodos que lo practican son marginales y lo serán cada vez más”.
Sin embargo, hay páginas web como las de Sony , que incluye este aviso: “Usted está obligado a solicitar y obtener la autorización escrita del operador de este Website antes de establecer un link hacia éste. El denominado ‘deep linking’ queda estrictamente prohibido”, justifican su postura porque la empresa “no quiere parecer ser responsable del contenido de terceras partes”.
Estas políticas, dice Eduardo Pedreño, editor de DiarioRed.com y licenciado en Derecho, “mueven a la hilaridad porque obviamente están redactadas por abogados que no saben ni qué es el medio ni cómo funciona. Y carecen de sentido: no se puede fijar unilateralmente el sistema de funcionamiento de un entorno, sino únicamente ampararse en las leyes existentes”.
El equivalente en el mundo real sería que “el autor de un libro prohibiera que se citase una página interior de su libro, o una frase entresacada del libro, y sólo se pudiera citar su título. Esta exigencia sería alegal porque la ley permitiría lo contrario”, asegura Pedreño.
Con la ley en la mano, el autor de un enlace no debe sentirse amenazado, y puede escuchar al gurú de la usabilidad, Jakob Nielsen, cuando dice que “deep linking is good linking” (los enlaces profundos son buenos enlaces) con una lógica difícil de cuestionar: los enlaces que van directamente a las páginas interiores de un sitio web enriquecen la usabilidad su uso porque, al contrario que los genéricos, conducen al usuario a donde quiere llegar. Éste siempre lo agradecerá: si un enlace le envía a la página principal, después deberá navegar por el sitio web tratando de localizar lo que le interesa.
Uno de los argumentos más citados para rechazar los intentos de limitar la libertad de enlazar se sustenta en el carácter público de las direcciones de Internet de libre acceso, al que habría que añadir el ‘derecho de cita’ amparado en la legislación española sobre propiedad intelectual.
Sin embargo, el tema no es tan sencillo a los ojos de los tribunales. Según algunos expertos, la razón por la que los ‘anti-enlace’ están ganando algunos juicios se debe a la directiva de la Unión Europea de 1996 sobre protección de bases de datos. La definición que establece ‘qué es una base de datos sujeta a protección’ es tan amplia que cabe casi cualquier cosa; el histórico de noticias de un sitio web puede perfectamente entrar en esa definición.
Por esta razón, podría sentirse fuera de la ley el creador de boletines electrónicos con listados de enlaces, pero también, por qué no, cualquier buscador que en sus resultados incluye enlaces profundos, como Google.