Nacho Vigalondo es uno de los mejores ejemplos de que la Red tiene mucho arte para ofrecer. Este cántabro que vistió de esmoquin en el Kodak Theatre de Los Angeles como candidato al Oscar al Mejor Cortometraje de 2004, tiene alojados en su blog la mayoría de los cortometrajes que ha realizado, incluido ‘7:35 de la mañana’, su obra más conocida. Sus vídeos están cortados por un patrón muy particular que se adapta asombrosamente al medio online: duración mínima, argumentos impactantes, altas dosis de ironía y temáticas en sintonía con los gustos de los usuarios de las nuevas tecnologías. Aunque Vigalondo asegura que es mera casualidad, no cabe duda de que tanto él como otros artistas que apuestan por Internet están creando un nuevo género narrativo, ideal para ser visto en formatos portátiles como agendas electrónicas, teléfonos móviles o reproductores multimedia.
En principio no: no soy tan habilidoso como para plantear estrategias narrativas que favorezcan la compresión de archivos multimedia o la visión de mis cortometrajes. Aún así, reconozco que a veces soy más consciente de la duración de alguna de mis obras pensando en términos de descarga, de modo que procuro que el producto final no pese demasiado y sea fácil de manejar por la Red. Respecto a las temáticas y los argumentos de mis guiones, tengo la misma filosofía que hace diez años, cuando empecé a hacer vídeos. Digamos que mi adaptabilidad al medio virtual venía de antemano como usuario de las nuevas tecnologías.
Los frutos económicos que da un cortometraje no están reñidos con su exhibición gratuita en Internet
No hay diferentes presupuestos. El planteamiento es mucho más sencillo y radical: para mis cortos en celuloide tengo presupuesto y en los otros no me gasto ni un duro. Sin embargo, el proceso creativo es inverso: en el primer caso adapto mi realidad a una historia (lo que suele incluir la súplica de subvenciones a todo tipo de instituciones) y en el segundo adapto las historias a mi realidad inmediata, que es la falta de presupuesto. Vamos, que la cafetera de ‘Código 7’ estaba ahí de antemano. [En ‘Código 7’, definida por Vigalondo como “la revolución definitiva de la ciencia-ficción postindustrial”, sólo aparecen un actor recién levantado y una cafetera]. La verdad es que mi implicación con la Red ha ido viniendo poco a poco: cuando rodé ‘7:35 de la mañana’ no tenía blog ni nada; pensaba que se vería en algún festival, aquí y allá, sin más.
Para nada. Los frutos económicos que da un cortometraje, si los da, no están reñidos con la exhibición gratuita en Internet. Un cortometraje nunca disfruta de taquilla, sino de las ocasionales ventas del producto a las cadenas de televisión y del añorado reconocimiento en los festivales.
Los dos términos son compatibles sin ningún trauma. En todo caso, el impulso que he tenido por colgar mis piezas más extrañas en Internet nunca ha sido un acto promocional. Casi, en algún caso, se podría decir que son vídeos ‘antipromocionales’.
No, bueno… El formato es el formato y en un principio no debería coartar contenidos, pero hay que reconocer que la inmediatez de la de la distribución por Internet casa muy bien con la inmediatez expresiva de cierto tipo de obras.
Adapto las historias a mi realidad inmediata, que es la falta de presupuestoJa, ja; no sé qué sentido negativo podría tener la palabra chiste. Digámoslo de otra manera: en Internet tiene cabida todo. Y ese todo incluye lo que llamas ‘chistes’, formatos que hasta ahora no tenían sitio en ningún lado. Por eso su presencia es más llamativa que la de los contenidos tradicionales. Pero hoy ya se pueden encontrar cortos de todo tipo.
¡No, no, por dios! No he inventado nada. O al menos jamás he sido consciente de renovar ningún lenguaje en función de un medio. En todo caso, mi obra se adecuaba a todo esto de antemano. Uno de mis cortos de carácter más ‘downloable’ (descargable de la Red), ‘Una Lección de Cine’, es del 98.
Están aumentando las posibilidades factibles. Se están eliminando barreras, como las de la duración exigible para distribuir una obra audiovisual. Y quizá se estén derrumbando ciertos prejuicios del espectador.
Sí. Exacto. Desde el momento en que las discusiones domésticas se están trasladando del “cambia de canal” a el “déjame ya el ordenador”, este tipo de productos (desde las bromas de oficina que llegan al ‘mail’ hasta la obra exquisita de artistas como Alberto González o Rubén Ontiveros) disfrutan de un espacio impresionante ante el que la industria va a tardar en reaccionar.
Se están eliminando barreras y quizá se estén derrumbando ciertos prejuicios del espectador¡No, no: no tenemos ninguna licencia al respecto! El “todos los derechos reservados” es una coletilla que puso el webmaster de la página y que he olvidado quitar. La verdad es que no aplico el copyleft por el motivo más vergonzoso: he descubierto Creative Commons en el año más estresante y loco de mi vida, y aún no le he dedicado el tiempo suficiente. Soy una persona espectacularmente desorganizada.
Soy fanático de Youtube, y todavía no conozco las otras que mencionas, aunque las apunto en mi lista. Youtube me parece alucinante, la fusión definitiva entre la vía de distribución y el formato de visionado. Lo fascinante es que el rumbo de los contenidos de páginas así depende al cien por cien del usuario, que a la vez es el responsable de contenidos; es decir que no influye ningún intermediario de la industria del ocio en el proceso. Respecto a su bajo nivel, creo que en Youtube hay de todo. Y eso abarca lo más estúpido y lo más interesante. Soy público habitual de ambos extremos, por supuesto.