Las pulseras como Nike+ Fuelband o Fitbit Flex comenzaron como dispositivos para mejorar el rendimiento deportivo, pero pronto trascendieron a otras facetas y utilidades de la vida cotidiana, gracias a su vínculo con el móvil y a que mostraban de manera gráfica los resultados de sus mediciones. Así, también sirven para ajustar la ingesta de calorías tras un determinado esfuerzo o para aumentar las horas de sueño si los sensores del dispositivo detectan que son insuficientes. Tras su éxito, han llegado numerosas aplicaciones para el smartphone y una auténtica fiebre con lo que se llama “quantified self” o cuantificadores personales, programas o aparatos mediante los cuales los usuarios miden numerosos parámetros de su vida diaria. A continuación, se analizan algunos de ellos.
Los cuantificadores personales más comunes se centran en la actividad física diaria
Gracias al uso de los sensores de movimiento del móvil, los cuantificadores personales más comunes se centran en la actividad física y en si es, o no, la adecuada a la edad y peso del usuario o usuaria. También pueden contar sus horas de sueño, vigilar la calidad del mismo registrando las vueltas que da en la cama, o las calorías que come, ya que los programas que acompañan a estos dispositivos tienen tablas de conversión en calorías de cada alimento.
Los datos no pueden sustituir al médico
Lo que comenzó como una moda entre usuarios avanzados y deportistas aficionados a la tecnología, puede convertirse en una fuente de información de gran interés para los médicos que nos traten. Y es que hay otros aparatos, y programas, que también pueden medir la presión arterial o incluso hacer análisis de orina y mostrar resultados en pocos minutos, así como avisar, si hay alguna alteración, al médico. Hasta un sensor de superficie en forma de tatuaje puede analizar el sudor para saber si la persona está bien.
Así, los cuantificadores personales pueden constituirse en el primer puente hacia la atención sanitaria monitorizada en tiempo real y en remoto, que ya cuenta con proyectos de compañías importantes como Microsoft. De este modo, los cuantificadores enviarían de manera continua los datos a los expedientes de los pacientes, de modo que sus constantes estarían siempre vigiladas y se podría detectar la menor alteración.
Aún así, los cuantificadores personales no están exentos de cierta polémica: los expertos advierten de que los datos por si solos solo aportan un valor orientativo si no han pasado por las manos de un experto, ya sea un médico o un nutricionista, por lo que la toma de decisiones importantes en torno a ellos, o el autodiagnóstico, están fuera de lugar.
Scanadu, análisis digitales
Los cuantificadores personales de nueva creación están cada vez menos centrados en el rendimiento ante el esfuerzo físico y, en cambio, intentan aplicar el rango de constantes que analizan.
Un aparato con este objetivo es Scanadu, una especie de llavero con sensores que se coloca en la sien y es capaz de examinar en diez segundos seis constantes (temperatura corporal, frecuencia respiratoria, oxígeno en sangre, frecuencia cardíaca, presión sanguínea y nivel de estrés) y transmitir los valores al smartphone del usuario.
Scanadu se coloca en la sien y es capaz de analizar seis constantes vitales en diez segundos
Los impulsores del proyecto utilizaron el servicio de crowdfunding Indiegogo para recaudar fondos. Hasta la fecha han conseguido un millón y medio de dólares.
Cuando Scanadu envía la información al móvil, la aplicación del servicio la acumula en una base de datos y elabora gráficas visuales que pueden servir a los médicos de cabecera del usuario. El precio de venta cuando se comercialice será de 149 dólares.
La empresa también ofrece un kit llamado Scanaflo que permite de un modo sencillo realizar análisis de orina.
En la misma línea, la compañía Biosense Technologies ha diseñado un test de orina que se puede hacer con una aplicación de móvil, utilizando la cámara del teléfono para fotografiar el líquido. Sus creadores aseguran que mediante esta app se podrán detectar alteraciones indicadoras de posibles enfermedades.
Withings, una báscula inteligente
La báscula Withings, de la empresa del mismo nombre, no se limita a medir el peso corporal, sino que registra los datos diarios de este para hacer un seguimiento del usuario en función de su altura y edad, de modo que si detecta sobrepeso, le recomienda aumentar el ejercicio o aplicar una reducción de las calorías ingeridas. El dispositivo envía los datos a una aplicación del móvil que elabora gráficos.
También es capaz de medir la frecuencia cardiaca, gracias a sus sensores de presión, y ver si ha disminuido o aumentado respecto a anteriores mediciones. Al relacionar estos valores, Whithings propone un plan de ejercicios para mejorar tanto el peso como el ritmo cardiaco a lo largo de un tiempo determinado.
Otra de sus características es que analiza la calidad del aire de la habitación mediante la medición del dióxido de carbono y la temperatura para recomendar ventilaciones. El coste de Withings es de 150 euros.
Además, el mismo fabricante ofrece un tensiómetro que se conecta a dispositivos con el sistema operativo iOS de Apple y da una lectura de la tensión arterial.
De un modo mucho más sencillo, la aplicación para móviles Moves da un diagnóstico de la actividad diaria del usuario mediante los sensores de posición del teléfono, siempre y cuando se lleve encima.
Las tecnologías de secuenciación genética y diagnóstico de enfermedades hereditarias han bajado de precio de manera vertiginosa en los últimos años, a medida que la innovación en este campo ha avanzado. Obtener una secuenciación completa del ADN de una persona cuesta alrededor de los 1.000 euros, pero ya hay empresas que ofrecen por menos de 100 euros secuencias de las partes más importantes del genoma, o secuenciaciones a la carta cuando se buscan indicios de una determinada alteración que pueda provocar una enfermedad.
Aunque es un gran avance, plantea algunos escenarios complejos. En ocasiones, los estudios preventivos en los que se detecten determinadas alteraciones pueden ser útiles para adoptar pautas vitales que ayuden a paliar los efectos adversos de las posibles enfermedades, pero en otras pueden condicionar la vida de personas que quizá nunca lleguen a manifestar la enfermedad que provoca la alteración.
También existe el peligro de que las secuenciaciones de alteraciones, que tal vez no broten, lleguen a conocimiento público o de empresas y determinen el acceso a determinados trabajos o servicios sociales. Existen incluso asociaciones en contra de la discriminación por razón genética.