Desde 2007, cuando Steve Jobs se sacó del bolsillo el primer iPhone, hemos asistido a una completa homogeneidad en el formato de los smartphones. Con pantallas más o menos grandes, más o menos marcos, teléfonos más delgados o ligeros, pero sin cambiar el diseño: en más de una década ha sido esencialmente igual. La batalla se libraba en ofrecer más y mejores cámaras y procesadores, baterías más eficientes o más capacidad de almacenamiento, pero el factor forma, las opciones y funciones que ofrece el diseño, no ha evolucionado… hasta ahora.
Nuevos móviles: flexibilidad y curvas, ante todo
La evolución de cualquier tecnología lleva su tiempo. Si hoy se ofrecen en el mercado teléfonos con pantalla plegable es porque antes existieron los flexibles. No podían doblarse sobre sí mismos, pero tenían cierto nivel de torsión. La marca pionera fue LG en 2014: primero, con el LG G Flex y, un año después, con su segunda versión. Estos terminales tenían una característica curvatura, que permitía cierta capacidad para doblarse y resistir ese cambio de forma. Así, contaban con un formato algo más ergonómico, pero, sobre todo, con las primeras pantallas que podían doblarse y estirarse, siquiera mínimamente.
Estos móviles flexibles no tuvieron éxito, pero las pantallas capaces de doblarse se quedaron en el mercado, aunque no pudiéramos modificar su forma. Era el auge de las pantallas que se desbordaban, aptas para curvarse en los extremos y cuyo primer exponente fue el Samsung Galaxy Note Edge. Este formato sí que llegó para quedarse: cinco años después tenemos más de una decena de modelos cada año.
La era de las pantallas plegables
En los últimos meses, tras años de prototipos y promesas, hemos conseguido ver, tocar y comprar los primeros móviles plegables. Son también los primeros exponentes de una revolución real en el diseño de la telefonía móvil, después de más de una década de inmovilismo. Pero ¿qué ha cambiado?
La clave para la aparición de los primeros smartphones capaces de doblarse se esconde en el desarrollo de la tecnología OLED (Diodo orgánico emisor de luz o, en sus siglas en inglés, Organic Light-Emitting Diode). La pantalla de cualquier dispositivo electrónico es, en realidad, una suma de capas. En total, un panel OLED cuenta con seis en la parte superior y otras tantas en la parte inferior. Estas capas son más delgadas que las de otras tecnologías como la LED o la LCD, lo que posibilita la creación de pantallas más livianas y flexibles. Además, proporcionan más brillo y utilizan menos energía debido a que no necesitan luz de fondo para reproducir los colores. Esto les hace presumir de otras cualidades, como la capacidad de producir negros puros o disponer de sistemas como Always On, que permite mostrar en pantalla ciertos elementos en todo momento (por ejemplo, un reloj).
El desarrollo de este tipo de tecnología arrancó en 2007 con los primeros prototipos por parte de Sony o Nokia, que no superaron la fase de concepto. Sin embargo, hemos tenido que esperar otros siete años para que los terminales plegables sean ya una realidad, gracias también a la evolución de la tecnología de otros componentes: el adhesivo que mantiene unidas todas las capas de una pantalla, la capa de sensores táctiles adaptable y una red de circuitos que no se estropea al doblarse.
Pros y contras de la nueva tecnología
Pese a las enormes posibilidades que ofrece este formato, las pantallas flexibles no son algo perfecto y, aunque cuentan con numerosas ventajas (como la posibilidad de disfrutar de una pantalla más grande sin ocupar más espacio), también tienen una contrapartida. En primer lugar, no pueden utilizar materiales duros y resistentes como el cristal, lo que las hace mucho más proclives a rayarse y deteriorarse. Además, como cualquier otro plástico que se dobla cientos de veces, el punto de la bisagra es también un detalle que puede causar problemas con el tiempo. Finalmente, este tipo de pantallas disponen de una tecnología más vulnerable a la humedad y los diodos OLED tienen una vida útil inferior a los led o las soluciones LCD.
Aún con sus inconvenientes, la simple aparición de los primeros móviles plegables ha servido para mostrar las indiscutibles posibilidades de esta nueva tecnología, ya que ninguno de los modelos presentados hasta ahora luce el mismo formato.
- El Samsung Galaxy Fold ofrece un diseño que recuerda más al de un libro. La pantalla plegada se encuentra protegida dentro, con lo que está a salvo de rozaduras y golpes, y cuenta con una secundaria en la parte exterior.
- Por su parte, el Huawei Mate X es todo lo contrario: se trata de una propuesta en la que la pantalla se pliega por la mitad y funciona tanto cuando está plegada como cuando la extendemos.
- El Motorola RAZR recupera no solo el nombre de la mítica serie de terminales concha (es decir, con tapa), sino también su formato. Es quizás el más lógico y, probablemente, uno de los diseños que más se popularizará, no solo porque ya tuvo éxito en el pasado, sino porque une la posibilidad de hacer terminales de dimensiones contenidas con la obsesión por proteger la pantalla al cerrarla. Permitirá llevar las mismas pantallas que utilizamos ahora, pero en la mitad de espacio.
¿Cuánto durará la exclusividad?
Aunque hay tres modelos presentados, solo el Galaxy Fold comenzó a comercializarse en España a finales de 2019, tras un lanzamiento pospuesto casi seis meses por los problemas detectados en su pantalla. El siguiente fue el Motorola RAZR, que debutaba en las tiendas en enero de 2020.
¿Y el Mate X de Huawei? Pues es aún una incógnita. A diferencia de Samsung, Huawei no ha tenido problemas técnicos con el equipo, sino políticos. Se ha visto inmerso en la guerra comercial del presidente de Estados Unidos, Donald Trump y, al igual que el Mate 30 Pro, llegará al mercado sin los servicios de Google. Esto ha hecho que se retrase su lanzamiento en Occidente hasta nueva noticia, pese a estar disponible en China desde el 15 de noviembre. Eso sí, sabemos el precio que tendrá este smartphone en Europa y será el más costoso de los tres (casi 2.300 euros).
No debemos olvidar que estos tres son los primeros que llegan al mercado. Vendrán más, por supuesto, y no es menos probable que para finales de 2020 o inicios de 2021, las pantallas flexibles empiecen a bajar a gamas en las que aparezcan productos por debajo de los 1.000 euros. ¿Hay que esperar? Eso depende de si queremos presumir de llevar lo último antes que nadie o no nos importa esperar a que se asiente una tecnología que, sin duda, ha llegado para quedarse.