El numero de «correos basura» o «spams» ha pasado de representar el 7% del tráfico electrónico global en 2001 a suponer entre el 50% y el 80% de los mensajes que recibió cada usuario durante 2005. Ello se ha traducido en un alto coste para las grandes economías europeas, que sólo a lo largo del año pasado tuvieron que afrontar un coste de 39.000 millones de euros para combatir esta práctica.
Si los datos se examinan por países, Alemania tuvo que gastar 3.500 millones de euros, Reino Unido empleó 1.900 millones y Francia destinó a este fin un total de 1.400, mientras que el coste global para luchar contra los programas infecciosos ascendió a 11.000 millones de euros.
Y es que el «spamming» ha acabado convirtiéndose en un negocio por sí mismo, en el que se venden a las compañías para uso publicitario extensas listas de direcciones de correo electrónico. La Comisión Europea, preocupada por la rápida evolución en los últimos años de este negocio, ha llamado a los Estados miembros a tomar medidas que sancionen la actividades «fraudulentas y delictivas» por Internet, como los virus, los programas espía o el envío de correo no deseado.
Algunos países europeos han conseguido con éxito hacer frente a esta amenaza, como Holanda, que ha reducido en un 85% la cifra de «spams», o Finlandia, que ha hecho disminuir el envío de correos no deseados del 80% al 30%. El Ejecutivo comunitario ya dio los primeros pasos para proteger a los usuarios de Internet con la directiva sobre la vida privada de 2002. Sin embargo, la transposición a las legislaciones nacionales ha sido muy desigual entre los países de la UE y en muchos de ellos ha causado problemas. Bruselas ha pedido además a las empresas que apliquen las medidas de filtración de correos y actúen conforme a la directiva de protección de datos.