La reciente caída de los servicios de WhatsApp ha supuesto un trauma para muchas personas. La incomunicación absoluta a golpe de dedo y de grabaciones de audio obligó a pasarse a las llamadas telefónicas y a los convencionales mensajes de texto (SMS) durante unas horas. Las compañías de telefonía experimentaron un aumento en las llamadas de entre un 30 % y un 60 % frente al día anterior. A los más jóvenes, este impasse tecnológico se les hizo eterno. Cuanta menor era la edad, mayor era el drama: la mayoría considera que hablar por teléfono, además de estresarles, es una soberana pérdida de tiempo. No lo decimos nosotros; lo asegura un estudio reciente que recogemos a continuación.
La forma en la que nos comunicamos ha cambiado. Cada vez hablamos menos por teléfono y utilizamos más las aplicaciones de mensajería instantánea. WhatsApp, Facebook, Instagram o Telegram se han convertido en los medios preferidos para contactar con otras personas. El informe ‘La Sociedad Digital en España 2018‘, elaborado por la Fundación Telefónica, pone de manifiesto que el uso diario de mensajería instantánea casi duplica al de llamadas por móvil y fijo. Hace algo más de dos años —en la fecha en la que se publicó este estudio— el 60 % de la población confesaba enviar mensajes instantáneos varias veces al día. Probablemente, ahora este porcentaje sea muy superior.
La edad es un factor determinante a la hora de lanzarse a descolgar el teléfono. Los jóvenes manifiestan una clara animadversión a la comunicación oral convencional (no así a los audios que se pueden enviar por las aplicaciones). Tanto es así que a los nacidos a partir de los años 80 se les denomina “Generación Muda”, un término que proviene de la denominación anglosajona “Generation Mute”. Sin duda, hablar a través del aparato inventado por el italiano Antonio Meucci en 1854 es algo perteneciente al siglo pasado.
Telefonofobia, el miedo a interactuar por teléfono
De acuerdo con el informe de la Fundación Telefónica, el 96,8 % de los españoles entre 14 y 24 años utilizó WhatsApp como canal preferente para comunicarse con familiares y amigos. El porcentaje, además de ser muy significativo, viene a apuntalar la tesis de que los más jóvenes sufren telefonofobia o miedo irracional hacia los teléfonos. Según el ‘Manual Estadístico Diagnóstico de los Trastornos Mentales’, esta patología pertenece a los trastornos de ansiedad.
El estudio ‘Por qué los millennials odian hablar por teléfono: generación silenciosa, estadísticas de llamadas telefónicas de los millennials‘, elaborado por la empresa Bank My Cell con la opinión de 1.200 jóvenes estadounidenses nacidos entre 1981 y 1996, confirma esta teoría. El 81 % de los entrevistados reconoció sufrir ansiedad si tenían que realizar una llamada telefónica. No saber qué decir o cómo reaccionar en una conversación hablada les generaba estrés, una sensación que no experimentaban al comunicarse por escrito. Según el informe, la tecnología, lejos de ayudar a conectar, provoca más aislamiento en los millennials.
No insistas, que no te voy a atender
Ni a su madre, ni a su abuela, ni a su amigo de la escuela: los jóvenes dicen que no responden a las llamadas. El 75 % de los encuestados en el estudio de Bank My Cell argumentaron no tener tiempo para contestar ni paciencia para aguantar la charla al otro lado de la línea. Calificaron a las llamadas como una pérdida de tiempo. Ineficaces, molestas, aburridas, poco clarificadoras, estresantes, generadoras de conflictos, poco privadas… En definitiva, mil y una excusas para dejar el teléfono sonar hasta que el otro cuelgue.
¿Y qué pretexto dieron a su madre o a su abuela para dejarlas escuchando el tono de llamada? El 63 % dijo no haber oído el timbre o la vibración del teléfono, un 12 % se escudó en una mala cobertura y un 9 % adujo estar inmerso en una reunión de trabajo. Estar conduciendo, haber perdido el teléfono, tenerlo roto o no reconocer el número fueron otras de las disculpas alegadas.
Aunque si eres mi pareja…
Si bien las llamadas de familiares y amigos son ignoradas —el 29 % y el 25 %, respectivamente, reconoce no descolgar nunca—, si quien marca el número es la pareja, la situación cambia de forma radical. Los millennials rara vez ignoraron un telefonazo de la media naranja, por muy inoportuno que fuese o por mucho tiempo que les supusiese atenderlo: solo el 11 % admitió no contestar.
Las llamadas del jefe también suelen atenderse (lo hizo el 14 %), mientras que las que provienen del centro de trabajo o de compañeros se desatienden algo más: el 21 % no cogió el teléfono.
Con este panorama, no es de extrañar que si se les pregunta a los jóvenes si prefieren tener datos ilimitados en sus teléfonos móviles en lugar de llamadas y SMS sin freno, escojan lo primero. ¿Para qué quieren algo que no van a utilizar y solo va a ser fuente de problemas?
Adaptarse es la clave
Lejos de pensar que los millennials están haciendo algo mal, el estudio de Bank My Cell considera que están usando positivamente los avances tecnológicos. Por lo tanto, las generaciones anteriores, como la X (los nacidos entre 1965 y 1980) y la baby boomer (entre 1946 y 1964), son las que han de cambiar el chip comunicativo para no quedarse atrás y continuar dialogando (o tecleando) con los más jóvenes.
Y parece que no van por mal camino. Según el informe de la Fundación Telefónica, en 2018 el uso diario de la mensajería instantánea casi duplicaba al de llamadas por móvil y fijo; además, para el 95,1 % de la población española este era el canal preferido para comunicarse. Ya lo decía Miguel Unamuno, “el progreso consiste en renovarse”.